El diario granadino EL CORREO (1913-1934), fué fundado por quien fuera su Director, Carlos Rocha Avellán y es sobre todo recordado por haber dado acogida a las publicaciones literarias del Movimiento de Vanguardia, "Rincón de Vanguardia" y "Página de Vanguardia", a cargo de Pablo Antonio Cuadra Cardenal y Octavio Rocha Bustamante, hijo éste último de don Carlos y padre de Luis Rocha Urtecho, quien, junto con su nieto Luis Javier Espinoza Rocha, retoman hoy "El Correo Nicaragüense"; un blog pluralista, que agradece la reproducción de su contenido.

domingo, 20 de febrero de 2011

TREINTA VECES TREINTA

Después de treinta años

Así hablaron los enviados de Sandino:

Nada es Oriente

nada Occidente:

poseemos un mismo sol,

una misma miseria nos cobija

pero todos somos extraños.

Y los políticos hablaban de libertad,

de escuelas, de alianzas con Oriente,

de alianzas con Occidente, de unión,

de olvido...

y tú sonreías en mi recuerdo;

me decías: "pequeño loco", "hombrecito sin pueblo”

Pero los hombres del pueblo continuaron:

Decimos estas cosas para los árboles,

para el barro, para las rocas;

porque hay tierra habitada

por cadáveres que de países remotos

vinieron a matar

y porque algún día otros hombres,

si es que los hombres existen aún,

recojan estas palabras desde nuestra sangre

para meditar.

Y los políticos persistían hablando;

prometiendo menos muertes,

construyendo grandes ciudades libres

con grandes banderas de Oriente y Occidente.

James H. Meredith pudo entrar en Oxford, Mississippi,

custodiado de bayonetas.

Edwin Castro salió de la cárcel, Nicaragua,

muerto.

Y Sandino del que todos sabemos por qué murió,

y sandino y no sólo Sandino;

y el pueblo de Sandino

por todas las montañas y ciudades,

en el filo de los machetes cansados,

a la sombra de los árboles viejos,

en un beso fugaz, en un tiro lejano.

Te escondes dentro de tus pupilas

con la sonrisa de siempre

para este muchacho sin días,

sin pueblo:

"pequeño loco"

"hombrecito sin pueblo"

"pequeño loco".

Hay un pueblo,

que no es el mío

porque hoy yo no tengo pueblo ni ciudad,

ni calles, ni hojas, ni estiércol

en el camino.

Mas hay otros lugares, otros pueblos

con campanas y cementerios,

ríos, árboles y cosas tristes

que me pertenecen;

viejos que tosen y escupen

y hablan de cómo se suceden las guerras

y cómo se olvidan;

niños que elevan palometas

mientras sus madres los llaman,

y tú que no estás o estás

en ese pueblo.

Triste te conservo

y bien que hubieras podido hacer mis sonrisas;

cruel te llevo ahora que pienso

que pudimos haber recorrido todos los parques

las avenidas y las plazas

aunque sólo hubiera sido para llegar a comprender

que dos ciudadanos enamorados

pueblan una república olvidada,

que tienen derecho a mirarse en silencio

y reírse cuando pasan los tanques del dictador.

"pequeño loco".

Tienes un presentimiento real

muchachita grande;

por todos los caminos hay piedras,

pero ya la lluvia ha borrado

lo que yo marqué en ellas;

así es la lluvia muchachita.

Los políticos vociferaban,

suspendían las garantías

y las reclamaban

con los muertos del pueblo,

y los muertos del pueblo

eran todo el pueblo;

pero sus cadáveres eran ocultados.

Y después de treinta años

así hablaban los enviados de Sandino:

Es el hombre quien defrauda al hombre,

nos morimos por no conocernos

y nos matamos en nombre de la amistad.

Pero Ajax Delgado murió en la cárcel;

lo mataron y su cadáver fue devuelto

a su madre.

Y Novedades dijo:

"Un gesto democrático".

Y así habían muerto

y fueron muriendo todos:

Se les asignó un día sin llanto;

se prohibió todo dolor, toda lágrima, toda palabra;

se cerraban las puertas y las miradas temerosas

se filtraban por las paredes;

tanques, cascos, fusiles

y hasta las madres de los muertos

tenían que esconderse.

Pero ahí estaban todos:

Sergio

José

Mauricio

Eric

muertos el 23 de julio

en una calle de León.

Báez Bone, Pablo Leal, Díaz y Sotelo,

Rigoberto López, Carlos Nájar, Cornelio Silva,

Augusto César Sandino,

y más, y los ignorados, y muchos más,

y los que van a morir

y Julio Romero de trece años

quien protestó en otro 23 de julio;

y así todos fuimos comprendiendo que en Nicaragua

ésta es la muerte natural.

Señor presidente,

señor arzobispo,

señor ministro:

En la antigua tierra,

en esta tierra donde habitaron

Nicarao, Diriangén y otros caciques

de los que tal vez supisteis algo por la historia,

en esta historia donde también

apareceréis vosotros,

habitan, no sé sí en las cárceles

o en el campo

"don Dionisio, don Sotero, don Juan"

y otros nicaragüenses

de los que quizás aprendisteis

su epitafio

si es que tuvieron alguno.

Porque así es

señor presidente,

señor arzobispo,

señor ministro,

esta tierra.

Pues bien,

desde la antigua tierra

donde se riega el barro

y nace el maíz

porque aún nos es dado

regar el barro;

han llegado otros hombres

(los mismos hombres)

que os dicen:

Venimos de la antigua tierra

donde nacen los ríos

que dan de beber a nuestros hermanos,

a nuestros hermanos presidentes,

a nuestros hermanos arzobispos,

a nuestros hermanos ministros,

a nuestros hermanos comandantes,

a nuestros hermanos diputados,

a nuestros hermanos alcaldes,

a nuestros hermanos jueces

y a todos estos hermanos nuestros,

amados Caínes de hoy, polvo de mañana.

Porque en la antigua tierra

crecen árboles frondosos

para todo un pueblo,

vive aquél quien nos envía

y que fue llamado "bandolero"

y que fue traicionado

y que fue muerto

y que fue asesinado

no sólo por el extranjero

sino por sus hermanos.

Venimos de la antigua tierra,

tierra de dolor sagrado

esta tierra.

"pequeño loco"...

Fue un susurro

un pedacito de agua cristalina

que provino de la antigua tierra

y que yo conservo muchachita grande

para menguar mi sed de recuerdos,

mi sed de ti.

Y los hombres del pueblo

los hombres de barro y viento

que esconden sus lágrimas

por rudos, por bruscos, por humanos

dijeron una vez más:

Pero he aquí

que si la paz

no encuentra morada en vosotros,

sobrevendrán hechos que no olvidaréis,

porque hasta los árboles se rebelarán

y la savia del dolor de un pueblo

clamará en sus ramas extendidas,

y el roble, el cedro, el malinche,

las hierbas secas y las hierbas verdes,

los charcos,

los pájaros tristes, las piedras olvidadas;

todos abandonarán la montaña exhausta

y marcharán hacia las ciudades;

sembrarán cadáveres en las cunetas vacías,

sucias, simétricas,

derrumbarán los monumentos erigidos

con el sudor de los muertos,

y crecerá la zarza y la soledad

alrededor de la laguna de Tiscapa

y sus aguas se extinguirán

y los niños saldrán a la muerte

gimiendo, y suplicarán

y sus madres histéricas

aullarán al no encontrarlos.

Nadie tendrá padre, ni hermanos

y más que nunca se comprenderá

que nada es Oriente ni Occidente

cuando se rebelan los hombres hastiados

y los cascos rodarán y los tanques

y las ambulancias

y los muertos

y las balas

hacia un lago hermético.

Pero yo también soy humano

y amo en nicaragüense,

no puedo evitar que me agrade

ese "pequeño loco",

contemplar las aguas tranquilas de un lago,

viajar por las riberas del Coco

hasta el Atlántico,

hasta donde nunca he llegado

pero que presiento,

soy tan de esta tierra,

tan inútil, tan aburrido.

Mas, oír las voces del pueblo

en el interior de mi almohada

me sobresalta. Porque ellas están ahí,

presentes, sangrantes, sudadas,

con sensación de tiempo,

húmedas de dolor,

agitadas, reales,

tan tocables

que puedes alcanzarlas hasta con las manos

y te dejan una huella de sangre,

voces de niños, de ancianos, de mujeres,

de hombres cansados,

¡gritos!

y yo soy tan inútil

después de treinta años,

después de treinta años.

Vamos Luis,

carga con tu Luis a cuestas,

con el "hombrecito sin pueblo"

sobre tus espaldas,

avanza con el "pequeño loco"

desde las riberas del Mississippi

(donde te lapidarán por negro)

hasta las del Coco

(donde morirás por "bandolero")

pero vamos; recibe las heridas,

las piedras, los escupitazos

para que puedas llamarte

ciudadano nicaragüense.

Hoy, cuando estamos cotidianamente abandonados

y cada sonrisa lleva el sello del tiempo

y cada huella el olvido

y cada hombre su propia muerte;

quizás debiéramos pensar que

la libertad es un sueño que nunca se realizará.

Mañana, cuando seamos barridos de los rincones

dirán que ése era nuestro fin;

habrá una guerra porque así tenía que suceder

y no se hablará más de nada por culpa del silencio.

Muertos, muertos y muertos

los muertos ya inútiles

inútilmente muertos

y todo se esparce

como una mancha eterna:

Novias aferrándose al último beso,

a la última caricia del muchacho guerrillero

y novias muertas;

besos que alcanzan en una cajita de fósforos;

ecos de balas, ecos de voces, ecos de vidas;

cadáveres sin entierro;

sonrisas infantiles

de los hijos que nunca tuvimos

y las madres que alcanzaron a despedirlos

soñando con un regreso

que ellas o ellos no pudieron resistir,

una Nicaragua chiquita como una lágrima

y el "sí” tan esperado que no se alcanza a oír

y el no, no, no de mi juventud.

Un día, de ésos cuando las cosas por olvido se rebelan;

cuando las niñas por tristeza se enamoran

y cuando ya todo parece que termina

y que no termina,

debiéramos de recoger nuestros fragmentos;

toda esa vida de minutos, de segundos

y pedacitos de frijol,

de ojos, de cabellos, de la ternura incontenible

que dejamos en lugares ya olvidados.

Vamos Luis, carga con tu Luis a cuestas

porque ahora que todo dolor te duele

y toda alegría te hace feliz

sabrás resignarte a no encontrar el amor.

Vamos, que de esto hace ya treinta años

cuando nació la traición

y treinta monedas costó la original;

desde Jesucristo a Sandino

nada ha cambiado:

treinta veces treinta.

Luis Rocha (1962).

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