No fue una leyenda de los "vanguardistas" la vida y la figura de este poeta sacerdote de quien Ernesto Cardenal dijo, en sus ya lejanos ensayos sobre "poesía nueva nicaragüense", que era una mezcla de Archipreste de Hita -por andariego y poeta- y de San Francisco de Asís, por su desconcertante santidad enamorada de la pobreza. Pero Ernesto se equivocó -y era natural entonces- al decir que "el Padre Pallais era una figura más del pasado que de nuestro siglo" porque parecía un persona- je de las "Florecillas" y "de los bellos milagros del medioevo con una nostalgia de Fray Angélico en el rostro". Ahora que lo recordamos con la perspectiva del tiempo y que volvemos a leer sus sermones; sus "glosas" y sus "PALABRAS EV ANGELIZADAS" vemos que no era una figura del pasado sino un precursor, que se adelantó cuarenta años al Concilio Vaticano II, un poeta que vivió en vaticinio el espíritu de Juan XXIII, un revolucionario de Cristo -incom prendido y marginado- que abrió en Nicaragua el camino de la Iglesia de los pobres, que celebraba la Misa dialogando con el pueblo, que. daba todo su sentido al ministerio de la Palabra, que tenía una sensibilidad evangélica flor de piel para preferir siempre al humilde, para descubrir siempre el fariseísmo, para encontrar siempre el camino de la libertad, para inclinarse definitivamente, de palabras y obras, al lado de los pobres, clamando contra los ricos, contra los falsos cristianos explotadores contra los tiranos de derecha y de izquierda "ciudadanos de la ciudad maldita" - contra el imperialismo, contra los peligrosos y funestos compromisos con la Riqueza y el Poder, citando y volviendo a citar incluso contra los grandes de la Iglesia y con su gran voz profética, la palabra del Señor: "¡Muchos publicanos y meretrices os precederán en el reino de los cielos!".
(Entre tantos imborrables memorias de su amistad, yo recuerdo un viaje a pie con el Padre Azarías atravesando montes y caminos y leguas y leguas -cruzamos un llano inundado con el agua a la cintura y él, con su raída sotana en alto recitando alejandrinos o citando a Hesíodo en griego- y lo vi visitar los ranchos de los campesinos y conversar con ellos de la
Buena Noticia en su estilo familiar que era siempre poesía en coloquio. Lo recuerdo, ya en la tarde, mojado por la lluvia, sentado en un .taburete, bebiendo una jícara de "tibio" de pinol humeante bajo el techo de paja y hablándoles de la misma manera que escribía sus parábolas
o' palabras evangelizadas mientras afuera pasaban los pájaros bajo la garúa insistente).
Nosotros amábamos la autenticidad de su vida -viviente poesía además y su alegría ingenua que se encendía ante un pájaro, ante una ardilla o ante un crepúsculo --como en San Francisco- y su caridad ilimitada que todo lo daba y que le hacía darse todo para recibir constantemente el pago de la ingratitud; le llamábamos nuestro "capellán", nuestro "precursor" pero en nuestro cariño y aprecio -tanto como en el desprecio de quienes lo vilipendiaban y marginaban- nos faltaba perspectiva para comprender sus verdaderas dimensiones. Se necesitaba que el tiempo cumpliera sus propios frutos para que comprendiéramos el espíritu de profecía que encendía su vida y su palabra, y el vasto alcance revolucionario que realmente tenía ese mismo nombre de "precursor" que nosotros instintivamente le dimos en nuestros años de "Vanguardia".
Faltaba ese lapso de tiempo que va de la primera a la segunda edición de este libro. Libro que a pesar de ser una obra de juventud de Azarías Pallais, nos sorprende con su idioma post-conciliar. Libro de ''Palabras Socialistas"
-quizás las primeras que se pronunciaron en Nicaragua-. Libro de "Palabras Evangelizadas" cuya actualidad profética nos la explica ingenuamente el mismo autor cuando nos dice: "Para escribir este libro he procurado acercarme a Nuestro Señor Jesucristo ... tocar la orla
de su vestidura para que se me pase la Inocencia de la Luz que juega y juega ... ".
PABLO ANTONIO CUADRA
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