A
como se ven las cosas, hay un pugilato entre la Policía Nacional y el Ejército
Nacional en el deporte de incautar tierras ajenas. Vimos recientemente el
despojo de la comunidad campesina del Pochote, enclavada en las tierras más
valiosas de Nicaragua. Son 1800 manzanas que la primera andanada de
confiscaciones les entregó a esa comunidad. De eso hace treinta años, período
que sus miembros pasaron tranquilos y seguros. De repente se despierta la
codicia de las autoridades militares de Nicaragua y este gobierno corrupto por
los cuatro costados, con tal de comprar protección y apoyo, permite y fomenta el
desalojo de los antiguos beneficiados por la –justicia- revolucionaria. Hay que
compensar y comprar a los altos militares que pasan a retiro y lo que hacen es
robarles a los pobres lo que esa revolución viciada y fallida les había dado
para superar su pobreza. Ahora estos desalojados van a tener que tomar el
camino del éxodo hacia el sur porque esa sentencia danieliana no va a cambiar y
los altos generales se construirán sus mansiones de millonarios sobre la base
de la rapiña y la sangre de los que caigan defendiendo lo suyo.
Pero
la Policía Nacional no se quiere quedar atrás en el arte de tomar tierras e
irrumpen enmascarados como mafiosos sobre una propiedad más conocida que el
vigorón del parque central.
¿Quién
no conoce a los Monterrey Urbina, la prole de don Carlos Monterrey y de doña
Berta Urbina? Yo tengo más de cincuenta años de haber vivido en Granada y la
hacienda El Volcán ya era patrimonio de la estimable familia. Soy testigo de la
grandeza de El Volcán porque en una ocasión tuve la oportunidad de visitarla.
Preciosa propiedad ganadera cerca del río Ochomogo, la niña del ojo de don
Carlos y de su hijo Rafael, ambos ya fallecidos.
La
frialdad de los toma tierras oficialistas es tal que ya sabían que en ese hogar
no hay un hombre que responda por lo que es de ellos y hoy pasa a ser propiedad
de unos perfectos desconocidos cuyo único argumento es el poder de de sus armas
a la par de la codicia que los mueve. En esta tierra de paradojas, tenemos la
de la policía encargada de la seguridad ciudadana convertida en delincuentes
que se roban lo que el poder les permite.
Mi
gran amiga, Nohemí, recientemente fallecida pudo haber ostentado la ciudadanía
norteamericana. Si así fuera, sus hermanas, Nidia y Berta, deberían acudir a
Embusa a que ellos se encarguen del rescate de la valiosa hacienda.
Estos
falsos gobernantes, que manejan una doble moral, solo entienden con la amenaza
del waiver y el gobierno de Estados Unidos responde por sus ciudadanos, aunque
estos hayan fallecido. Ojalá y Nohemí haya sido ciudadana gringa, porque solo
así se le va a quitar esa sonrisa de avaricia que presenta la comisionada que
sale en el periódico, paseando como que si ya fuera de ella.
¿Podemos
tener esperanzas de redención con estas fuerzas armadas que practican la
filosofía de tomar lo que nos les pertenece? Con militares y policías así, para
que queremos delincuentes. Mejor se la hubieran vendido al narco.
Jorge
J Cuadra V
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