Yo
pensé que Capriles era la excepción en la política latinoamericana. Pensé que
tenía bien controladas las cartas marcadas con las que juegan los dictadores. Estaba
seguro que no caería en el absurdo de razonar con quien se impone por medio del
fraude y sigue una política depredadora para su pueblo. Capriles, me dije yo,
va hasta el fondo con el argumento del fraude y con la exigencia del reconteo
del 100% de los votos. Se va a sacrificar a la cabeza de los siete millones y
algunos más que le dieron el voto para que pudiera ganar y Venezuela tuviera la
oportunidad de cambiar.
Capriles
no aceptó el fallo del CNE y dio sus múltiples razones para ello; le pidió a su
pueblo que confiara en él a cambio de su apoyo y media Venezuela lo apoyó y
confió en él. Los convocó a una marcha gigantesca con la que iban a cercar las
oficinas del CNE e iban a estar allí hasta que los miembros del citado consejo aceptaran
el reconteo total de los votos de la elección fraudulenta. Sus seguidores
hubieran salido esa noche y Caracas se hubiera estremecido al son de los gritos
de protesta del pueblo estafado. Pero el pajarito habló y dijo que iba a
reprimir a quienes se opusieran al fallo. La contestación de Capriles era que
reprimiera, que era preferible ser reprimido en busca de la justicia, que vivir
reprimido por un gobierno falso. Pero no dijo eso, sino todo lo contrario. Le
hizo caso a la amenaza del pajarito y le ordenó a su pueblo que se quedará en
casa y que sonaran las cacerolas a la hora de la convocatoria.
Allí
empezó el derrumbe del líder de la oposición, porque su obligación ante su
pueblo era irse hacia el CNE a que les rompieran las cabezas y los arrestaran
por insurrectos.
Capriles
se fue por la tangente de los falsos líderes: el diálogo con la sin razón. Los
dictadores y los tiranos jamás tienen la razón y jamás cumplen lo que prometen.
El tirano te usa para sus mejores intereses y te reduce a una naranja chupada
porque el pueblo pierde la fe en su líder.
Después
de pedirle al pueblo que no marchara, siguieron las pláticas con los sicarios
de la dictadura chavista, con el CNE. Al ponerse en sus manos la causa de la
democracia se perdió irremediablemente. No sé por que Capriles acepta no
auditar el 54% de los votos, ya que toda la votación está cuestionada y al
aceptar un reconteo de solo el 46% está firmando la sentencia de muerte de
Venezuela, porque aunque existan testigos de la oposición en ese reconteo,
jamás va a salir airosa la democracia.
Las
dictaduras lo que necesitan es tiempo. Tiempo para afianzarse y tiempo para que
el pueblo se vaya tragando la píldora amarga de la derrota fraudulenta. En
treinta días de reconteo del 46% de los votos, el pueblo ya se dispersó a causa
de sus propias necesidades y la ira que pudo haber existido en el pecho de los
patriotas, se esfumó por efecto de tener que salir a la calle a buscar el
sustento diario de sus familias. Capriles le dio a Maduro ese tiempo precioso y
eso le va a costar caro a la nación venezolana.
Capriles
se suma a la cadena de líderes mal logrados que sucumbieron a la tentación de
la vía civilizada. Los tiranos no son civilizados y por tanto Capriles tenía
que ser un bárbaro para poder destruir la barbarie chavista.
Fue
un buen sueño, pero la indecisión del líder hizo que siguiera la pesadilla.
Jorge
J Cuadra V
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