POR MARÍA LOURDES PALLAIS
Indigósfera
Ahora sí se nota que Hugo Chávez murió. Sin el comandante, Venezuela se queda sin líder, y la Revolución Bolivariana, sin padre.
Más claro, solo gritando. La victoria de Nicolás Maduro deja al chavismo como un pésimo ganador. Capriles llama al sucesor de Chávez “ilegítimo”. En las calles hay militares con tanques para evitar que los cacerolazos y las marchas se conviertan en disturbios. Piden el conteo voto por voto. Todo impensable con el comandante vivo.
Así vive Venezuela desde el domingo pasado cuando, para alegría de muchos y enojo de otros, Maduro le ganó a Capriles por menos del dos por ciento, en una elección cerrada que recuerda a la del México de 2006, cuando Calderón le ganó a AMLO por 230 mil votos, el mismo número que le dio la ventaja a Maduro.
No cabe duda, esta comparación hubiese sido humillante para Chávez.
Hace solo seis meses, el pasado 7 de octubre, la victoria del presidente bolivariano, aunque debilitado por el cáncer, fue contundente. Capriles recibió 44.97 por ciento contra el 54.42 del comandante. Lo que quiere decir que el domingo pasado, cuando votaron casi el mismo número de venezolanos que en octubre, miles abandonaron al chavismo sin Chávez. Los medios en Venezuela calculaban ayer que entre 600 mil a un millón de votos chavistas migraron a Capriles, sin contar los 60 mil votos del exterior.
Incluso, hay quienes aseguran que el perdedor, con apenas un mes de campaña, habría ganado por un 8% en la “verdad verdadera” que Maduro mencionó en su soporífero discurso la noche del domingo.
Según estas versiones, los chavistas, que controlan el aparato electoral, habrían dejado un “margen de seguridad” de un 10% antes de contar los votos. Así, menos el casi 2% de ventaja en “resultados finales”, Capriles habría ganado con un 8%, según la misma fuente.
Sea o no cierta esta versión, Capriles no acepta su derrota. Aunque la ley no lo contempla, pidió el recuento de votos y Maduro lo aceptó. Ayer, en los estados Zulia, Lara y Táchira se registraron protestas de personas que exigían el voto por voto. Y más tarde, el perdedor llamó a una marcha.
Así, se abre, fresca y rebosante, la herida de la división en Venezuela.
La victoria reñida de Maduro podría ser la gran derrota del chavismo sin Chávez. O al menos el principio del fin del apoyo económico sin tapujos del comandante a sus aliados del ALBA.
Los gobiernos de Nicaragua y Cuba deberían empezar a pensar en alternativas. Ambos países han recibido de Venezuela miles de millones de dólares en regalos, préstamos a largo plazo y petróleo a bajo precio.
Para nadie es un secreto que la economía cubana depende sustancialmente de la ayuda venezolana como antes dependió de la soviética y de los países del campo socialista.
El analista Sergio Aguayo asegura que -con Maduro o con Capriles-, la política exterior de Venezuela va a tener que redefinirse para ajustar sus prioridades internas.
En tanto, las cosas se empiezan a calentar en la Venezuela sin Chávez.
Hasta ayer, el Ejército había defendido el status quo contra la predicción de muchos que aseguraban la noche del domingo que ciertos mandos saldrían a defender los votos de Capriles. Pero el candidato perdedor está enojado y ya no actúa como “el vendido” que muchos dijeron era cuando aceptó la victoria de Chávez en octubre pasado.
En ese contexto de tensión, la reconciliación sigue siendo un reclamo a ambos lados del espectro político.
Además de la política exterior, hay tres temas claves que deberán readecuarse a la nueva realidad del país: la seguridad, la economía y la educación. Para citar al analista venezolano Jesús Seguías, “hay que dejar la mezquindad” y “las pasiones subalternas”. Sin Chávez vivo, no hay otra salida, salvo la violencia si es que el Ejército se divide también.
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