El diario granadino EL CORREO (1913-1934), fué fundado por quien fuera su Director, Carlos Rocha Avellán y es sobre todo recordado por haber dado acogida a las publicaciones literarias del Movimiento de Vanguardia, "Rincón de Vanguardia" y "Página de Vanguardia", a cargo de Pablo Antonio Cuadra Cardenal y Octavio Rocha Bustamante, hijo éste último de don Carlos y padre de Luis Rocha Urtecho, quien, junto con su nieto Luis Javier Espinoza Rocha, retoman hoy "El Correo Nicaragüense"; un blog pluralista, que agradece la reproducción de su contenido.

miércoles, 17 de abril de 2013

¿Por qué creo en la libertad?


*Irving Cordero

Cuando las luciérnagas se encendían en mi infancia le pedía a mi madre que las capturara para coleccionarlas en un vaso oscuro, pero su luz se apagaba, fue cuando la vida me enseñó la primera lección de libertad.

Entonces el destino me iba tejiendo un laberinto interno en los claustros de los colegios cristianos, ahí por primera vez escuché el “deber hacer” desde una regla amenazante y fue cuando me rebelé agujereando con el grafito de un lápiz las ilustres fotos de la sagrada familia, le pinté bigotes a La Salle y luego mi madre abochornada en la dirección justificaba mis dones artísticos.

En el colegio había niños cuadriculados de repetir las tablas matemáticas y otros tartamudeaban la gramática castellana vomitando grafías a la hora de recitar de memoria el abecedario. Yo, en cambio, observaba a lo lejos los ojos cafés de Miriam, libres, remontando el vuelo hacia un cielo que absorbía desde su mirada.

Recuerdo la primera rebelión en mi aula de clase cuando ensarté con la punta de mi lápiz la pupila de aquel niño sentado contiguo a mi pupitre, inaugurando así la revolución contra el futuro tirano que nos coscorroneaba.

Cabe recordar que sin conocer de física cuántica, me transformaba fortuitamente en receptor y emisor de energía del pasado y del futuro, cuando al abordar mi autobús escolar chocaba la tribu amparada en la cantidad contra mi individualidad.
Es cierto que a veces me llevaban los domingos a los juegos de béisbol y miraba en la pantalla el marcador, rogando que finalizará el partido para acallar a la fanaticada que se derrumbaba en mi tímpano.
Otras veces, flirteaba  ante el coqueteo de las olas, que sabían abrigar mi corazón de niño, mientras construía en la arena un castillo con las cenizas de la tarde, respetuoso de los silencios personales porque reconocía en ellos el anonimato de las palabras de una idea madurándose.
Pero cuando las palabras terminaban  alejándome, me auxiliaba del silencio con los ojos hacia adentro para conectarme con la humildad del pensamiento desde mi naturaleza humana, porque el ego es un tumor del alma.

La vida es un proceso constante de descubrimientos y asombros, el éxito del creador radica en descifrar el espíritu de su época para transformarlo. Múltiples latidos del alma se van abriendo como pétalos de rosas que absorben el néctar a través de las mariposas.
El proceso individual es único e irrepetible como el de nuestra huella digital que a un click hacemos caber nuestros nombres en una morada musical para diseñar nuestra sinfonía y no las pregonadas consignas que terminamos repitiendo, divididos como los pájaros que trinan en la distancia con una resaca por las madrugadas sin olor a dios.
Un latido y otro latido, pendiente con el pecho abierto, es la obra que se abre sin demora ni a destiempo, un ave roja que construye cielos sin cautiverios con el ritmo de nuestra esencia libertaria.
En mis recuerdos colecciono rostros tristes, anónimos y prisioneros en los andenes que se prolongan en mi memoria y se disipan en silencio, a esa hora pruebo sorbos de avena para pasar el sinsabor de la impotencia.
Sin embargo, esta vez no seremos padrinos de duelos entre hermanos, ni promoveremos una cultura de muerte entre los muertos, los tiranos mueren cuando nace una esperanza, la esperanza nace en un tablero de ajedrez con la idea precisa y el movimiento perfecto.
Sólo así cuando nuestros corazones hayan madurado ante la indiferencia de una tarde que esfumó tantas siluetas sin rostros, podremos reencontrarnos para escuchar el primer latido de nuestros múltiples latidos.  

*Escritor y abogado                                                                                        11/04/2013                                                                       
 irvincordero@gmail.com

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