¿Qué
tienen que ver entre sí el basurero de detrás de la morgue del antiguo hospital
San Vicente de la ciudad de León y un lujoso compoun situado en las playas del
Océano Pacífico de Nicaragua llamado, El Tránsito? En que es la diferencia
entre el sacrificio y el oportunismo.
Hay
que darle para la comida y el fresco al que está cuidando la entrada del
Hospital San Vicente de León, para que te
deje entrar. Una vez dentro, uno se encuentra en el lugar en el que eminencias
como el Dr. Jaime Granera, sanaron las
dolencias de la humanidad.
El
lugar ahora solo son ruinas, pero ruinas que contienen secretos tenebrosos como
el cementerio que se hizo en el basurero de la morgue. Los estudiantes
acostumbraban a tirar los desechos de los cuerpos en los que estudiaban la
anatomía humana, para después honrar la memoria de Hipócrates.
Pero
también le dieron otro uso los esbirros del somocismo comandados por el chacal
Gonzalo Everts durante la guerra de liberación. Ahí echaban los cadáveres de
los jóvenes asesinados por la guardia nacional. Una lista de los héroes que
allí fueron lanzados a la basura, tendría que estar encabezada por el mártir
responsable de la toma de la Veintiuno,
Tito Castillo, seguido por los mártires de Veracruz, Roger Deshón, Edgard Lang,
Oscar Pérez Cassar, la bella Araceli Pérez, Idania Hernández, ambas violadas
antes de ser asesinadas por el esbirro Everts. Hay más héroes y mártires que
fueron a parar a esa fosa común cuyos
nombres es imposible registrar. Lo único que se podía ver, era el pequeño promontorio
con una cruz en su cima, que los padres de Tito Castillo construyeron cuando
años más tarde lograron visitar el basurero donde botaron el cuerpo de su hijo
mártir. Ahora ni ese promontorio se puede ver y el basurero se comió los restos
de los cuerpos que la asesina guardia
nacional llegó a sembrar.
Un
lugar que debería ser santuario del patriotismo, fue borrado de la historia de
la revolución por quienes la usufructuaron para su beneficio personal. Al
gobierno de Ortega le conviene que esa memoria histórica se olvide por completo
para que no resalten las actitudes contrarias entre los que se sacrificaron y
murieron por Nicaragua y los que vivieron y se enriquecieron a costa de
Nicaragua.
Para
el régimen de Ortega, ese lugar nunca
existió, pero el pueblo nicaragüense no debe olvidar que si existió y es la
prueba del sacrificio de los patriotas.
Sufrió
un tsunami, que en ese tiempo se llamaba maremoto. Hubo muertos y desamparados,
pero sigue enclavado en una playa del Pacífico nicaragüense, en el municipio de
Nagarote, se llama, El Tránsito. Sus playas solo las puedo comparar con las de
Jiquilillo antes que se adentrara el mar en las casas de verano de los
viejanos.
Ahí
existe un compound rodeado por las murallas de Jericó, detrás de las cuales se
tratan de esconder los que quedaron vivos después de la guerra contra el
somocismo y se convirtieron en vivianes sobre la sangre derramada de los
verdaderos mártires de esa cruenta guerra.
El
acceso es súper restringido y lo que pasa dentro de esos muros, solo es
conocido por el patriarca y la matriarca de la familia reinante.
Tito,
Roger, Oscar Araceli, Edgard, Idania y los que cayeron en la toma de la 21, no
son invitados a las francachelas que hacen los que sustentan el poder contra
los mandatos de la Constitución.
Ese
es el monumento a la traición, escondido a los ojos de los nicaragüenses
comunes, quizás por un reflejo de vergüenza que brota del inconsciente de sus
dueños, porque saben que sus bases están apoyadas en los cuerpos de los
patriotas que derrocaron a la dictadura y lo que forma la argamasa que une su
estructura es la sangre de los caídos y las lágrimas de sus seres queridos.
Nicaragüenses,
cuando pasen frente a las ruinas del hospital San Vicente en León, quítate el
sombrero y reza una oración por los mártires que yacen en un basurero de ese
lugar y si te das una vuelta por El Tránsito, conoce como viven los que se
aprovecharon de una revolución para edificar su fortuna. Reza también por
ellos, tal vez así Dios los perdona.
Jorge
J Cuadra V
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