Onofre Guevara López
Si se pudiera coleccionar la cantidad de
análisis, predicciones, conjeturas, sobre
Venezuela –de malas y buenas intenciones—, resultaría un diccionario de
paradojas. Todo para la joda, que es el sustantivo del verbo joder en su
acepción de molestar, que es la usual en nosotros, y no la vulgar acepción que
les gusta a otros hispanohablantes.
Uno de los significados de paradoja, es
“coexistencia ilógica de cosas”. Entre las conjeturas sobre la situación
venezolana después del resultado electoral, existe ese tipo de coexistencia. Un
resultado que, por apretado, facilitó la gran apretada que la derecha y sus
similares le están dando a Venezuela. También ha puesto alertas a quienes desde
la izquierda (y de más allá de la cuenta) todo lo suyo les parece bueno y
bonito.
Comencemos con los del lado
derecho. John Kerry, se atrevió a
sugerir que en Venezuela “debería haber un recuento” de votos, recuento que él no pidió, cuando a su
correligionario Al Gore –y posiblemente a él también— un fraude le mató sus
esperanzas de ser presidente. Gore no solo fue víctima de uno de los peores sistemas
electorales del mundo, que puede hacer perder a quien obtiene la mayoría de votos
y favorecer al candidato del gran capital con los votos minoritarios de los
“colegios electorales”.
El candidato derrotado de la derecha,
Henrique Capriles, hace menos de seis meses ganó las elecciones en el Estado
Miranda sobre Elías Jaua por una mínima diferencia, lo que Jaua aceptó
tranquilo, y Capriles recibió su cargo tranquilamente… de manos de la misma
señora que ahora la acusa de haberle hecho fraude. Lo de Capriles estaba
fríamente calculado: con la misma rabiosa actitud con que participó en el golpe
de Estado del 2002, preparó el relajo de ahora con el resultado de ocho muertos…
y casualmente, ninguno de ellos era partidario suyo.
La hermandad internacional derechista,
junto a sus ideólogos y medios de comunicación, estimula y crea esperanzas en el
alboroto desestabilizador de sus correligionarios venezolanos contra el
gobierno, porque este, dicen, ha polarizado la sociedad en Venezuela. Pero le
ponen sordina –y mucha clava policial— a la crisis social provocada por su
fraudulento sistema financiero que roba los ahorros de sus clientes, al mismo
tiempo que desahucia y lanza a vivir bajo los puentes a centenares de familias.
Sigamos con los de la izquierda. Los
miembros de la cúpula gobernante venezolana
viven sus propias paradojas. Se adaptaron sumisos al liderazgo de Hugo Chávez;
lo elevaron a figura única e indispensable; nada decían, si no lo que él había
dicho sobre cualquier cosa. Ante Chávez, se anularon a sí mismos. Al fallar
Chávez, y ante la urgencia de asumir el liderazgo, solo tenían como respaldo su
imagen, sus méritos, su discurso y su culto.
Maduro se disfrazó de su “hijo”. Nada dice
que no tenga que ver con Chávez, a quien mitifica al extremo de “ver” su espíritu en todo y en todas
partes. El lunes 15, cuando la derecha arreció su “guarimba” –como dicen allá—,
Maduro comenzó a enfrentarla con un discurso orientador y con firmeza, pero al
mismo tiempo cayó en el absurdo de contar que una muchacha había sido salvada
de la muerte… ¡por “un milagro del comandante Chávez”!
La dirección del PSUV fue triunfalista,
confiando en mitomanía de Maduro: lanzó la consigna de que ganarían las
elecciones con diez millones de votos. Al ganar con tan poca diferencia –aunque
una elección se gana con un voto—, dio asidero al plan golpista de Capriles y
sus asesores gringos.
Y, en nuestro país, ¿qué está pasando? La paradoja adornada con el cinismo de Roberto
Rivas y José Luis Villavicencio; ellos ponderaron
el sistema electoral venezolano como técnicamente infalible, con el interés de
que su CSE sea visto como una copia del CNE venezolano, técnicamente infalible.
Y escondiendo las diferencias abismales entre ambos sistemas, compararon las
maniobras de la oposición de allá con las de una casi inexistente oposición de
aquí.
Ortega llegó en la madrugada venezolana
del 19 de abril a la toma de posesión de Maduro, con su reciclado discurso anti
imperialista. Pero aquí le está cumpliendo al FMI sus directrices sobre el INSS
al pie de su discurso.
La oposición oficializada
nicaragüense asume como propia la causa de la derecha venezolana; hace una
traslación mecánica del chavismo al orteguismo. Pero no ha sido capaz de
defenderse de los fraudes y –tímida y vergonzante— espera lo que Ortega quiera
darle.
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