Onofre Guevara López
¿Qué significa ahora las efemérides del
Primero de Mayo para el obrero nicaragüense? La pregunta se me ocurre hoy,
setenta y un años después de haberme enterado de su existencia, de conocer su importancia
en la historia de la lucha obrera mundial y de haber participado por primera
vez en un acto conmemorativo del Primero de Mayo.
Busqué la respuesta en algunas imágenes fijadas
en el calendario etéreo de la memoria. 1943: Casa del Obrero de Mangua; decenas
de obreros para mí desconocidos, estaban allí por el mismo motivo que yo, tratando
de saber cómo fue aquella jornada huelguística iniciada el primer día de mayo
de 1886 –Chicago, Illinois, Estados Unidos—, en pro de la jornada laboral de
ocho horas. Qué triste aquel el 3 de mayo, cuando 400 de los 6 mil manifestantes
se dirigían a la fábrica “MacCormick Harvester Works” y fueron reprimidos por la policía, dejando 50 obreros
heridos.
El tema de los oradores fue el orden
social injusto por el cual fueron posibles aquellos sucesos, y lo asociaron a
la situación de los trabajadores en la atrasada sociedad nicaragüense. Explicaban que
las jornadas de mayo en Chicago no eran aisladas, sino parte del emergente movimiento
obrero internacional surgido en Europa, donde el capitalismo había nacido “chorreando
sangre”, imponiendo jornadas laborales de 20-18 horas, en fábricas con
ambientes inhumanos, sin ventilación, contaminadas de humo y explotación
ilimitada.
Hablaron de que la Primera Internacional
de los Trabajadores (1860), había acordado la lucha por la jornada de ocho horas,
y el primer resultado histórico fue la Comuna de París (1871), cuando la clase
obrera tomó por tres días el poder, lo que Marx llamó “el asalto al cielo”; que
en los Estados Unidos la lucha por la jornada de ochos horas comenzó en los
años veinte del Siglo XIX, la cual tuvo una pausa por la Guerra Civil
(1861-1866), y se reinició en 1871. Luego, en 1881, nació la Federación
Americana del Trabajo (American Federation of
Labor), y en 1884, cuando el Estado de Illinois ya había decretado la
jornada laboral de ocho horas, acordó emprender la lucha por hacerla efectiva a
partir del primero de mayo de 1886 (cuya conmemoración se hace en todo el
mundo, menos en los Estados Unidos).
La imaginación volvió al día 4 de mayo
en Chicago –Plaza Haymarket—, cuando en un mitin de protesta por la represión
policial del 3 de mayo, un infiltrado hizo estallar una bomba entre los policías,
matando a seis, lo que motivó que esta –siempre atenta a complacer intereses empresariales—,
causara varias muertes entre los obreros, y capturara a ocho dirigentes que
fueron procesados y condenados. (Son los “Mártires de Chicago” que se recuerdan
con el “Día Internacional del los Trabajadores” (algunos lo falsifican llamándolo
“día del trabajo”).
Como debía de ser en una sociedad
clasista, el juicio estuvo lleno de injusticia y odio xenófobo. Cinco de los
ocho dirigentes fueron condenados a muerte por ahorcamiento. Pero los ahorcados
fueron tres (11 de noviembre, 1887): Adolfo Fischer, alemán; Hessois Auguste
Spies, alemán; y Albert R. Parson, estadounidense, porque dos no quisieron ser
ahorcados: George Engel, alemán, prefirió envenenarse (fue salvado) y Louis
Lingg, alemán, optó por el suicidio con una bomba. De los tres restantes, Oscar
Neeb, estadounidense de padres alemanes, fue condenado a quince años de cárcel;
a Michael Schwab, alemán, y Samuel Fielden, inglés, les conmutaron la horca por
la prisión.
Desde aquel primer día de mayo de 1943,
ningún otro de los años siguientes me fue ajeno. El de 1945, lo recuerdo como la
más grande manifestación obrera nunca vista en Nicaragua; el de los años siguientes
fueron en casas, patios y calles bajo la represión somocista, pero sin temores,
con firmeza y demandas que pasaron de lo meramente laboral a lo político anti
dictatorial (tres obreros fueron asesinados por la Guardia el primero de mayo
de 1978), hasta el triunfo de la revolución, cuando en 1980 se conmemoró el
primer día de mayo en libertad. Pero fue el primero de los últimos, porque después
y hasta hoy, un sector del sindicalismo perdió su autonomía ante Daniel Ortega,
gran patrón del Estado y gran capitalista.
Ahora, ya tengo la respuesta: para el
obrero nicaragüense el Primero de Mayo no significa mucho, porque se lo han desnaturalizado.
Le cambiaron el histórico, autónomo y combativo Primero de Mayo, por un politiquero
31 de abril, porque tratan de borrarle su espíritu de clase. No podrán.
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