El diario granadino EL CORREO (1913-1934), fué fundado por quien fuera su Director, Carlos Rocha Avellán y es sobre todo recordado por haber dado acogida a las publicaciones literarias del Movimiento de Vanguardia, "Rincón de Vanguardia" y "Página de Vanguardia", a cargo de Pablo Antonio Cuadra Cardenal y Octavio Rocha Bustamante, hijo éste último de don Carlos y padre de Luis Rocha Urtecho, quien, junto con su nieto Luis Javier Espinoza Rocha, retoman hoy "El Correo Nicaragüense"; un blog pluralista, que agradece la reproducción de su contenido.

domingo, 9 de octubre de 2011

Sesión 15: ¿Quién es Jesús para mí?


VER:
Se muestran diferentes imágenes de Jesús en la historia del arte, en la cultura popular o en el cine. Contemplamos, dejamos aflorar nuestros sentimientos y vamos idenficando qué me dicen cada una de esas imágenes. ¿Con cuál me quedó? ¿Por qué?

PENSAR:
La resurrección de Jesús fue una explosión de vida y esperanza que difí­cilmente podemos evocar nosotros hoy desde nuestro mundo cultural. Sin duda se han perdido para siempre muchos detalles de lo ocurrido, pero hay algo que no se puede negar: en la primera mitad del siglo irrumpió de forma inesperada y con fuerza increíble en el mundo medi­terráneo un movimiento de seguidores de Jesús que rápidamente se ex­tendió por todo el Imperio. Cristo se convirtió para muchos en la vía para acceder al misterio de Dios, para descubrir la verdad de la vida y para mirar el futuro con una esperanza nueva.
El impacto de la resurrección empuja a los seguidores de Jesús a buscar nombres y títulos para tratar de expresar el “misterio” que intuyen ahora en él. La resurrección les obliga a pensar: ¿con quién se han encontrado realmente en Galilea? ¿Quién es este profeta que los ha seducido tanto con su vida y su men­saje? ¿Qué misterio se encierra en este hombre al que la muerte no ha po­dido vencer? ¿Cuál es la verdadera identidad de este crucificado al que Dios ha resucitado infundiéndole su propia vida? ¿Cómo lo tienen que lla­mar? ¿Cómo lo han de anunciar?
Desde el comienzo, los cristianos llaman a Jesús “Mesías” o “Cristo”. La palabra “Mesías” proviene del término hebreo mashiah, que significa “ungido”. Su equivalente en griego es “Cristo” Es un título central. El más usado por todos. Así lo proclaman ya con entu­siasmo los primeros predicadores: “Dios, al resucitarlo, lo ha constituido "Cristo" o "Mesías"“ (Hechos de los Apóstoles 2,36; 5,42; 9,22...). El Mesías al que tanto esperaban en algunos am­bientes ha sido crucificado. Parece increíble, pero ha sido así. No hay que seguir esperando a nadie. Jesús es el Mesías. Por eso, con toda esponta­neidad, los seguidores de Jesús comienzan a llamarse “cristianos” o “me­sianistas”. Fue en Antioquía donde recibieron por primera vez ese nom­bre(Hechos de los Apóstoles 11,26).
Poco a poco, por influencia de Pablo, el término “Cristo” se irá convirtiendo en el nombre propio de Jesús. Entre los cristianos se habla indistintamente de “Jesús”, de “Cristo” o de “Jesucristo”. Probablemente, muchos creen hoy en Cristo sin saber que “Cristo” quiere decir: libera­dor de injusticias y opresiones, luchador por una vida más digna y justa, buscador del reino de Dios y su justicia. Y se llaman “cristianos” sin sospechar que esta palabra quiere decir “me­sianistas”, buscadores de un mundo nuevo según el corazón de Dios, luchadores por la paz y la justicia, portadores de esperanza para las víctimas.
 “Hijo del hombre” no es propiamente un título atribuido a Jesús. Nadie lo confiesa ni le in­voca con ese nombre en la comunidad cristiana. Es una manera de hablar que los evangelistas ponen en labios de Jesús y que, antes que nada, subraya su condición humana: Jesús es un ser humano y vulnerable, un “hijo de hombre” que no tiene dónde reclinar su cabeza, que ha venido no a ser servido, sino a servir y dar su vida como rescate, que siempre anda tras los excluidos y pecadores buscando salvar lo que está perdido, un “Hijo de hombre” que, finalmente, será crucificado para resucitar en el tercer día.
Jesús es verdadero hombre; en él ha aparecido lo que es realmente ser humano: solidario, compasivo, liberador, servidor de los úl­timos, buscador del reino de Dios y su justicia... Es verdadero Dios; en él se hace presente el verdadero Dios, el Dios de las víctimas y los crucificados, el Dios Amor, el Dios que solo busca la vida y la dicha plena para todos sus hijos e hijas, empezando siempre por los crucificados.
El esfuerzo por aproximamos históricamente a Jesús nos invita a cre­yentes y no creyentes, a poco creyentes o malos creyentes, a acercamos con fe más viva y concreta al Misterio de Dios encarnado en la fragilidad de Jesús. Al ver sus gestos y escuchar sus palabras podemos intuirlo me­jor. Ahora “sabemos” que los pequeños e indefensos ocupan un lugar privilegiado en su corazón de Padre. A Dios le gusta abrazar a los niños de la calle y envolver con su bendición a los enfermos y desgraciados. A los que lloran los quiere ver riendo, a los que tienen hambre les quiere ver comer. Dios toca a leprosos e indeseables que nosotros tememos to­car. No discrimina ni excluye a nadie de su amor. Acoge como amigo a pecadores, desviados y gentes de vida ambigua. A nadie olvida, a nadie da por perdido. Él tiene sus caminos para buscar y encontrar a quienes las religiones olvidan. Siente compasión al contemplar a los que viven como ovejas sin pastor y llora ante un mundo que no conoce los caminos de la paz. Dios quiere que en la tierra reine su justicia, que los pueblos pongan su mirada en los que sufren, que las religiones siembren compa­sión. Él ama a sus criaturas hasta el extremo. Identificado en la cruz con todos los derrotados y crucificados de la historia, Dios nos arrastra hacia sí mismo, a una vida liberada del mal en la que ya no habrá muerte, ni penas, ni llanto, ni dolor. Todo esto habrá pasado para siempre. Por toda la eternidad, Dios hará lo mismo que hacía su Hijo por los caminos de Galilea: enjugar las lágrimas de nuestros ojos y llenar nuestro corazón de dicha plena.
Según un relato evangélico, estando Jesús de camino por la región de Ce­sarea de Filipo, preguntó a sus discípulos qué se decía de él. Cuando ellos le informaron de los rumores y expectativas que comenzaban a sus­citarse entre la gente, Jesús les preguntó directamente: “Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?”.


Transcurridos veinte siglos, cualquier persona que se acerca con inte­rés y honestidad a la figura de Jesús, se encuentra enfrentado a esta pre­gunta: “¿Quién es Jesús? Esto es lo primero y más decisivo: poner a Jesús en el centro del cristia­nismo.

ACTUAR:
A manera de evaluación o síntesis final se invita a formar grupos de unas siete personas. Se elige un nombre para el grupo, un coordinador y un secretario. Recordando lo visto a lo largo del curso, lo vivido, lo orado… compartimos: ¿Quién es Jesús para mí? Después de escuchar a cada uno, se trata de llegar a un concenso. Se ponen de acuerdo para compartir con los demás, de manera creativa (una canción, una representación, una carta), ¿cuál es la buena noticia de Jesús según ellos? ¿Cómo la podemos comunicar al mundo de hoy?

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