Nos convoca esta tarde algo más que la
presentación del último libro del poeta Luis Rocha Urtecho.
Realmente se trata de asomarnos a la
culminación de una etapa más del autor y su obra y más aún, el encontrarnos con
la vehemente coherencia entre el hombre, su espíritu y sus valores con la
consecuencia de afrontar con verticalidad, valor y dignidad la parte de la vida
doliente de Nicaragua que nos ha tocado vivir.
“Me quema la Palabra” salida de esa
alentadora iniciativa editorial que sugerentemente nos grita SIGAMOS, es un
compendio de las múltiples facetas literarias, políticas y humanistas de Luis
Rocha Urtecho.
Si alguien quisiera sintetizar todo
esto, concluiría que tanta ironía, tanta metáfora, tanta certeza crítica, tanta
política en fluida prosa y tanta poesía para lamentar sórdidos caminos de la
clase política que agobia Nicaragua, no son más que un desgarrador grito de
protesta, que asaltando la palabra, proclama su irrenunciable devoción por la
libertad.
Del recorrido de la incesante producción
de Luis Rocha convirtiendo su obra en realmente un incendio de las palabras, se
ocupa Onofre Guevara con la maestría en el uso del lenguaje a que nos tiene
acostumbrados.
Sin embargo su prólogo a este libro no
se agota con esas virtudes como esgrimista de idioma, sino que igualmente se
llena de la íntima complacencia que a Onofre debió causarle el escribir sobre
un amigo leal, un escritor de impacto en forma y fondo y quizás lo más
importante, un compañero inquebrantable en la lucha nunca renunciada, a conseguir
de Nicaragua una sociedad regida por instituciones democráticas y una gestión
pública programada para la justicia con el antiguo pero eternamente vigente
principio de dar a cada quien lo suyo y diseñada para la transformación estructural
en nuestro país, que acerque con pasos acelerados a las grandes mayorías de
nicaragüenses pobre y pobres extremos, a sus derechos inalienables de
educación, salud, techo, cultura y todo lo que conforma el vivir con la
dignidad de los seres humanos.
En esta presentación que no debió ser
tan larga, no puedo eludir referirme al entorno anímico y vivencial que
predominó en cada uno de los escritos de Luis Rocha, escogidos para otra obra.
Quiero dejar constancia de todas las
emboscadas afrontadas por Luis, cada vez que
quería tomar la palabra y convertirla en lectura subversiva diaria para
sus lectores.
No obstante, nada lo detuvo ni lo
detiene. Se achica el mundo de la letra de imprenta, pero se abre un mundo
tecnológico por donde las palabras seguirán quemando.
La demolición una vez más de los
intentos de democratizar Nicaragua, la mentira de la república que sólo los insulsos creen encontrarle
similitudes con la Carta Interamericana a que los gobiernos del Continente se
comprometieron, los procesos electorales convocados y dirigidos por usurpadores
de los poderes del Estado, el derroche y el latrocinio con los recursos que por
primera vez en la historia nos podían haber dado la oportunidad de una
estrategia de desarrollo viable, la conversión de esto último en una miserable
compra de votos por socorro populista y sectario, son los temas que dominan en
la quema de las palabras de Luis Rocha que presentamos en este día.
Los que han querido silenciar a Luis
Rocha por la claridad y contundencia de sus denuncias y protestas, como a todos
los que aliena el poder, no se dan cuenta que el monte aún tiene brasas que
dejaron las quemas del pasado y por los vientos que soplan no descartamos que
la pradera vuelva a arder.
Onofre se inclina por los artículos
contenidos en “Me queda la Palabra” y “Me quema la Palabra” , escogiendo para
insértalos en esta obra, pese a la facilidad con que Luis sentía que escribió
sus “Platicas de Caminante”.
Esa es cuestión del autor y su
prologuista. Este presentador los asume a ambos y los invita a que se empoderen
de todo sus contenidos. Son palabras de Luis Rocha dichas en altas y claras
voces como decimos los abogados.
Pero no estuviera completa la intención
de Luis si esas palabras no fueran también nuestras.
Leerlas y darnos cuenta que son para los
que cruzamos varias décadas de vida pública, las mismas angustias que
atormentaron nuestros espíritus juveniles.
Leerlas para los jóvenes es encontrar
honestidad política en prosa y verso de una delitada existencia en la
literatura y la política.
Y para todos, un compromiso con
Nicaragua, una renovación de fe por el país que no dejaremos de soñar en
construir y que poniendo la mano derecha sobre el libro de Luis Rocha, les juro
que nosotros o los que nos seguirán lo van a lograr.
Luis
nos entrega en este libro sus palabras que le queman su conciencia
ciudadana.
A nosotros nos toca propagar el
incendio.
Danilo Aguirre Solís
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