“El
sentimiento está por encima de la Constitución,” dijo hace pocos días la
Primera Dama de la República. Para ser franco, no entendí lo que verdaderamente
quiso decir, pero sin llegar tan lejos como desconocer los mandatos de la Carta
Magna, estoy de acuerdo con doña Rosario en que a veces los sentimientos están
por encima de muchas obligaciones, sobre todo el sentimiento del
agradecimiento. No hay persona más malvada, que aquella que es desagradecida,
dice el dicho popular, si hasta el perro le lame la mano en señal de cariño al
amo que lo trata bien, cuanto más el rey de la creación lo debe hacer con sus
benefactores.
El
señor Presidente de la República debe estar triste por el trágico final de su
amigo el Coronel Muamar el Gadafi, dictador por 42 años de Libia, con todas las
crueldades y abusos que ello conlleva. ¿Pero eso que tiene que ver con la forma
generosa con la que trató a nuestro Presidente? Ese tratamiento amable implicó,
y lo digo porque es del conocimiento público, una ayuda personal del ex dictador
libio al Comandante Ortega, durante los años que le siguieron a la amarga
derrota de 1990, ayuda que no solo le servía para mantener su hogar, sino para
continuar haciendo política a la cabeza de su partido.
Nadie
es completamente malo y aunque el balance se incline a lo malo, siempre existe
una acción que no es propia de esa maldad. En este caso, la excepción de una
vida despótica y corrupta, es la buena acción que el hoy fallecido Coronel
Gadafi tuvo por muchos años con el Comandante Ortega.
Lo
lógico es que el Presidente Ortega se encuentre triste por la muerte de su
amigo y lo correcto es darle el siento mucho, pero hasta el momento nadie se ha
atrevido a hacerlo. ¿Por qué?
Porque
temen que el señor Presidente se moleste con quien lo haga, o porque el que lo
hace tiene miedo que el pueblo se moleste con él por darle el pésame al
Presidente Ortega.
¿Por
qué temer que el Presidente se moleste si lo más probable es que se sienta
triste? ¿Por qué temer que los que nos rodean se molesten con uno, si solo
estamos cumpliendo con un deber social muy propio de nuestro país?
A
estas alturas yo no le temo al supuesto enojo del Presidente, ni a lo que digan
los que me rodean, por eso le digo: Siento mucho señor Presidente por su
sensible pérdida. Los amigos no abundan en esta vida y cuando tenemos la suerte
de encontrar uno, tenemos que estimarlo y agradecerle todos los favores que nos
hacen.
Por
razones obvias usted no puede expresar públicamente lo que quisiera expresar y
eso ya pertenece al mundo de la política internacional, al mundo complicado de
las relaciones diplomáticas y de alianzas. Por eso es que hay que escoger
cuidadosamente los aliados ideológicos, sobre todo cuando vivimos en el
hemisferio occidental tan golpeado por el terrorismo islámico.
Gadafi
terminó como terminan la mayoría de los dictadores. El, como otros antes de él,
tuvo la oportunidad de retirarse del poder y de Libia en tiempo y forma, pero
pudo más la ambición que la prudencia y por eso su final desastroso.
Gadafi
perdió el sentido de la realidad y por eso se mereció lo que le pasó, pero esa
lección jamás se la aprenden los dictadores.
Siento
mucho señor Presidente.
Jorge
J Cuadra V
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