Un 12 de octubre llegó Colón a América y este 12 de octubre llegaron a Nicaragua los primeros 10 miembros de un contingente de expertos enviados por la Unión Europea, para observar las elecciones del 6 de noviembre. La misión de Colón era descubrir la ruta hacia el oriente. La misión de esta delegación es descubrir, ante el mundo, la legalidad o ilegalidad, limpieza o suciedad, de nuestro proceso electoral. Colón iba con 90 marineros y tenía de capitanes a Martín Alonso y Vicente Pinzón. La delegación de la UE trae 80 descubridores y viene capitaneada por los eurodiputados españoles Luis Yánez Barnuevo e Inés Ayala Sender.
Son buenas noticias. Esta delegación, aceptada a regañadientes por el gobierno después de incontables presiones, no viene a “acompañar”, aunque acompañantes quiera el presidente ilegítimo del CSE don Roberto Rivas. Vienen a observar. Y vienen con todos los fierros; ningún otro grupo en el mundo los supera en profesionalismo y experiencia. Sus miembros han observado elecciones en numerosos países, entre otros Angola, Guatemala, El Salvador, y cuatro veces antes, la misma Nicaragua.
El portentoso hombre de negocios, arquitecto del fraude de los comicios municipales del 2008, y que dirige todavía el sistema electoral nicaragüense por voluntad de su jefe y amigo Daniel Ortega, no tuvo más remedio que acordar con la UE un protocolo de observación que ignora las restricciones que él mismo había introducido a través de un reglamento amañado.
¿Qué significa todo esto? Pues que será difícil robar. La jefa de la diplomacia europea, Catherine Ashton declaró: “Estoy convencida de que la presencia de observadores, tanto nacionales como internacionales, en la cobertura de todo el proceso electoral, contribuirá a fomentar la transparencia y la confianza de los ciudadanos en su proceso electoral”.
Difícil no significa imposible. Con todo y observación Ortega puede hacer fraude. El trauma de 1990, cuando perdió las elecciones contra los pronósticos de las encuestas, incluyendo CID-Gallup, ha hecho a Ortega muy desconfiado. Teme al Güegüense; al nicaragüense que acepta sonriente la lámina de zinc, el empleado público que va a la rotonda para agitar banderitas, a la ama de casa que dice al encuestador que votará por Ortega o que está indecisa, pero que en la intimidad del voto secreto revela sus ocultas simpatías o antipatías. Por dicho temor, y a pesar de que las encuestas lo coloquen de nuevo como puntero, Ortega y Rivas han venido preparando minuciosamente el fraude electoral; dificultando la entrega de cédulas en los municipios donde tradicionalmente han perdido y prodigándolas a sus seguidores, dejando para último minuto la acreditación de fiscales, aplicando la técnica del ratón loco, retrasando la entrega de instructivos, asegurándose el control de los centros de conteo, etc., etc.
Pero esta vez el fraude va a ser más difícil o, por lo menos, no podrá hacerse impunemente. Ojos expertos de observadores internacionales, en coordinación con miles de observadores nacionales, con o sin acreditación, estarán listos a detectar y denunciar, cada movimiento e irregularidad que ocurra. Y esto no es algo que deja de preocupar al gobierno. Al contrario; sabe que un fraude en elecciones presidenciales y legislativas, a plena luz del día y ante la mirada expectante de la comunidad internacional, le traería una ruinosa retirada de ayuda externa. Y sabe que Chávez, su caja grande de apoyo, tiene una enfermedad terminal.
Los nicaragüenses debemos aprovechar esta oportunidad votando masivamente. Un aluvión de votos a favor de Fabio enterraría la candidatura inconstitucional de Ortega, o le haría pagar un costo terrible que dificultaría su consolidación.
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