El diario granadino EL CORREO (1913-1934), fué fundado por quien fuera su Director, Carlos Rocha Avellán y es sobre todo recordado por haber dado acogida a las publicaciones literarias del Movimiento de Vanguardia, "Rincón de Vanguardia" y "Página de Vanguardia", a cargo de Pablo Antonio Cuadra Cardenal y Octavio Rocha Bustamante, hijo éste último de don Carlos y padre de Luis Rocha Urtecho, quien, junto con su nieto Luis Javier Espinoza Rocha, retoman hoy "El Correo Nicaragüense"; un blog pluralista, que agradece la reproducción de su contenido.

viernes, 28 de octubre de 2011

La palabra en llamas


Onofre Guevara López
Si al autor de este libro le quema la palabra, es porque su palabra queda en llamas cuando dispara en ráfaga su crítica contra  los opresores. Y, leyendo este libro, se convencerán de lo dicho, como ya se habrán  convencido quienes le han dado seguimiento a su trabajo periodístico durante más de treinta años en El Nuevo Diario, y antes en otros medios de comunicación.  Su personalidad,  su identidad,  se las perfila la palabra Poeta que, cual prefijo, va unido a su nombre de forma inseparable: Luis Rocha Urtecho.  Nos identificamos por primer vez, en el momento cumbre de nuestra historia -como le sucedió a casi todos los nicaragüenses—, cuando debíamos reconocernos también en algunas tareas políticas de la revolución para hacerla crecer, según el sueño colectivo de entonces.
El poeta Rocha nació panameño por una temporal  residencia de sus padres en el país canalero, pero nicaragüense con el mayor de los porcentajes en la  sangre y en la cultura, la otra fuente de vida y de ser auténtico de un país, para poder ser universal. Quien nace a la vida y a la cultura –en cualquier lugar que sea— nace para todo el mundo. La forma más estrecha de concebir la vida, la cantó Daniel Santos en un bolero con filosofía de Rockonola, que sólo vio “cuatro puertas abiertas para el que no tiene dinero: el hospital y la cárcel, la iglesia y el cementerio”. En verdad, son infinitas las puertas que la vida tiene abiertas: las del exilio político,  económico y voluntario, que  fue el caso de lo padres de Luis Rocha, y a quien después se le abriría en pampas la puerta de la Poesía. Y, por supuesto, la del periodismo, cuando aun siendo un niño, Luis escribía a mano unas hojas que él creía era un “periódico” y luego lo leía en las esquinas de Granada, entonces sin posibilidad de que turistas mochileros le aplaudieran, pero sin duda se ganaba los aplausos de quienes miraban en su precocidad los genes literarios en funciones, de su abuelo paterno, director-propietario de El Correo, don Carlos Rocha Avellán, y de su padre, el poeta Octavio Rocha, quien fue miembro  del movimiento Vanguardia en sus días inaugurales. 
En 1983,  Luis Rocha ganó con su obra la confirmación de Poeta en la pila bautismal del Premio Latinoamericano de Poesía Rubén Darío. De paso, aclaramos  que el premio conquistado por Luis, es  muy diferente de  la “Orden de la Independencia Cultural Rubén Darío”, y él  hace constar en este libro, que no ha recibido ni recibirá esta orden, convencido de que, “quienes no reciban órdenes de los monarcas pasarán a la posteridad con ese mérito, y en cambio, quienes la hayan recibido o  reciban en el futuro, llegará el día en que, avergonzados, tendrán que repudiarlas.” Luis, vivirá pues, con el mérito de no haber recibido la orden de los monarcas criollos.
Para los primeros años sesentas, cuando Luis ya  posaba en el Olimpo poético, el espíritu de rebelde con causa que había en él, le invitó  a no conformarse con sólo manosear  las musas, y combinó esa actividad con algo riesgoso y de valor patriótico: Luis fue transportador de armas y de amigos, como Carlos Fonseca, junto a Germán Gaitán –revolucionario auténtico éste, y quien  aún no recibe el reconocimiento merecido—.  Ahora les recuerda como: “Aquellos hombres y mujeres (…) que decidieron entonces armar al pueblo de valor e ir juntos en busca de la razón perdida”. En la  etapa actual de la vida, Luis  se ve obligado a confesar que también había, entre aquellos hombres y mujeres, “Algunos que ni sabían qué era la razón ni para qué servía.” Seguramente, por eso, pienso yo, es que ahora desde el poder, ellos atropellan tanto a la razón.
El poeta Rocha es de los que supieron qué era la razón y para qué servía, y por ello, entonces se le abrió otra puerta, la de la cárcel, porque nunca esquivó el compromiso, y así lo hace constar aquí: “No podemos los escritores ser neutrales y ciegos, y mudos por insensibles a nuestros problemas sociales, económicos y políticos. Porque no hay fronteras entre lo cultural y lo ético.” Creo que también se le han abierto las puertas del hospital y de la iglesia, pero ni a él ni a nadie, le gusta abordar la idea, porque es inexorablemente inútil, acerca de cuándo se nos abrirá la última de las cuatro puertas que menciona el bolero de la filosofía de la Rockonola.
En reconocimiento a su entrega a la difusión cultural y a las tareas de origen para la formación  de la vanguardia de la revolución –el Movimiento Nueva Nicaragua—, fundado por Carlos Fonseca, y porque también el poeta Rocha siguió fiel a la razón y a la causa de su rebeldía, obtuvo la oportunidad de seguir aportando a la construcción de la utopía como Representante ante la Asamblea Nacional, y fue uno de los 92 redactores de la Constitución Política de 1987. Digo Representante y no diputado, porque durante el somocismo esa fue una sucia palabra, y ahora, otros la han vuelto a ensuciar.                                         
Es ocioso decir que a Luis Rocha no le hacía falta el Premio Latinoamericano  de Poesía Rubén Darío para seguir haciendo buena poesía, como tampoco dejó de hacer buen periodismo durante fue parlamentario. Consagrado a las dos actividades creadoras –la poesía y el periodismo— de cuerpo  e ideal enteros, no hay género ni estilo que no haya domeñado para hacer su crítica a veces cáustica y siempre irónica, más la visión analítica del demócrata y del revolucionario libre  de ataduras ortodoxas; con pasión política, pero sin la fogosidad estéril del anarquista.  Luis escribe su poesía con lápiz de grafito y sus artículos en una vieja máquina  Olimpia y los pasa a la computadora (aunque  Luis Javier es quien le hace enter cuando el abuelo se lía con la técnica). Así ha escrito Luis la chorrera de poemas, columnas y artículos y anotaciones, sólo pocos de los cuales son recogidos en este libro.
En las páginas de El Nuevo Diario se encuentran, entre otros trabajos de Luis, los Artículos de Arsenio Lupin (1988-1990;  Debate Contemporáneo (1991-1992); Aventuras de Arsenio Lupin (1988); Nuevos artículos de Arsenio Lupin (1989-1990; L´Osservatore Pagano (1992); Lecturas con antídoto (1992); Diálogo de dos ciudades con República en medio (2003). Y en este libro, se encuentran ocho fábulas (1994-2003), que son antecedente del Diálogo de dos ciudades… y ésta a su vez, precursora de Plática de caminantes, relatos imaginarios,  pero fieles reflejos de situaciones muy reales. Sus personajes son animales con anatomía e inteligencia humanas, algunos son descritos como lo suficientemente humanos para causar el daño que causan, y personales de animales reales: como Sherlock y Watson, cuyas “voces” son dobladas por su dueño y autor de la columna. Creo que los herederos de Sir Arthur Conan Doyle, ya no cuentan con el tiempo legal para cobrar derechos de autor, y tampoco podrían demandar a Luis por plagio de nombres, porque los de sus perros son nombres propios, bautizados por Luis y doña Mercedes, confirmados por  quienes conocimos a Sherlock y aún somos olfateados por Watson, cuando visitamos su casa, que es la misma de Luis. Además, siendo Sherlock Holmes y el doctor Watson nombres de personajes de una obra de ficción y patrimonio de la literatura universal, ¿quién podría decir que tiene el derecho de excluir este libro de ese mismo patrimonio, en su versión nicaragüense?
De algunos personajes puede decirse, con Platón, que son animales políticos, pero  políticos inteligentes con animalidad humana. Es claro que el autor no busca con sus fábulas llegar al lugar común adonde llegan a recalar las fábulas: a la sentencia moral. Luis llega a la moral de la crítica que sentencia ante la historia la culpabilidad de los abusadores del poder.Son innumerables las sentencias sobre los últimos gobiernos en las columnas de este libro, y me toca invitarlos a meditar sobre las mismas. De las otras fábulas, aquí hay una selección (no por cuestión de calidad, pues todas la tienen, sino por asunto de espacio) y artículos de la columna Pláticas de caminantes (2005-2009); Me queda la palabra (2009-2010); y Me quema la palabra (2010-2011). Aunque Luis confiesa que los artículos le fueron más fáciles de escribir que las columnas dialogadas, yo los considero más analíticos, de mayor profundidad humanista y de un indiscutible valor literario.
El libro Me quema la palabra, tiene como epílogo tres poemas: Carta a Luis Rocha, en Nicaragua (1982), del poeta español José María Valverde, donde confiesa su cariño por la revolución y a su autor, el pueblo: “Hoy tengo que decirlo: Nicaragua me ofrece,/tras aquel viejo son, otra lección más alta:/yo nunca había visto la cara de los  pobres/ con fulgor de esperanza…”
En su poema Contestación a José María Valverde –a diez años de la muerte de José María en 1996— Luis Rocha describe la otra realidad de Nicaragua sin la revolución,  fenecida igual que el poeta español: “Pero el pasado se había quedado agazapado,/ atrincherándose en corazones despojados de futuro,”. El tercer poema, La Plaza vacía, es una crítica y una burla a la vez de las convocatorias forzadas del orteguismo para sus actos políticos enflorados: “Porque esta plaza ya no tiene alma, aun llena está vacía”. 
Antes de concluir mi lectura de este libro, me topé con esta opinión de Luis, la cual comparto no sólo por lo que dice, sino porque he podido atestiguarlo en su caso y en su casa: “Siempre he creído que las letras y el arte son tan vitales para el hombre como una buena comida.” Ya verán ustedes de qué manera Luis se deleita –y hace agua la boca— narrando sobre las comidas típicas nicaragüenses y de las aficiones de gourmet tropicales de los poetas,  para quienes los huevos de la iguana son los huevos más exquisitos de todos los animales del mundo… nicaragüense claro, único lugar donde se consume esta delicia, según creo. Pero  Luis no podría escribir sobre cocina, ni hacer el honor cotidiano a sus caprichos gastronómicos, si no fuera por la complicidad de doña Mercedes, quien sin haber nacido en Nicaragua y nunca haber visto ni comido en su Extremadura española un Indio Viejo ni una Masa de Cazuela, sabe cocinar nuestras comidas típicas como no saben hacerlo muchas mujeres de Los Rincones de Nicaragua, donde se ubica  esta segunda “Extremadura”.*
Y les dejo para que saboreen todo el sentido humorístico que les sorprenderá, incluso,  entre las críticas contenidas en este libro.

Managua, 24 de septiembre 2011.
*Los Rincones, comarca de Masatepe, donde está “Extremadura”, lugar donde reside el matrimonio Rocha-Gómez.

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