Pregunta del millón
La gran pregunta: ¿Existe alguna posibilidad real de que Daniel Ortega pierda el poder en las elecciones que se avecinan? No es una pregunta fácil de contestar con algún sentido de responsabilidad. Porque si la respuesta es “no existe” para qué gastar tanto dinero en unas elecciones que no van a elegir nada, y si es “sí se puede” qué milagro tiene que ocurrir para que, uno, se revierta la intención de voto que marcan hasta ahora las encuestas, y dos, no se roben otra vez los votos.
Sobre seguro
De lo que sí estoy seguro es que Ortega está convencido que en estas elecciones no se juega nada. No es hombre de arriesgar. Todo le gusta sobre seguro. Cuando su hijastra Zoilamérica promovió un juicio por violación, se quitó la inmunidad de la que gozaba como diputado, hasta que estuvo seguro que quién lo juzgaría sería la entonces juez Juana Méndez, declarada admiradora suya. Igual ahora. No suelta a Roberto Rivas como su contador personal de votos, apenas afloja un poco la soga al cuello de los observadores, sin perder la punta del mecate por si le toca jalarlo de nuevo, y controla la vida y muerte de cualquier partido que lo amenace.
Caso PLI
Esto me lleva al caso del PLI. Paradójicamente, para este partido, al igual que cualquier otro partido opositor, su fortaleza representaría su muerte y su debilidad la vida. En otras palabras, Daniel Ortega va a mantener al PLI vivo mientras le sirva de sparring y pueda simular que hay elecciones en Nicaragua, y buscará como matarlo en la medida que amenace esa seguridad. El Frente Sandinista preferirá aguantar todos los reclamos que se le vengan encima por inhibir un partido antes de las elecciones, que incendiar Nicaragua el 6 de noviembre para robarse unas elecciones que perdió, si fuera ese el caso.
Justicia orteguista
Y claro, nunca falta quien le sirva en bandeja la cabeza de sus rivales. Así que vemos a unos personajes que hasta hace poco nadie sabía que existían, reclamando desesperadamente la posesión de un partido del que también muy pocos se acordaban hasta hace algún tiempo. Estos personajes no buscan justicia a secas, buscan “justicia orteguista” que es algo muy distinto. La “justicia orteguista” podríamos definirla como aquellas decisiones seudolegales que buscan beneficiar al partido Frente Sandinista. O sea, lo que están tratando de demostrar al CSE estos personajes no es que les asiste la razón y las leyes sino convencerlo de lo conveniente que sería para Ortega el desmarimbe de un partido opositor que marca de segundo en las encuestas.
Cascarudo del año
¡Qué bárbaro este Roberto Rivas! Si en Nicaragua hubiese el premio al cascarudo del año, nadie le mete las manos al señor Rivas. Ahora dice que no acreditarán como acompañantes u observadores al organismo Hagamos Democracia porque ahí “hay unos cinco militantes del PLI” y eso les quita lo imparcial que debería tener. Bueno, eso de la imparcialidad yo lo puedo entender, pero que la imparcialidad la pida Roberto Rivas es lo que provoca un ataque de risa.
Apuesta profunda
En estas elecciones no solo estará en juego quién gobierne, porque eso debería ser irrelevante en un sistema democrático cuando un partido gana limpiamente. Lo que está en juego es algo más profundo: es si las elecciones seguirán siendo o no el método civilizado que usaremos los nicaragüenses para cambiar a las autoridades, o si será la violencia otra vez la solución a los descontentos. Como en Libia, pues. Y eso debería hacernos reflexionar por igual a sandinistas, liberales, verdes y sin partido.
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