El diario granadino EL CORREO (1913-1934), fué fundado por quien fuera su Director, Carlos Rocha Avellán y es sobre todo recordado por haber dado acogida a las publicaciones literarias del Movimiento de Vanguardia, "Rincón de Vanguardia" y "Página de Vanguardia", a cargo de Pablo Antonio Cuadra Cardenal y Octavio Rocha Bustamante, hijo éste último de don Carlos y padre de Luis Rocha Urtecho, quien, junto con su nieto Luis Javier Espinoza Rocha, retoman hoy "El Correo Nicaragüense"; un blog pluralista, que agradece la reproducción de su contenido.

jueves, 20 de octubre de 2011

Hay que evitar el fraude saliendo a votar

Por: Sergio Ramírez 



Un amigo, compañero de mis años en la universidad, me pregunta si es que yo pienso votar en las elecciones del próximo domingo 6 de noviembre a pesar de todas las evidencias de que un fraude electoral se encuentra en marcha, y de que, por tanto, sería inútil ir a depositar un voto que no va a ser tomado en cuenta porque ya está decidido de antemano que el comandante Daniel Ortega va a ganar. Y que, por si fuera poco, se trata de una candidatura ilegal, en contra de la prohibición de la Constitución. ¿Ir a votar no es legitimar esa ilegalidad? ¿No es legitimar el pacto entre Ortega y Alemán, que sigue más vivo que nunca?
 
Me dice mi amigo, además, que lo único que no está decidido todavía es cuántos votos le van a adjudicar a cada partido contendiente, aunque de una cosa sí está seguro, de que el partido de gobierno tiene la maquinaria aceitada para fabricar la mayoría necesaria en la Asamblea Nacional que le permita sustituir la actual Constitución Política, y abrir las puertas de la reelección presidencial indefinida, algo que se han visto forzados a hacer esta vez por medio de una espuria sentencia de la Corte Suprema de Justicia. Y es más. No solo abrir las puertas a la reelección sin fin, sino a un estado antidemocrático, con un ejército y una policía también antidemocráticos.
 
Mi amigo tiene toda la razón en cuanto a sus temores. El partido en el poder tiene en sus manos el aparato de las elecciones, desde el Consejo Supremo Electoral, hasta el último de los miembros de las mesas de votación en los rincones más apartados del país. Han decidido a quién darle cédula de identidad y a quién no, controlan el sistema de cómputo, y han convertido la observación electoral en una jugarreta. Y por si fuera poco, el partido en el poder tiene infinitos recursos de campaña, proveídos por el negocio del petróleo venezolano y por los fondos del Estado, y como el mismo amigo me cuenta, cada vez que el comandante Ortega tiene una concentración pública en su campaña, la ciudad de Managua se queda sin autobuses para el transporte público porque los ocupan para acarrear a sus partidarios.
 
En todo eso estoy de acuerdo con mi amigo. Pero creo que la situación es aún más grave, porque no se trata nada más del muy probable fraude de las elecciones que vienen, como el de las elecciones municipales del 2008. Se trata de que en Nicaragua la democracia está en peligro de muerte. El comandante Tomás Borge, al proclamar al comandante Daniel Ortega como candidato presidencial a comienzos de este año, dijo textualmente: “La revolución es fuente de derecho y sus posiciones son legítimas y justas más allá de lo formal y lo concreto. Si estamos en una revolución, debemos seguir por eso la determinación del máximo órgano de este país (la Constitución) es injusta la máxima legitimidad la tiene la voluntad popular”.
 
La idea de perder estas elecciones o cualquiera otra que venga en el futuro, no está en la mente de quienes tienen hoy el poder y lo ejercen en nombre de una revolución falsa, porque la verdadera dejó de existir hace tiempo. Las elecciones son solo un trámite molesto que hay que cumplir, pero apenas sea posible, este trámite va a desaparecer, hasta que quedemos en el ya viejo y obsoleto partido único. Ya el propio comandante Ortega lo ha dicho, que las elecciones solo sirven para dividir, y que si tuviéramos un solo partido en Nicaragua, viviríamos en concordia y armonía.
 
Por todo eso, le respondo a mi amigo, que frente a sus dudas me pide consejo, hay que estar en la fila el domingo 6 de noviembre para votar. La democracia está en peligro de muerte, y por eso precisamente no hay que abandonarla. Si salimos a votar todos, podemos levantar un muro contra el fraude, ese fraude que a su vez nos llevaría a una reelección ilegal, y de allí a la institucionalización de un estado antidemocrático en el que la figura del caudillo, tan funesta a lo largo de nuestra historia, quedaría entronizada.
 
Quedarse uno en su casa el día de las elecciones, es no solo resignarse al fraude, sino bendecirlo. Y bendecir el pacto, porque Ortega y Alemán estarían felices con la abstención, ya que se podrán repartir el pastel a su gusto. Si no vamos a votar, no tendremos derecho a reclamar, y vamos a ser cómplices de la desaparición de la democracia, cómplices de que nosotros y nuestros hijos y nietos tengan que vivir bajo una dictadura que cada día se irá metiendo más con nuestras vidas y con nuestras libertades, sin hacer distingos de clases sociales ni de condición económica.
 
Cada quien, le he escrito a mi amigo, que vote por su propia opción, pero que vote. Yo tengo la mía. Voy a votar por Fabio Gadea, porque estoy seguro de que será un buen presidente, como lo fue don Bartolomé Martínez, honrado con los fondos públicos, y defensor de la democracia contra los pactos y el caudillismo. Don Bartolomé, que no sabía de armas, fue capaz de derrotar las pretensiones caudillistas de Emiliano Chamorro.
 
Y lleva como candidato a vicepresidente a un hombre también honrado, y probado en las luchas democráticas contra la dictadura de Somoza al lado de Pedro Joaquín Chamorro, Edmundo Jarquín. Ambos son nicaragüenses honestos, y ese es un requisito esencial para un buen gobierno que saque a Nicaragua del nefasto rumbo de demagogia y corrupción que lleva. Son una esperanza, y las esperanzas verdaderas son capaces de atraer los votos ganadores suficientes para evitar el fraude.

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