El diario granadino EL CORREO (1913-1934), fué fundado por quien fuera su Director, Carlos Rocha Avellán y es sobre todo recordado por haber dado acogida a las publicaciones literarias del Movimiento de Vanguardia, "Rincón de Vanguardia" y "Página de Vanguardia", a cargo de Pablo Antonio Cuadra Cardenal y Octavio Rocha Bustamante, hijo éste último de don Carlos y padre de Luis Rocha Urtecho, quien, junto con su nieto Luis Javier Espinoza Rocha, retoman hoy "El Correo Nicaragüense"; un blog pluralista, que agradece la reproducción de su contenido.

lunes, 31 de octubre de 2011

EL CAMINO A SIRTE


Luis Rocha

El camino a Sirte nace y muere en Sirte. Es, ignorando las advertencias de la Historia, el camino predilecto de déspotas y tiranos, pese a que hay un momento, casi al final, que pasa por horrendas, denigrantes y despreciables torturas. El camino a Sirte trata inútilmente de enseñar a los vencedores que no se debe de ser un salvaje ni cuando se derroca a un tirano. En realidad, el camino a Sirte es el trayecto que un día nace en efímeros ideales del déspota en ciernes, para continuar cuesta abajo hacia las infernales profundidades de la ambición, la codicia y la quimera del poder absoluto y eterno.
El camino a Sirte, según el dictador que lo utilice, tarda más o menos cuarenta y dos años en recorrerse. Pasa por derrocar a algún rey enfermo, como Idris, para acabar reencarnándose en él. Con la folklórica camella Jaima y una guardia personal de treinta vírgenes, a lo mejor imprudentes, el déspota de esta historia verdadera pasó por Bengasi y convirtió su plaza en Plaza de los Mártires. Encendió un fuego ya inextinguible para él y los familiares de mil presos aniquilados en la cárcel de Abu Salim de Trípoli, vencieron el miedo y contagiaron de aires de libertad Libia entera.
Como aprendieron los de aquí, Kadhafi allá quiso establecer un gobierno adaptado de su religión, mejorada por él, que fue su doctrina socialista, cristiana y solidaria, recogida en su Libro Verde, tan verde como una sonrisa, y creó la yamahiriya, que equivale a “Pueblo Presidente”. En teoría el poder pasó a los Consejos del Poder Ciudadano, dirigidos a menudo por adolescentes educados en el culto a su personalidad y con potestad para estar por encima de ministros y alcaldes. Pero en la práctica concentró en sí mismo el poder absoluto y se rodeó de una muy lujosa y supuestamente inexpugnable muralla de nepotismo, colocando a sus hijos en puestos claves militares, económicos y políticos. Ese fue su recorrido del camino a Sirte.
Hasta a un dictador en ciernes le aconsejaría no tomar el camino a Sirte, puesto que éste parte de y definitivamente termina en Sirte. No hay vuelta de hoja en las hojas de la Historia. Si viera y escuchara ese dictador no tan imaginario, a lo mejor se salvaba, y no seguiría los pasos de Adolfo, Benito, Anastasios o Muamar, entre otros tiranos que en el mundo han sido y se empecinaron en terminar sus fastuosos días en Sirte. Quien quiera oír que oiga y quien quiera ver que vea las imágenes de destrucción y muerte de las guerras, producto de sus incontrolables y demenciales ambiciones.
Porque el camino a Sirte pasa en Trípoli por plazas de aclamadores de déspotas y tiranos, que tarde o temprano se convierten en sus verdugos. Pasa por el desierto de los espíritus y por los espíritus desiertos. Sigue entonces ya el camino su camino inexorable. Aquel quien no se quiera dar cuenta  que el de reelegirse para perpetuarse en el poder es el camino equivocado, está irremediablemente perdido. Aún sin querer, regresará a Sirte, donde nacieron él y su camino. Ya será demasiado tarde. Aquel camino no tiene retorno. El camino a Sirte concluye en unos oscuros, sucios y nauseabundos tubos de drenaje, donde desde un comienzo ha estado, agazapada y aguardando, la muerte.

“Extremadura”, Masatepe, 27 de octubre de 2011. (Me quema la palabra). 

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