Onofre Guevara López
Si la prohibición constitucional no le significó nada
respetable a Daniel Ortega, como para que pudiera limitar en lo mínimo su
ambición política continuista, no hay porqué suponer que con la nada ociosa presencia
del cardenal Miguel Obando en sus negociaciones con representantes del capital
privado, quisiera respetar el precepto constitucional de que el Estado
nicaragüense no tiene religión oficial. Debe darse por descontado, entonces,
que si Ortega ha hecho colapsar el orden constitucional para imponer su
absolutismo político, no iba a dejar de imponer sus intereses “espirituales”.
Y ahí estuvo, en pleno, reproduciendo la imagen de un
jefe de gobierno –con su confesor personal en medio, como si se estuviera
tratando asuntos de iglesia y no de Estado—, haciéndole honor en el Siglo XXI al
espíritu clerical de los gobernantes de la Nicaragua pre capitalista del Siglo
XIX. El escenario “neo medieval” estaba
completo, con Carlos Pellas, el poder económico de siempre tras el trono,
avalando con su presencia la labor ejecutiva de José Adán Aguerri, como líder
de la empresa privada.
No se crea, sin embargo, que en su agenda hubo
contradicciones graves que resolver. Nada de eso, pues resuelta ya, la para
ellos, ligera inconveniencia de una reelección prohibida por la Constitución –y
habiendo sólo contradicciones leves en el orden económico—, sobre la mesa amable y bien enflorada de su
reunión estuvo el interés común de continuar, eso sí, con “prudencia”, con las
políticas neo liberales que tan buenos dividendos les ha dado: un crecimiento
del 4.5%, gran exportación, altos precios
de las materias primas (los cuales siempre ha sido una “altura” temporal, de
acuerdo a los vaivenes de un mercado que
ellos nunca han manejado ni van a manejar).
Para que tan fructífero panorama económico no pierda su balance
en pro de las medidas “populistas”, el jefe del gobierno –de actividades capitalistas
privadas también, ¡y con buen suceso!—, con su confesor al lado, y con don
Carlos Pellas, gran jefe de todos en esos menesteres de altos pesos y centavos,
más el ejecutivo empresarial José Adán Aguerri y otros, todos en plena armonía,
señalaron los temas para sus futuras “soluciones”:
a) La reforma
tributaria (¿será para pagar los impuestos que nunca han pagado, o para
maquillar el pago de las gabelas con unos cuantos centavos más?); b) la reforma
a la Ley de Seguridad Social (lo ya conocido, es que pretenden alargar de 60 a
65 años para jubilarse, no alterar la cuota patronal y subir la de los
trabajadores); c) negociación sobre el salario mínimo (el cual sólo de lejos
mira por dónde anda la canasta básica, al margen de los trabajadores, pues los
líderes de los sindicatos oficialistas sólo están autorizados a hacer
propuestas, las cuales luego desechan para aceptar agradecidos lo que el
gobierno quiera imponer, de acuerdo con los patronos); y d) la tarifa de la
energía eléctrica para 2012 (negocio exclusivamente suyo, de Ortega y de unos
pocos privados), la que sin falta terminarán pagando otros).
Ya seguiremos viendo a la maquinaria del clan
Ortega-Murillo, cumpliendo su función caritativa con el disfraz “cristiano,
socialista y solidario”, repartiendo en “proyectos sociales” las migajas que
sobran del gran banquete privado-estatal. También seguirán administrando el
Estado como su empresa privada, consolidando su poder, recetándose la
elaboración de leyes y reformas constitucionales; es decir, reconstruyendo el
deshecho orden constitucional, pero adaptado a sus intereses políticos y
económicos. Sobre todo, recrearán la estructura legal –¡que nunca será legítima!—
de todo lo que durante cinco años el clan ha venido violando, ignorando y
reformando con sus decretos ilegales.
Mientras el clan Ortega-Murillo estará empeñado en la
tarea de enterrar el orden anterior, con facultades ilegalmente adquiridas a
través del fraude electoral, seguramente el Cosep no dejará de recomendarle lo que ya le
recomendó: “prudencia” (¿?). Para hacer efectiva la recomendación, por aquello
de que “el ojo del amo engorda al ganado”, el Cosep tendrá su propia oficina en
la Asamblea Nacional.
Pero con el apoyo que sus aliados y socios obtenga
–incluso por omisión, cuando les convenga hacerse los suecos— no le abonarán
ninguna legitimidad a su nuevo engendro. La supuesta nueva institucionalidad
que el clan Ortega-Murillo se construya, nunca podrá ser legítima por lo espurio
del origen del gobierno que la impulsará,
haciendo funcionar mecánicamente sus 62 votos.
Tendremos, por lo menos en los próximos cinco años, un
gobierno de facto, con una mascarada de legalidad hecha a medida y capricho del
clan Ortega-Murillo, aunque con la “prudencia” que los capitalistas le recomiendan y que no pasa de ser una simple
insinuación de que vaya lento para llegar lejos con sus políticas neoliberales.
¿Cuál es el objetivo de esa “prudencia”? Que no altere el ritmo de
“crecimiento” bajo la supervisión y el control y el padrinazgo del Fondo
Monetario Internacional, para que el gobierno norteamericano le dé el “waiver”,
y se garantice el “apoyo” del Banco Mundial Interamericano de Desarrollo.
Nada nuevo, pero una reelección demanda una estructuración
de su alianza. Ellos lo dijeron después de la reunión bajo la bendición del
cardenal Obando. Es sus palabras se traslucen sus deseos. El pueblo seguirá sin
palabras y con deseos insatisfechos. Y
mientras tanto gobierno y patronos recetan “salarios mínimos” y migajas,
a ellos nadie les controla sus ganancias. Una sociedad feliz, “cristiana,
socialista y solidaria” en toda su santa y mentirosa dimensión.
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