El cierre de la vía electoral para cambiar de gobernante es un golpe para las aspiraciones democráticas pero no el fin de la esperanza. Las crisis pueden convertirse en oportunidades para crear caminos nuevos, a veces más profundos y genuinos, precisamente por ser más difíciles. Las virtudes y lo mejor del ser humano suelen acrisolarse ante los obstáculos. La democracia tradicional, “burguesa”, en la que el poder se ganaba por los votos, tenía la ventaja de ser pacífica, pero también el peligro de convertirse en vivero depolíticos sin principios.
El tipo de lucha que se abre hoy requiere de hombres y mujeres y de fuerzas políticas distintas. El desafío planteado es derrotar el proyecto dictatorial actual, o restaurar lademocracia, por medios cívicos no violentos. Para Nicaragua es algo inédito. La reacción tradicional, frente a las dictaduras o el rompimiento institucional, ha sido siempredesenterrar los fusiles y aceitar las pistolas. Por eso nuestra historia es un rosario de guerras civiles. El sandinismo erigió incluso una estatua a Rigoberto López Pérez, exaltando la nobleza de jalar el gatillo contra los tiranos.
Nunca más. La violencia puede cambiar gobiernos pero difícilmente cambia las sociedades; al dejar vivos los virus de despotismo que pululan en los humanos, suele reeditar o recrear los monstruos que derrota. Si aspiramos a una nueva Nicaragua hay que surcar caminos nuevos. El objetivo de esta lucha no es simplemente sustituir un presidente por otro, sino algo mucho más importante: cambiar la sociedad desde sus raíces, creando una generación verdaderamente civilista y democrática.
El primer desafío en esta empresa, es gestar un liderazgo comprometido con una estrategia de lucha cívica y un código de ética bien definido. Quienes aspiren a participar o dirigir la lucha deben encarnar los valores y el cambio que preconizan, observando una total coherencia entre su vida pública y privada, mas hoy, cuando el celular y la tecnología moderna facilitan mucho captar los “pecadillos” y las inconsistencias.
Sus organizaciones deben ser ejemplo de democracia. El modelo de partidos o movimientos piramidales, bajo el liderazgo de un jefe poderoso o “indispensable”, han de dar lugar a modelos horizontales, basados en el diálogo, el consenso y la renovación. Un factor unificador, dentro de la diversidad, ha de ser un conjunto de convicciones bien entendidas e internalizadas. En Nicaragua hemos tenido muchos “liberales”, “conservadores”, o “sandinistas”, que lo son solo de nombre; por tradición o factores emocionales, y no por el convencimiento producto de la razón y el análisis. Las nuevas fuerzas políticas deben tener militantes que entiendan bien la lógica de la democracia y la libertad y que sean capacesde convencer al pueblo con la razón de sus planteamientos.
Un blanco fundamental de estas fuerzas será captar a la juventud. En vísperas de la caída de Somoza, en 1978, había un poco más de 15,000 estudiantes universitarios. Hoy hay más de 160,000. Esta es una fuerza con una capacidad de movilización mayor por estar interconectados a través de las redes sociales. El orteguismo podrá ofrecerles pachangas, pero no ideales morales y menos los empleos que solo pueden suministrar economías vigorosas. Tarde o temprano esta masa despertará. Pero para hacerlo necesitará del empujede una fuerza moral, capaz de desafiar el corrupto orden actual con abnegación y sacrificio.
La oposición deberá ahora empeñarse en la construcción no de un tejido electoral, sino de redes capaces de realizar movilizaciones, plantones y protestas, como una verdadera guerrilla cívica, pequeña quizás, pero de una gran efectividad por su creatividad, audacia y, sobre todo, por su compromiso ético. Nicaragua será de ellos.
El autor es sociólogo y fue ministro de educación 1990-1998.
No hay comentarios:
Publicar un comentario