El diario granadino EL CORREO (1913-1934), fué fundado por quien fuera su Director, Carlos Rocha Avellán y es sobre todo recordado por haber dado acogida a las publicaciones literarias del Movimiento de Vanguardia, "Rincón de Vanguardia" y "Página de Vanguardia", a cargo de Pablo Antonio Cuadra Cardenal y Octavio Rocha Bustamante, hijo éste último de don Carlos y padre de Luis Rocha Urtecho, quien, junto con su nieto Luis Javier Espinoza Rocha, retoman hoy "El Correo Nicaragüense"; un blog pluralista, que agradece la reproducción de su contenido.

jueves, 22 de diciembre de 2011

Las “tres M” del clan: medrar, mentir, manipular


Onofre Guevara López

Pese a la limitada observación de la OEA y la Unión Europea, y la marginación oficial de observadores locales, son incontrastables las evidencias sobre el fraude electoral del 6 de noviembre 2011. Sin embargo, a la oposición le pasa igual que a la familia del muerto: todos les dan sus condolencias y ofrecen su apoyo moral, pero nadie le puede aliviar su tragedia.
Por su lado, el autor del fraude hace de todo para convencer que hubo comicios limpios.  Para eso, dispone de la ayuda de sus aliados del exterior, los cuales reproducen su versión y omiten todo dato sobe el fraude, como el arranque de la ilegalidad del proceso electoral con la candidatura inconstitucional de Daniel Ortega.
Sus aliados transmiten la versión de Ortega hacia sus pueblos, junto a la versión que tienen sobre su propio país, y la hacen creíble en la medida de su propia influencia sobre ellos, y según el grado de adhesión política e ideológica que tengan respecto a sus líderes. Son los casos de gobiernos del Alba, principalmente Venezuela, Cuba, Ecuador y Bolivia.
Otro escenario es el de los organismos internacionales, en donde ambas versiones constituyen material de agenda, no siempre muy cercana al verdadero y retorcido curso legal que en Nicaragua tomó el orteguismo para llegar al fraude. En la OEA, hay choque de versiones, y en la reciente cumbre fundacional de la Celac, sólo hubo la versión de su autor y beneficiario, Daniel Ortega.  
En nuestro país, el fraude se consolida a causa  del dominio absoluto que sobre los Poderes del Estado ejerce Ortega –en primer lugar, del corrupto Consejo Electoral—, y la cada vez menos disimulada parcialidad de la Policía y el Ejército. Por otra parte, la oposición continúa dividida, igual que previo a los comicios, aunque varió su correlación de fuerzas –ahora con la Alianza PLI al frente—. Por ese motivo, el orteguismo ha centrado sus enconados ataques, acusaciones y persecuciones contra la Alianza-PLI, también por su denuncia del fraude y el no haber podido humillarla aún más electoralmente –pese al enorme fraude— como le hubiera gustado hacerlo a Ortega, por su odio a los sandinistas del MRS.
Si previamente a las elecciones los niveles de organización opositora en su conjunto, y de cada partido, no fueron eficientes, después de efectuado el fraude, tampoco pudieron conducir el descontento popular hacia las protestas permanentes y sólidas, como para crear una situación en la cual el gobierno se viera obligado a pagar algo por su delito electoral.  
Entre sectores de oposición hay tendencias hacia soluciones que, efectivamente, no son tales. Una es el no acceso de los diputados electos de la Alianza PLI a sus curules, y la otra, esperar que desde el exterior impidan el reconocimiento del gobierno de Ortega. Esta última tendencia es decadente y refleja en minoría un pasado de renuncia a la soberanía y a confiar en que fuerzas externas resuelvan lo que le toca resolver a los nicaragüenses.
Cazando oportunidades están algunos sectores de la ultraderecha gringa y de representantes reaccionarios en su Congreso, los que –en supuesto apoyo a la democracia y al burlado pueblo nicaragüense—, le hacen más daño que bien a la causa democrática anti orteguista. Es fácil advertir que con esa su actividad, de ampararse en una justa causa, encubren su tradicional política injerencista.
Y tan malo como eso, es que su campaña le sirve a Ortega para –perversamente— pregonar que las demandas de los nicaragüenses son orientadas por esas fuerzas derechistas externas. Incluso, dijo en la cumbre de Caracas, que las protestas contra el fraude son pagadas por el gobierno estadounidense. Con ello pretende presentar a toda la oposición –sin matices de ningún tipo— como una fuerza reaccionaria pro imperialista. En cambio, a sus seguidores los presenta como la fiel y única representación del pueblo –también sin matices—, ocultando bajo su retórica a quienes medran a la sombra del Estado, a violadores, ladrones y traficantes de influencias. Su cliché no tiene aristas: “nosotros los revolucionarios”, y ellos “los oligarcas, agentes del imperialismo y sus voceros en los medios de comunicación de la derecha.”
Ortega busca al menos tres objetivos: a) cobijar su fraude bajo la protección del patriotismo latinoamericanista; b) victimizarse como supuesto objeto de una “conspiración desestabilizadora financiada por el gobierno norteamericano”; y c) desviar la atención de gobiernos y pueblos de sus propias violaciones constitucionales, hacia la “conspiración”, para que le justifiquen y apoyen.
El desprestigio que Ortega busca para los reclamos contra sus aberraciones, le permitiría seguir haciendo el negocio de su vida: la cooperación del Alba manejarla por él de forma privada, sin aportar nada a esa entidad, aparte de sus discursos demagógicos antiimperialistas y de su solidaridad verbal.
No hay nada que el clan Ortega-Murillo  no maneje con ese fin. Desde su prédica “cristiana” a su falsa orientación “socialista”. Entre esos extremos, maneja un discurso “ideológico-religioso” en el cual “el gran líder” aparece como predestinado por la divinidad a normar y representar la voluntad del pueblo. Canoniza su liderazgo y manipula el hambre y la humidad de la gente, para permitirse actuar sin recato por sobre todo orden legal, justificándose con el criterio de que la voluntad popular –la cual el clan “representa”—  es superior a cualquier ley, y para “hacer cualquier cosa con tal de no ceder el poder”, porque “la revolución” es fuente de derecho.
Varios factores permiten que la demagogia del clan se mantenga: los recursos económicos venezolanos; la tradición oportunista de algunos partidos políticos; la pobreza generalizada, que le permite medrar a su nombre, y la poca organización de los sectores obreros y campesinos. Su bajo nivel de desarrollo político, ideológico y organizativo les hace ser víctimas y clientela a la vez, de la política usurpadora del clan  Ortega-Murillo.  
Pero, en amplios sectores populares y capas medias, existe convicción de que orteguismo es sinónimo de oportunismo, mentira y manipulación. Por eso, la lucha continúa. 

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