Llega
Diciembre, el clima se enfría y los espíritus se entibian. La felicidad se
apodera de nuestro entorno y la virtud rompe el cascarón que la mantiene
aprisionada durante los once meses anteriores.
La
virtud no tiene nombre, no tiene apellido, no tiene raza, ni credo religioso.
No pertenece a ninguna clase social, ni a ninguna situación económica. La
virtud es un don que Dios le da a muy pocos en este mundo.
Hay
varias virtudes, una de ellas es la generosidad, que es hija de la
misericordia. Por eso el título de este escrito y por eso el testimonio sobre
dos personas que son ricas en generosidad y cruzados de la misericordia.
La
virtud no tiene nombre, ni condición social, ni situación económica. He aquí la
prueba:
Doña
Vivian Fernández de Pellas y Victor Rosales no pueden ser más distintos: Una
mujer y un hombre; ella millonaria y él pobre, pero ambos generosos y
misericordiosos.
Una
mañana de Octubre de 1989 se le detuvo el tiempo a la joven señora, esposa de
Carlos Pellas Chamorro, heredero de la fortuna más importante de Nicaragua,
Vivian Fernández. Viajaba hacia Estados Unidos en compañía de su esposo a bordo
de un avión de la línea aérea SAHSA. Jamás pensó doña Vivian que ese vuelo que
abordó en el aeropuerto Sandino, se iba a estrellar pocos minutos más tarde.
Doña Vivian fue una de los pocos sobrevivientes. Dios le permitió seguir
viviendo, con la ayuda audaz de su esposo, que se introdujo al avión en llamas
para rescatarla de una muerte segura.
Después
de esa experiencia, ya nada fue igual. En un segundo comprendió lo temporal de
nuestra existencia, lo insignificante que es el dinero y el valor real de la
vida.
Doña
Vivian ya no pensaba igual y los que salieron ganando con ese cambio fueron los
pobres, especialmente los niños, porque su generosidad y su misericordia se volcaron
sobre ellos.
Con
toda seguridad fue debido a esa trágica experiencia que hoy existe APROQUEN y
el cuido esmerado que reciben los que sufren el ardor de las llamas y no tienen
recursos económicos para sanar sus quemaduras; que hoy existe la caravana de la
alegría, que le lleva a los niños hospitalizados en cuarenticinco hospitales,
amor, alegría, juguetes y felicidad; que hoy existe sobre todo esa devoción por
curar el dolor ajeno y hacer felices a los niños quemados y también a los
adultos. Al ver tanta bondad entre tanto egoísmo, solo podemos decir que doña
Vivian Fernández de Pellas, es un ángel de
misericordia.
De
don Victor Rosales, se poco. No sé si existe en su pasado un hecho impactante
que lo sacó de la indiferencia. Sé que es un ser privilegiado tocado por el don
de la virtud; sé que es un campeón de la generosidad y un capitán de la
misericordia. Sacando medios de donde puede, hace feliz a miles de niños en
Nicaragua, regalándoles un juguete en Navidad para que los sufrimientos de la
pobreza se detengan por un día y los niños que la sufren rían y no lloren de
hambre y de soledad.
Don
Victor anda navegando sobre el río Coco en un trineo acuático repartiendo
sonrisas, cariño y juguetes en donde solo hay abandono. Haciendo llover
generosidad y sembrando ilusiones y por eso podemos decir que don Victor
Rosales es un ángel de misericordia.
Ojalá
y existieran más ángeles de misericordia como doña Vivian y don Victor en
Nicaragua. Así todo sería diferente.
Jorge
J Cuadra V
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