Por José Luis Rocha
El FSLN
planeó concienzudamente ganar estas elecciones por las buenas o por las malas.
Las ganó por las buenas y por las malas. Con zanahoria vil y garrote
rosa-chicha. Nunca sabremos cuántos votos obtuvo en justicia el FSLN y a
cuántos le entró a saco, rapiñados en las juntas receptoras de votos y la cueva
suprema electoral de Alí Roberto Babá Rivas y sus más de 40 ladrones. La
rebatiña logró invertir los patrones de anteriores comicios: adjudicó más del
60% de los votos a Daniel Ortega, estigmatizado entre sus huestes y entre
profanos como el “comandante 38%”, y dejó ese exiguo porcentaje al conjunto de
opositores.
No sabemos cuántos, pero sabemos para qué
La piñata
electoral que tan jugosamente benefició a la Mara 19 tiene un doble cometido.
Por un lado establece el total dominio orteguista del Estado mediante una
mayoría absoluta en la Asamblea Nacional, único bastión que ambicionaba la
cúpula sandinista después privatizar y administrar como empresas propias el poder
ejecutivo, la Corte Suprema de Justicia, el Consejo Supremo Electoral, la
Contraloría Nacional de la República, la Procuraduría de Defensa de los
Derechos Humanos, el ejército y la policía nacional. Por otra parte, el súbito e
inverosímil -pero para muchos incuestionable- ascenso del sex-appeal de Daniel Ortega busca poner orden en casa –acaso llena
de levantiscos aspirantes a príncipes herederos-, envía un mensaje a sus correligionarios
que aspiran a suceder al imbatible líder: tengo trono y reino, y sigo siendo el
rey.
En casa y
fuera de ella la sucesión es un tema importante. No se espera la abdicación. Y
la adulación como mecanismo de supervivencia ha eliminado todo embrión de
crítica y autocrítica y, con ellas, todo intento de la saludable renovación de
células que requieren los organismos vivos. El cambio sólo puede venir si es
exigido de la implacable parca y los quebrantos de salud. Algunos rumores al
respecto circularon la víspera de las votaciones. La misteriosa e inoportuna cancelación
del cierre de campaña del FSLN sembró expectativas entre quienes aspiran a una
salida providencialista: Dios nos lo dio, Dios nos lo quitó. ¿Daniel Ortega
estaba enfermo de gravedad?
Lo cierto
es que Ortega desapareció tras bambalinas en el clímax de la opereta electoral.
El aparato ideológico se apresuró a echar a rodar la especie de que Ortega
había acudido a socorrer in situ a
las familias damnificadas por las últimas y devastadoras lluvias, pero no hubo
registro audiovisual que diera cuenta de tan encomiable misión, y esa ausencia
de huellas mediáticas fue demasiado notoria en un mandatario cuyas imágenes y
palabras se proyectan y atesoran en todos los medios de comunicación y páginas
web que las instituciones e individuos orteguistas poseen e incrementan
trimestralmente.
Los
secretos coreados por voces jubilosas decían: Ortega tuvo que viajar de
emergencia a Cuba por un derrame cerebral, Ortega tuvo un sangrado de nariz,
Ortega está deprimido. Ninguno de los tres derrames –cerebral, sanguíneo o
emocional- fue confirmado. Un par de días después Daniel Ortega emergió como el
cadáver más saludable del panteón de los deseos insatisfechos y una muestra más
de que el pensamiento positivo es una quimera. Sin embargo, la enfermedad de
Chávez y el funesto desenlace de la saga de Gadafi son acontecimientos
internacionales que sin duda hacen mella en el patriarcal otoño de Ortega.
Emitir un mensaje sobre su fortaleza política era perentorio. Y ya que ese
mensaje no puede embobar a los adversarios, concluyamos que va dirigido al
ganado de su redil.
No sabemos cuántos, pero sabemos cómo: los
efectos de la política social
Unas
elecciones que la Unión Europea tildó de “carentes de neutralidad y
transparencia”, no son caracterizables en términos de cuántos votos tengo aquí. No sabemos cuántos votos el FSLN ganó, alquiló,
transmutó, prefabricó o atracó a urna armada. Pero sí podemos saber cómo obtuvo
unos y otros: los ganados y los trampeados. Este texto es un intento de
explicar en qué consisten la zanahoria y el garrote para barruntar sobre qué
arenas –firmes y movedizas- se asienta el orteguismo 3.0.
Empecemos
por la zanahoria. Con excesiva ligereza los analistas políticos despachan el
“modelo” orteguista –llamémoslo así para darle un estatus que no siempre tiene
su amalgama de improvisaciones antojadizas y espiritismo ecléctico, que lo
mismo venera al Cardenal Obando que a Yiye Ávila y Sai Baba. Le colocan la
etiqueta “populista” -como si de una lápida inamovible y definitiva se tratara-
y presumen que con esa palabra logran invocar todos los íncubos y súcubos
políticos. “Populismo” es una escarapela muy ancha, que lo mismo cubre el
peronismo que la política económica keynesiana, el agrarismo en México y el New
Deal en Estados Unidos, el “populismo conservador” de Ronald Reagan y el
“populismo progresista” de Kennedy, los gobiernos de Lázaro Cárdenas en México
y Getúlio Vargas en Brasil, la “derecha populista” de Berlusconi y la izquierda
vociferante y verborréica de Chávez. Se pintan de populismo la derecha y la
izquierda, las dictaduras y las dictablandas. Cuando se sirve con tanta
generosidad y desparpajo, el concepto pierde utilidad explicativa y efectividad
política.
Independientemente
de las inclinaciones y ortodoxia del populismo orteguista –se es que hay ortodoxia
en el populismo- , importa mucho tener claros tres elementos en los que basa su
éxito. Primero: sean cuales sean los fines, medios y grados de su populismo,
populismo no es igual a demagogia. La demagogia quiere conquistar al pueblo con
discursos; el populismo lo conquista con hechos. El gobierno de Ortega ha hecho
inversiones que cambian la vida cotidiana de muchos nicaragüenses. Segundo: Muchas
sombras de este populismo son toleradas, olvidadas o incluso despejadas por el
hecho de que en el horizonte inmediato no se vislumbran alternativas más
halagüeñas. Los gobiernos que precedieron al de Ortega no se ocuparon de hacer
esas inversiones. Las desestimaron como superfluas, no rentables electoralmente
y, por supuesto, “populistas”. Apostaron por fortalecer la institucionalidad y
otras entelequias. La institucionalidad, que el populismo orteguista atropella
y su oposición dice defender, no da de comer a nadie -dicen los ciudadanos de
pie-, salvo a los funcionarios de las ONG que reciben fondos ligados a esas
misiones, visiones y mandatos. Tercero: Las inversiones sociales del orteguismo
han sido seleccionadas con neurótica meticulosidad para acariciar nervios muy
sensibles. Tienen el poder de evocar en las mentes y corazones de sus
simpatizantes y correligionarios los que para muchos de ellos fueron “los
dorados años ochenta.” La efectividad de la inversión social del orteguismo no
se mide en conclusiones racionales –si rinden a futuro, si tienen más
beneficios que costos, si son las más urgentes-, sino por las evocaciones
míticas que produce.
¿Cuáles son
las inversiones sociales que el gobierno de Ortega ha hecho y que la oposición
que lo precedió en el poder desestimó? Una campaña de alfabetización que no
tuvo los alcances cacareados por la propaganda gubernamental, pero que, por
insignificantes que hayan sido sus logros, invitan a preguntarse: ¿Por qué no
se le ocurrió a ninguno de los gobiernos anteriores que era importante
alfabetizar? Ante sus imágenes, resultado del maquillaje publicitario, muchos
comentan: Una campaña como en los
ochenta, con los guerrilleros de la alfabetización. Las jornadas populares
de salud son otra reedición: vacunación, abatización y brigadas internacionales
de médicos que curan gratis enfermedades muy costosas de atender. ¡Como en los ochenta! Las becas para
estudiar en Venezuela y Cuba han permitido que la juventud sandinista haga
estudios universitarios en el extranjero. ¡Volvimos
a los ochenta!
Las
brigadas de jóvenes constructores, por el mero costo de reproducción de su fuerza
de trabajo, edifican escuelas en barrios y comarcas que nunca las tuvieron. ¡Son como las brigadas de cortadores de
café, pero que ahora son de albañiles! ¡De los batallones de producción a los
batallones de la construcción! Sólo para dar una leve idea de las
donaciones e inversiones que pueden suscitar el agradecimiento popular,
anotemos en la lista -abrumadora pero en modo alguno exhaustiva- la pavimentación
de calles y carreteras en barrios y pueblos de difícil acceso, las casas para
el pueblo, la titulación de terrenos precarios a nombre de sus inveterados
ocupantes –antes temerosos de un desalojo inminente- , el parque navideño con
juegos de diversión gratuitos y su exótica pista de patinaje sobre hielo, la plancha
de diputados con la mayor composición femenina, los buses rusos para el
transporte en Managua, la congelación del pasaje de bus en las ciudades –no ha
subido en cinco años y es el más baratos de Centroamérica-, el subsidio del
combustible a los transportistas, la purísima permanente de la repartición de
alimentos básicos por parte de los Consejos del Poder Ciudadano, las vaquillas
y otros obsequios del programa Hambre Cero, los préstamos para no ser pagados y
el puerto Salvador Allende junto al lago de Managua, donde llegan artesanos a
vender sus productos y las familias no adineradas se divierten en un área
pulcra y decente que antes fue plaza de lupanares, cantinas y asaltantes. ¡Sigamos reimprimiendo los 80!
Los
analistas que desprecien el efecto de esos logros –su efectos real y su poder
evocador- están condenados a una visión miope de lo que está ocurriendo en
Nicaragua. Aunque Nicaragua sea país que avanza con paso presuroso hacia el
pasado, ¿qué importa si los vigores de ese viaje en el tiempo tienen tantos y
tan palpables beneficios? Estas cristalizaciones de la Nicaragua cristiana, socialista y solidaria son las que cosecharon
el 40% de los votos que el FSLN probablemente obtuvo por las buenas. De ahí
emanaron los votos. De esos logros y no de los estereotipados y reiterativos
poemas que Rosario Murillo dedica a cada mes, a pesar del sedante estado hipnótico
buscado por su machaconería. Los votos tampoco vinieron de los discursos de
Daniel Ortega, de ideas impares y que no llegan a tres. Nunca antes tantas
palabras habían sido usadas para expresar tal economía de ideas. Tampoco
vinieron de sus habilidades como “juntacadáveres” políticos y coleccionista de
huesos: el socialcristiano sin base social ni cristiana Agustín Jarquín, politiquillos
costeños que cambian un bosque caribeño por una diputación y líderes de la
resistencia infumables son cartuchos quemados que no llenan media urna.
Tampoco
recoge votos el aparato ideológico del FSLN, que luce ahora como un desvencijado
radio dedicado a transmitir las letanías mántricas de Rosario Murillo y que ha
sustituido a intelectuales de la talla de Sergio Ramírez y Gioconda Belli por
las serviles e hirsutas plumas de Marcio Vargas y otros decadentes y obsequiosos
hagiógrafos, insufribles apologiítas de lo inexcusable.
No sabemos cuántos, pero sabemos cómo: el
garrote rosa-chicha
Junto a
esta zanahoria, el FSLN blandió del garrote. A sus medios de comunicación no se
les quedó en el tintero calumnia alguna hacia sus rivales ni autoensalzamiento
de las propias obras. La intimidación de fiscales de la oposición fue una
práctica constante hecha al amparo de una total impunidad, cuyas secuelas aún
estamos cosechando en las ejecuciones de opositores. Los empleados públicos
fueron “persuadidos” de las ventajas personales de votar rosa-chicha. La retención
de las cédulas constituyó la principal estrategia para forzar un abstencionismo
que beneficiaba al FSLN. Pero el más eficiente dispositivo para promover el
abstencionismo fue la construcción de un ambiente de emergencia. Durante los
días previos a la campaña hubo señales claras de que algo grave podría ocurrir
en cualquier momento: las delegaciones policiales suspendieron todo trámite una
semana antes del día de las elecciones, el General del ejército multiplicó sus
apariciones en público, el FSLN suspendió su cierre de campaña, etc. Quizás
incluso el rumor sobre la salud de Ortega fue difundido desde su cuartel
general para darle alas al catastrofismo: el destino de Nicaragua lo decidirá
una fulminante enfermedad. ¿Qué son los efímeros y anodinos votos comparados
con el poder avasallador de un cáncer y la omnipotencia divina? Todas estas
insinuaciones abonaron al fatalismo: no hay nada que hacer, votar es un riesgo,
votar es inútil. Hubo más acciones del garrote rosa-chicha. A continuación
reseñaré las más contundentes y efectivas para determinar el triunfo por las
malas.
El garrote rosa-chicha en la campaña: la mara
13 versus la mara 19
El único
rival del FSLN fue la alianza PLI-UNE. El FSLN sabía que en estas elecciones su
mara 19 –la llamo así por el emblemático 19 de julio- habría de medirse con la
mara 13 –por la casilla 13 asignada a la alianza PLI-UNE. Para pelear en
mejores condiciones, el FSLN creó o nutrió a falsos rivales, tres partidos
seudo-opositores: PLC, APRE y ALN, satélites de la política sandinista, trovaron
discursos para restarle votos a la alianza PLI-UNE, asumiendo que le apuntaban
a la misma cantera electoral. Si las elecciones de 1990 se guiaron por la
consigna “Todos contra el Frente”, en éstas la directriz fue “Todos contra la
alianza PLI-UNE”.
El
resultado de esa táctica de alineamiento es la desaparición de los partidos
satélites y el final del pacto. El saldo fue el palmario repudio a Arnoldo
Alemán, cuyo cuerpo pregona la bonanza o declive de sus inversiones políticas:
obeso en la cúspide de su mandato y prosperidad, su consumido cuerpo anticipó
el aparatoso fracaso del PLC. Reducido en cuerpo y alma, su cadáver político es
una reseca cáscara de naranja que el FSLN exprimió hasta su última gota y ahora
lanza al maloliente bote de la basura orgánica pero no reciclable. Para
continuar en el escenario político no le queda otra alternativa que arrimarse,
en futuras elecciones, a algún coleccionista de huesos jurásicos, deseoso de
sumar unas migajas de votos.
En la recta
final, el FSLN jugó su última carta contra la alianza PLI-UNE: un grupo de
viejos y otro de dudosos militantes del histórico PLI juraron que les habían
robado su partido. Venancio Berríos berreó berracamente por la legítima propiedad
del PLI. El Consejo Supremo Electoral suspendió entonces una ominosa espada de
Damocles sobre el cogote de los diputados del PLI, cuyo derecho a representar a
ese partido no ha sido dirimido por los magistrados. Lo será cuando se enfríen
los ánimos y puedan mover sin peligro esa última ficha, con magnánima
generosidad o severa sanción, en dependencia del giro que tomen las
circunstancias.
El garrote rosa-chicha en las mentes: Hablan
las funerarias sotanas
A Dios
rogando y con el mazo dando el FSLN avanzó hacia la victoria. La manipulación
religiosa empezó por menear a su títere favorito, Miguel Obando y Bravo, un
cardenal de bolsillo que alcanza cómodamente en el monedero de Rosario Murillo
y el archivo de las extorsiones de Lenin Cerna. Obando y Bravo, convertido en
capellán de la familia Ortega, se ha dedicado a bendecir todos los eventos
públicos anfitrionados por la pareja presidencial, además de ser su confesor
personal y el dispensador de bodas y bautismos de su creciente y ultramontana descendencia.
No pudo ni quiso dejar de hozar en la política nacional. Aunque la nada sutil e
inolvidable “parábola” de la víbora –con la que invitó a rechazar al FSLN en
vísperas de las elecciones de 1996- fue bastante clara, esta vez –desde la
orilla opuesta- fue aún más explícito al hacer un sumario registro de las
maravillas que el sandinismo ha obrado para beneficio del pueblo de Nicaragua y
honor y gloria de Dios. El spot donde emitió sus letanías laudatorias fue
reproducido ad infinitud los días de
la campaña y durante el irrespetado silencio electoral. Debido a la caída de
los bonos políticos de Obando, el efecto del spot sobre los votantes es más que
dudoso. Pero... “todo suma” parece ser el lema del FSLN.
Más
efectiva acaso fue su campaña para presentar como abortistas empedernidos a los
miembros de la alianza PLI-UNE, pese a los reiterados alegados de su homofóbico
y ultraconservador candidato Fabio Gadea en repudio de todo tipo de aborto. Rogando
a Dios por la vida y la penalización del aborto terapéutico, el FSLN fue con el
mazo dando por medio de una campaña que falseaba las posiciones y presentaba
como doctrina oficial algunas declaraciones personales de militantes del MRS. El
efecto perseguido era el de un tácito enfrentamiento entre el catolicismo y la
alianza PLI-UNE. A ese efecto contribuyeron algunas funerarias sotanas que
advirtieron enfáticamente a la ciudadanía contra los candidatos abortistas. El FSLN
celebró e instrumentalizó esas inoportunas declaraciones. Quedaron como una
pieza más en la indefinible política orteguista de salvar fetos y matar hombres
hechos y derechos.
El tema del
aborto, ¿realmente le granjeó votos al FSLN? Pareció más bien parte de una
inveterada estratagema: revolver el río para pescar mejor. No cabe duda que la penalización
del aborto terapéutico forma parte de la zanahoria concedida a una iglesia
anclada en una moral sexual ubicada en las cavernas de la historia. Ortodoxia
católica y ortodoxia sandinista se unieron para escenificar la relación entre
catolicismo e izquierda que Roque Dalton quiso reflejar en Un libro levemente odioso, donde tres comunistas hablan de sus
experiencias con el sacro-partido y la iglesia-militante. El primero reniega de
la ortodoxia comunista, más feroz que la católica: “A mí me expulsaron del
Partido Comunista mucho antes de que me excomulgaran en la Iglesia Católica.”
El segundo añade: “Eso es nada: a mí me excomulgaron en la Iglesia Católica
después que me expulsaron del Partido Comunista.” El tercero concluye con un
caso inverosímil cuando Dalton lo escribió, pero que retrata la Nicaragua de
hoy: “Puah! A mí me expulsaron del Partido Comunista porque me excomulgaron en
la Iglesia Católica.”[1]
El garrote rosa-chicha el día de las
elecciones: las mil y una metamorfosis de las urnas
Todos estos
prolegómenos hubieran sido agitación inútil sin las decisivas y muy bien
orquestadas actuaciones de miles de militantes sandinistas en mero día de la
votación. Un conciliábulo de Pedro Urdemales, Ulises el rico en ardides, el
Nicolasito de Andersen, el Buscón de Quevedo y el Lazarillo de Tormes hubieran
necesitado 100 años para inventar y ejecutar la cantidad de triquiñuelas
fraudulentas que agotaron y superaron el catálogo del PRI mexicano.
Las mil y
una formas de fraude fueron mil y una presentaciones de las urnas. Mi aleatorio
registro es un desteñido reflejo del total. El 6 de noviembre vimos, por
ejemplo, las urnas terroristas: Instaladas en una atmósfera de emergencia para
infundir la sensación de peligro inminente y riesgo de vida o muerte al votar. Estas
urnas empezaron el día expulsando a los fiscales de la alianza PLI-UNE. Las
urnas embarazadas: Antes de ser colocadas en la junta receptora de votos ya
vienen pletóricas de votos sandinistas. Obrando una milagrosa multiplicación de
los votos, estas urnas aparecieron en el conteo con más botos que las boletas asignadas
a la junta receptora de votos donde estaban ubicadas. Las urnas bulímicas: Tragaron
y luego vomitaron los votos de la oposición. Las urnas madrugadoras abrieron a
las 6 am para evitar la presencia de fiscales y observadores. Las urnas
pedófilas permitieron votar a menores de 16 años.
Las urnas
analfabetas hicieron caso omiso del reglamento por falta de guías escritas o
carencia de capacitación de los fiscales. Las urnas con analfabetismo
informático –un tercio del total- hicieron gala de malos o pésimos
procedimientos de cómputo.
Las urnas Mandrake
-20% del total, según observadores de la Unión Europea- convirtieron votos de
la oposición en votos nulos. La versión “legal” de las urnas Mandrake fueron
las urnas melindrosas: Una “X” ligeramente fuera del círculo de la casilla del
PLI-UNE bastaba para anular el voto. Las urnas leguleyas -28% del total- no
permitieron la votación de personas que no estaban en su padrón, aun cuando sus
cédulas certificaron su residencia en el área donde se ubican esas urnas y la
ley las habilita para votar. Las urnas sicópatas imaginaron una realidad
distinta de la que tuvieron ante sí y por eso sus actas de escrutinio no
reflejaron los resultados.
La urnas perezosas
sólo contaron las boletas utilizadas y no las papeletas sobrantes. Huelga decir
que las urnas perezosas y las madrugadoras son muy propensas a salir preñadas.
Las urnas VIP sólo admitieron en su padrón a los escogidos por el régimen. Las
urnas-segunda mesa recibieron los votos orteguistas de quienes ya habían votado
en otras urnas. Las urnas refill
recibieron dos, cinco y hasta ocho veces los votos de quienes –generalmente
fiscales del FSLN- ya habían votado ahí mismo. Las urnas necrófilas engulleron
votos de los difuntos y las urnas Western Union recibieron los votos-remesa de
emigrantes que no vinieron al país a votar –y probablemente ni siquiera
supieron que alguien dio por ellos su voto inconsulto.
En las juntas
voyeur los fiscales se ubicaron
detrás de los votantes para espiar e intimidar sus elecciones: no había
recintos para ejercer el voto de forma secreta. Las urnas “la migra” trataron
como a extranjeros ilegales a los simpatizantes de la oposición: les negaron el
derecho al voto; es decir, les legaron la ciudadanía. Las urnas mezquinas
aplicaron tacañamente la tinta sobre los pulgares sandinistas y las urnas calamar
bañaron de tinta el dedo entero, según el color político predominante en el
área de emplazamiento de las urnas. En las urnas laxas –la mayoría- se dejaron
de utilizar las formas y códigos que hacían de candados de seguridad para que
las actas de escrutinio no fueran alteradas. Las urnas tortuga entregan sus
resultados muy tardíamente.
Las urnas
“Por-docena-es-más barato” recibieron varias boletas por cada militante del Frente
Sandinista. Les fueron entregadas días antes de las elecciones y las llevaban in occulto latent, como dijo Plauto que
a menudo están los mayores ingenios. Las sagradas urnas estaban custodiadas
exclusivamente por los iniciados, fiscales del FSLN, porque los de la oposición
fueron inhibidos, comprados o aterrados. Las urnas adivinanza son casi todas,
porque el Consejo Supremo Electoral finalmente dijo “Remolín-tín-tín, ¿cuántos
votos tengo aquí?” Y apareció por arte de birlibirloque el 63%.
El falso socialismo
John
Kennedy dijo: “Se puede engañar a todos poco tiempo, se puede engañar a algunos
todo el tiempo, pero no se puede engañar a todos todo el tiempo.” El FSLN dice
con su práctica: “Lo importante es engañar todo el tiempo a quienes se jugarán
el pellejo para que los sigamos engañando.” Los militantes sandinistas están
dispuestos a reventar cuanta crisma se les oponga en el camino al
reconocimiento de la aplastante victoria. Y los simpatizantes, los que no
participaron en la rapiña electoral, se tragan el cuento y están más
convencidos que nunca de que la vox populi
–que es, por supuesto, vox Dei-proclama
el gobierno de Ortega como el mejor de la historia y lo premia con una cosecha
de votos frescos, abundantes y nutritivos.
La
deslegitimación puede erosionar algunas relaciones –la Unión Europea emitió un
informe preliminar registrando las anomalías que sus observadores
presenciaron-, pero Nicaragua no será excluida del sistema interestatal que
constituye el esqueleto de las relaciones internacionales. La Unión Europea no
romperá relaciones con el régimen sandinista. Hará su denuncia y luego adoptará
una actitud pragmática. La Unión Europea a menudo es un todo que pesa menos que
cualquiera de sus partes. Importa más lo que digan las partes. Importa que el gobierno
español se haya apresurado a reconocer la transparencia de los comicios. Por la
cuenta que le tiene, dijo lo que era menester decir para allanar el terreno a la
tríada de sus más dilectos inversionistas: Unión FENOSA, Barceló y Movistar. El
periodista estadounidense Malcolm Beith nos advirtió que en Washington hacen –y
seguirán haciendo- la vista gorda ante el autoritarismo de Ortega. No habrá más
lucha que la que libren los nicaragüenses para poner coto a lo que Dora María
Téllez llamó la borrachera de poder del FSLN. Desafortunadamente un amplio
sector de la oposición espera “un manotazo duro, un golpe helado, un hachazo
invisible y homicida, un empujón brutal” de manos extranjeras o eclesiales. Los
políticos del PLI-UNE anhelan una palabra fulminante que declare la ilegalidad
de las elecciones, pero se apresurarán a aposentar sus culetes regordetes en
los sillones parlamentarios, ansiosos de recibir los cinco mil dólares
mensuales para humedecer el aljibe personal y partidario. ¿Cuánto cuesta
deslegitimar la Asamblea Nacional que se nos viene, hija de fraude y la
picaresca desenfrenada? Aproximadamente doce millones de dólares: los salarios
de los diputados de la oposición por los cinco años de gobierno. Pero la
oposición piensa que es preferible alegar pragmatismo político, no renunciar a
los curules senatoriales y pasarle la factura de la deslegitimación a “los
chelitos”, los diplomáticos de la Unión Europea y los gringuitos. Al renunciar
a su diputación, el ultraconservador -pero consistente y honesto- Fabio Gadea
tuvo un inaudito acto de dignidad y sentó un precedente más que plausible en
los anales de la política nicaragüense y un puntapié en otros anales.
El día después de mañana
¿Qué hará
al FSLN con ese poder sin límites? ¿Profundizar el socialismo del siglo XXI? El
FSLN no propone la reforma tributaria que podría revertir el carácter regresivo
de la actual política fiscal. Trompetea su amor a los pobres, mientras abraza a
los Pellas y a Unión FENOSA. El socialismo del siglo XXI tiene un paladín, el
Robin Hood transnacional: le roba a los ricos Venezolanos para darle a los
pobres y a los alegres camaradas sandinistas del bosque. Esta fiesta puede
durar mientras haya quien la pague. Pero el padrino está enfermo y en el bosque
hay muchos lobos deseosos de merendarse a la caperucita rojinegra.
Enumeremos
los peligros que enfrenta el socialismo solidario del siglo XXI en su versión
nicaragüense. Son peligros que podrían realizarse en el próximo quinquenio y
poner alguna novedad en el Frente. El primer peligro es la salud del padrino.
El socialismo rentista, que vive del petróleo venezolano, puede sufrir un duro
revés tan pronto como Chávez se caiga de la silla presidencial o del mundo de
los vivos. Si tal situación llegara a presentarse, y dado el improbable
surgimiento de un padrino sustituto tan generoso y dispuestos a contentarse con
magras contraprestaciones, la subsiguiente política de apretarse la faja nos
llevará al nada novedoso y menos popular socialismo del siglo XX. El FSLN sólo
habrá subido al poder para experimentar una caída estrepitosa y para agigantar
la deuda pública, único recurso al final de su mandato para mantener un mínimo
de política social con un máximo de lucro personal. Para compensar el agujero
negro que la ausencia de Chávez dejará en las finanzas del FSLN otras opciones
son el narcotráfico o el necrotráfico: traficar cocaína o reprimir el
descontento popular.
El segundo
peligro afecta a la cúpula sandinista. ¿Hasta cuándo podrá sobrevivir un
partido que deja muy escaso margen a las nuevas generaciones? Los pujantes
jóvenes no pueden conformarse -por tiempo indefinido- con ser los batallones de
lucha irregular a quienes se les pagan migajas para vapulear a la oposición. Si
el FSLN no cuenta con un sistema de meritocracia partidaria que vaya más allá
de los fugaces caprichos y encandilamientos de Rosarios Murillo, no habrá
estímulos ni forma de encajar a las nuevas generaciones, un problema enorme
para un partido que insiste tanto en expandir su ejército de militantes. En
lugar de la renovación de células de un organismo vivo, el FSLN experimentará
el crecimiento desordenado y apelotonado propio de los tumores cancerígenos.
El tercer
peligro emana de corazón mismo del sistema: la pareja presidencial, cada día
más aquejada de paranoia. La sistemática purga de cuadros viejos –como el
inventor del programa “Hambre cero” Orlando Núñez y el ex Ministro de educación
Miguel de Castilla Urbina, penalizados por errores nimios o por un galopante delirio
de persecución- privará al FSLN de algunos de sus más expertos y fieles –aunque
no necesariamente más decentes- militantes. Ya que el FSLN ha basado su
avasallador éxito en su tendido organizacional y las artimañas de los zorros que
mueven ese tejido, el distanciamiento de figuras como Lenin Cerna y Dionisio
Marenco puede costarle caro al proyecto autoritario y al populista, o como se
lo quiera llamar. Las manifestaciones del descontento social penetrarán como dardo
envenenado inoculando un disparador de la paranoia. El enemigo acechará a la
vuela de cada esquina. En cada paisano. En cada correligionario. Pecando sobre
advertida, la pareja presidencial no podrá evitar este sino. La cúpula
sandinista debe saber que cuanto más identificados con la pareja presidencial estén
los líderes sandinistas, peor para ellos y para el FSLN. La posibilidad de
seguir explotando el aparataje partidario requiere que no sea reducido a un
cascarón inservible por las ambiciones de quienes actúan regido por el
principio que reza “Después de mí, el diluvio.”
El cuarto
peligro es el inevitable enfrentamiento de la lírica de Murillo -próxima a los
devaneos etéreos de Mao en su peor época- con el realismo del llamado sector
empresarial sandinista. Ese enfrentamiento se producirá cuando el primer y el
tercer peligros dejen de ser tales para convertirse en hecho consumados que
horaden la credibilidad del partido y las posibilidades reales de continuidad. El
quinto peligro son los personajes y personajillos que, cuando el barco se
empiece a hundir, buscarán cómo barnizar sus deterioradas imágenes públicas
para darles una pátina de decoro. No podemos esperar semejante actitud de
Roberto Rivas o de Jaime Morales Carazo, el primero embarrado hasta su inasible
pescuezo y el segundo un oportunista de pacotilla. Pero es posible que la
Comisionada General de la Policía Aminta Granera y el artífice de la política
económica Paul Oquist, entre otros, procuren dejar un mejor recuerdo de sus
personas a una Nicaragua que los vio sumergirse en el ridículo del rosa-chicha,
el criminal rojo de la sangre de los asesinados en San José de Cusmapa y el
agujero negro del fraude electoral.
El FSLN puede
con razón ufanarse de haber gerenciado las elecciones más limpias y las más
sucias en la historia de Nicaragua: las de 1990 y las de 2011. Perdió las
limpias y ganó las sucias. De los nicaragüenses espera pragmática resignación y
cansancio. Pero, si no lo detenemos, el señor presidente, supremo aprendiz de
Tirano Banderas, recurrirá al método de oficiar difuntos para montar su fiesta
de chivos y patriarcas otoñales.
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