Hugo J. Vélez Astacio
En múltiples ocasiones, el régimen de Ortega ha sido mencionado como peor que la dictadura de los Somoza, bajo los argumentos de que si bien la dinastía de los Somoza se destacó por el asesinato, iniciándose con el crimen al general Sandino, las acusaciones por crímenes de lesa humanidad a Ortega durante la larga noche oscura, las superan en gravedad, razones a las que cabe adicionar la continua promoción de una cultura, que envenena el alma y mantiene en la miseria el espíritu de la juventud.
Los Somoza eran de una ambición desmedida y sin escrúpulos, hicieron
de todo para continuar en el poder durante 43 años. Su fundamento era la fuerza
de la Guardia Nacional a la orden de sus caprichos políticos. Hoy Ortega lo
supera por mucho, propagando un sistema lúgubre de corrupción que supedita los
otros poderes del estado, para entronizarse como dictador violando la
Constitución y realizando fraudes para ilegalmente reelegirse. ¡La
arbitrariedad y el egocentrismo andando de la mano!
Pero lo que hoy me motiva escribir es un asunto de relevancia
histórica, que desgraciadamente para los nicaragüenses avizora un funesto
futuro que no puede pasar desapercibido. El próximo martes 10 de enero, mismo
día, pero del año 1978 en que se asesinó a Pedro Joaquín Chamorro, se tiene
programado asesinar la Institucionalidad de la Nación, otorgándole para un
nuevo periodo de manera continua, la banda presidencial a Daniel Ortega
violador de la Constitución y responsable del monstruoso y evidente fraude en
las pasadas elecciones, del 6 de noviembre.
Hemos de recordar, a propósito, de presidencia usurpada y no legitima,
cuando la Lotería Nacional emitió la imagen de William Walker como “presidente”
en los vigésimos del sorteo correspondiente al 17 de agosto de 2004, hizo que
la Academia de Geografía e Historia de Nicaragua (AGHN) en el boletín año II
No.6 se pronunciara, ampliando posteriormente en escrito de fecha 1 de octubre
del mismo año, que lo realizado era una manifestación lesiva a nuestro
patriotismo, en vista que su “presidencia” no lo fue en términos legales, y que
si el mismo Walker se hizo elegir “Presidente” el 12 de julio de 1856, fue a
raíz de un remedo eleccionario controlado por sus hombres, declarando la
Academia, que siendo una presidencia usurpada jamás puede ser legitima, por lo
que demandaba de los historiadores y de las autoridades, responsabilidad no
publicitar la imagen de ese “presidente”, porque no contribuía a la promoción
de valores cívicos.
Bajo esa orientación y atendiendo al espíritu del llamado de los
miembros honorables de la academia, sin pretender hacer apología en favor de
Walker, al reconocerle que como titulado en las ciencias médicas y del derecho
fue un filibustero preparado, que ejerció la medicina, la abogacía, y el
periodismo, lejos y muy diferente al Ortega que hoy soportamos; el caso
político de Daniel Ortega es un asunto muy similar o igual al del filibustero
de William Walker, como bien la Academia lo declaró: Es espurio presidente. La
presidencia de Ortega es ilegal e ilegítima; Es una presidencia adulterada; Es
una presidencia falsificada, y es un “presidente” resultado de un fraude. En
términos políticos una vergüenza, y en términos jurídicos ilegal e
inconstitucional.
Cuando todavía era candidato ilegal, en artículo publicado en el END,
“Impugnación a una candidatura Putativa y Espuria”, ampliamos las razones, que
invalidaban la participación de Ortega en el proceso electoral, con miras a que
la juventud tomara consciencia, al asistirle el derecho de un futuro con
porvenir. Pero se impuso la desvergüenza, la inmoralidad y el fraude. Con Ortega,
espurio presidente, la esperanza es gris.
En virtud de lo antes expuesto, y apelando a la conducta y el buen
actuar de los decentes ciudadanos nicaragüenses, cabe no reconocer a Daniel
Ortega como presidente; y para el caso que el próximo 10 de enero, sea
promesado ilegalmente por el cien veces acusado de corrupto, el magistrado de
facto del tal Roberto Rivas, debemos tener presente que Ortega solo será un
“Espurio presidente”.
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