DINASTÍAS
(Segunda de tres
partes)
Luis Rocha
Si las Casas Reales parecen
irreales, la mismísima realidad resulta no pocas veces tan irreal –por
incomprensible e inaceptable- como la vida de algunos de sus protagonistas. La
Casa de los Ortega encuentra sus orígenes políticos en la Casa de los Somoza, y
sus antecedentes históricos (y si se quiere hasta nobiliarios) en la Casa de
los Romanov de Rusia, más precisamente en Pedro III y Catalina II La Grande.
Aprendemos del libro “Los escándalos de la realeza” de Michael Farquhar, donde
están las “sorprendentes historias de los reyes, reinas, zares, papas y
emperadores más malvados, extraños y lascivos de la historia.” Descubrimos que
pese a la “irrealidad” de la mayor parte de las casas y linajes monárquicos de
Europa, al menos genealógicamente, y pese a las “enrevesadas relaciones
familiares de las monarquías”, no hay nexos evidentes entre la Casa de los
Ortega y las Casas de Angevíns, Lancaster, York, Tudor, Borbón, Estuardo,
Valoís, Hannover, Windsor o Habsburgo. Revoltijos de alcoba y alcurnias que por
justicia en este caso, tenemos que desechar, pero sin dejar de señalar las
similitudes con la Casa de los Romanov, y aclarar que como los nuestros son
monarcas socialistas, solo tienen parangón con la Casa de los Kim. Los Ortega
serían por lo tanto igual a la Casa de los Kim si tuvieran una bomba atómica
para desatar una guerra en cualquier lugar, como parte de una maniobra de
distracción para tener una reelección en
paz en Nicaragua. Dice Macintyre: “Occidente ha tratado a menudo de identificar
a Corea del Norte como el mal. Sin
embargo, está mucho más próxima a una monarquía absoluta medieval con
tecnología nuclear del siglo XXI, un despotismo dinástico alimentado por el
miedo racial y respaldado por una brutal religión estatal en la que el castigo
por herejía es la muerte.”
La descripción que Ben Macintyre
–historiador, escritor y columnista del Times-
ha venido haciendo de la dinastía Kim, salvo matices le calza como anillo al
dedo a la dinastía Ortega: “Culto a la personalidad es el término que se emplea
con frecuencia para describir al régimen, pero no hace en modo alguno justicia
a la categoría divina fabricada por y para los Kim y el puro peso de la
imaginería religiosa que los envuelve y protege. No son simples mortales: Los
peregrinos que visitan el mausoleo de Kim Il Sung deben ser limpiados con
cepillos automáticos para el calzado que eliminen todo resto de polvo
contaminante de su ropa y preserven la santidad del santuario.” ¿No nos
recuerda esto las interminables invocaciones del nombre de Dios en vano, por
monarcas y cortesanos en Nicaragua? ¿No es esa imagen, quitándole los rasgos
orientales, la de nuestra nación concentrándose obligatoriamente frente al
mausoleo de las tribunas enfloradas de nuestros inmortales? Nicaragua en vivo y
a todo color chicha con rotondas tomadas por “rezadores” que hasta hace poco,
escudándose en la oración pública, impedían toda manifestación cívica. Vírgenes
María e imágenes religiosas manipuladas como si pertenecieran al partido único,
en la práctica. ¿Y el obsceno culto a la personalidad del Gran Líder de su
reino de este mundo, en cienes de rótulos, con su imagen triunfalista,
sembrados por carreteras, calles y avenidas de todo el país?
Pero llegará la hora –porque a
todos nos llega la hora- en que el Gran Líder de Nicaragua irá a parar con
pompas y laureles a su mausoleo en la Plaza de la Fe. ¿Vivirá aún o estará
presente en sus exequias su actual sumo sacerdote –suma del cristianismo
gubernamental- su eminencia el cardenal Obando? ¿O su papel vital habrá
concluido con la aparentemente inevitable y próxima reelección de su jefe? Esa,
la reelección interminable. En Nicaragua, Obando es el ayudante de cámara,
asistente y director espiritual de los monarcas que como los Kim, son dioses.
Dice Ben Macintyre: “El sistema de creencias en el que se sustenta el régimen
norcoreano es una curiosa mezcla de animismo, tradición patriarcal del
confucianismo, pseudocristiandad y la ideología nacional Juche, que se suele traducir por confianza en uno mismo, aunque bien podría definirse como
solipsismo nacional xenófobo…El énfasis tradicional del confucianismo en la
deferencia debida al padre por el hijo se ha adaptado en Corea del Norte a la
relación entre gobernante y gobernado. La obediencia a la autoridad superior no
es un acto político, sino una obligación semireligiosa.”
En Nicaragua los monarcas
consolidan su perpetuidad sobre un lecho de plumas rosadas, rodeados de sus
retoños y sucesores. Las tribunas están enfloradas. El cardenal, enternecido,
contempla y avala la escena de aquella sagrada familia debida en gran parte a
él. Varias piaras de cerdos, entre magistrados, diputados, jueces, conjueces,
tránsfugas, testaferros, políticos camaleónicos y otros de la fauna porcina,
deambulan y medran por los alrededores y una piara procedente de “El Chile”
despotrica contra el Gran Líder y su
reelección. Lo significativo es que el Gran
Líder tiene la batuta con la que, cómodamente recostado en su lecho, dirige
sonriente aquellos gruñidos que supuestamente lo adversan.
“Extremadura”, Masatepe, jueves
21 de octubre de 2010.
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