
- El rey del inframundo
Si hay un símbolo que puede representar cabalmente el poder de un autócrata egipcio es el cocodrilo del Nilo, pues su presencia en la tierra data de casi 60 millones de años, siendo el gran superviviente de la evolución y el último representante del extinto reino de los dinosaurios. En Egipto, tanto como en la cultura maya, al cocodrilo se le asociaba con el inframundo, con el mal y la fertilidad. Al reptil que surge del lodo para atacar de repente y devorar a su presa, se le vincula con una naturaleza viciosa y el poder de vida o muerte. Una figura que calza al dedillo con Hosni Mubarak, el longevo y cruel presidente de Egipto, a punto de ser derrocado. Un verdadero superviviente como el cocodrilo del Nilo, Mubarak se capeó del atentado islamista que eliminó a su predecesor Anwar El Sadat (1981) y que lo convirtió en presidente eterno, pues se aseguró su reelección en 1987, 1993, 1999 y 2005, “arrasando” con urnas trucadas, la compra de votos y la intimidación de los electores, habiendo sobrevivido seis atentados. Tras cinco períodos bajo ley de emergencia y una mano de hierro apoyada en un ejército de 450 mil soldados, la décima máquina militar del mundo, el pueblo egipcio ha tomado la decisión de devolverlo al inframundo, por el simple expediente de salir a la calle y parar el país. Con 82 años y un cáncer, Mubarak se resiste a abandonar el poder, y ha jurado que morirá en Egipto, aunque ha tomado la precaución de evacuar a su familia hacia su mansión de Londres, junto con 15 cajas de oro. Otra momia que los europeos tendrán que devolver al museo de El Cairo, junto con el tesoro.
- Los idus de Enero
En el calendario latino, los idus eran los días centrales del mes lunar, siendo considerados de buenos augurios. Para los regímenes autoritarios del norte de África, este enero ha sido lo que los idus de marzo para el emperador Julio César, que se rió de los malos presagios que le hizo un adivino diciendo: “los idus de marzo ya han llegado”, a lo que aquél le contestó: “Sí, pero aún no han acabado”. Los idus llegaron el 14 de enero a Túnez significando la caída de Ben Alí y, ahora de Mubarak. Una fila de viejos tiranos, jeques y reyes, aguardan en Libia, Marruecos, Jordania, Yemen y Arabia Saudita los restallantes vientos del desierto que ululando en multitudes callejeras piden libertad, democracia, reforma política y además, sus cabezas. El viento Khamsin, repleto de polvo, ese que le da en cierta época el color sepia y dorado a El Cairo, anuncia que los idus de enero aún no han acabado y son buenos augurios para la libertad.
- Khullum Khaled Said
Uno no puede menos que estremecerse ante una protesta tan monumental como las Pirámides y el ultimátum que el pueblo egipcio le ha dado a su presidente para salir del poder. Su indignada reacción ante el discurso perdonavidas de Mubarak de que no se presentará en las próximas elecciones y que permanecerá en un nuevo gobierno para asegurar la transición obligan a contener el aliento. Propone como nuevo presidente a Omar Suleiman, que es algo así como dejarles a Lenin Cerna en el poder. El miedo con el que los egipcios han vivido durante más de 30 años se ha convertido en ira popular. Despojados de derechos, de participación, de oposición y sometidos a la represión y control de la policía política, Egipto se había convertido en una inmensa cárcel que no veían los turistas y mucho menos, los gobiernos occidentales. La “revolución de los jazmines” sirvió de galvanizador de una ira que se había venido acumulando tras el asesinato por una brutal paliza policial a un joven de 28 años, Khaled Said, que desembocó en las redes sociales de Internet en convocatorias bajo el lema “Khullum Khaled Said” (Todos somos Khaled) a las sucesivas protestas callejeras y que ha puesto al régimen egipcio contra las cuerdas y a sus aliados en tamaño predicamento. Ante los designios tipo Mubarak y la pretendida reelección de Ortega, a los nicas solo nos queda decir: ¡Aquí todos somos egipcios!
- Se va el caimán
Y es que encima del autoritarismo, los egipcios, como dijo un joven, “estamos condenados a ser ladrones o mendigos”. Pareciera que estuviera hablando de Nicaragua, donde por razones de habitat, no hay cocodrilos tan impresionantes como los del Nilo, pero hay reptiles como los caimanes. Ortega es el gran caimán que comparte su lodosa charca con un caimán subordinado que es Alemán. Por su naturaleza predadora, el caimán comparte con el cocodrilo su asociación con el inframundo, razón por la cual la gente expresa su repudio al actual gobernante cantándole “se va el caimán, se va el caimán” en las marchas de protesta. La propuesta del pueblo egipcio, que no ha necesitado de los famosos partidos con personería jurídica, que no ha tenido para esta monumental revuelta líderes únicos, indispensables e insustituibles, como se creen Ortega y Alemán, que no tiene la oposición ciudadana articulada ni casilla prestada de un ALN o de un PLI, ni tiene un jefe liberal de pacotilla que pide perdón por sus robos y jura hasta con los dedos de los pies que ahora sí se va a enfrentar al gran caimán y le va a ganar, es mucho más efectiva y directa. La propuesta de cuatro puntos va al grano: 1) Mubarak debe dejar el poder, 2) hay que disolver el parlamento, 3) hacer una nueva Constitución y 4) crear un gobierno de transición que organice la transformación política democrática de Egipto, sin ninguno de los testaferros y aliados de Mubarak. Una propuesta justa y necesaria para Nicaragua, que pasa por plantarse en las plazas públicas y despachar a los caimanes… a Barranquilla.
No hay comentarios:
Publicar un comentario