Luis Rocha
Lo que Nicaragua necesita
urgentemente es un mesías colectivo, pues nuestra historia nos ha confirmado
que quien se mete a redentor, termina crucificado. Los héroes nacionales Pedro
Joaquín Chamorro Cardenal y Augusto C. Sandino, son ejemplos. Y también ese
negro destino proclama que los líderes que no quieren ser caudillos, acaban
teniendo “mala suerte”. El mundo del “misteriosamente” desaparecido Herty
Lewites, se caracterizaba en la genial idea de un parque de diversiones, que
ahora, casi en ruinas, continúa llamándose “Hertylandia”, como en un permanente
homenaje a su creador, quien como candidato presidencial cometió el pecado de
expresar a los cuatro vientos que, puesto que había nacido en una dictadura, no
quería morir en otra.
El mundo de los monarcas, en cuya era
murió “enigmáticamente” Herty, se
expresa en la siniestra idea de convertir Nicaragua en su propio parque de
diversiones, “for ever”. Danielandia. Pero “ever” es tan solo una palabra que
también corroe el tiempo y el destino, y
su transitoriedad encuentra su
antagonismo en “never”, la palabra que alimenta la decisión de no vivir ni
morir en una dictadura. Guerra de palabras que exigen hechos. Un destino al que
nadie escapa, “never”.
El mundo de la oposición necesita un
apocalipsis y un génesis, en ese orden. Que todas las artimañas se vayan al
infierno a la hora de romperse el séptimo sello, y el séptimo ángel toque la
trompeta, y surja entonces una nueva clase política que, por experiencia
histórica, aborrezca todo tipo de caudillismo. El pueblo ha de saber que, entre
tantos monarcas, magistrados, diputados, politiqueros, jueces y podredumbre, no
está el mesías.
Tampoco está el mesías entre los
profetas. Los obispos que hacen denuncias proféticas, sólo cumplen su misión.
No tratemos a nuestros obispos como si fueran escudo y catapulta. Quedan
verdades por decir, que harían palidecer a las que ya han dicho los obispos.
Los ciudadanos debemos de comprender que esta lucha cívica por recuperar la
democracia, es nuestra. No podemos ni debemos ir a ese campo de batalla bajo
las faldas de la jerarquía. Porque la verdad es que el mesías de Nicaragua,
tiene que ser un mesías colectivo.
A pastores, sacerdotes y a sus
superiores, incumbe depurar sus propias filas. Ellos no necesitan doctores de
la ley que les digan qué hacer o les pongan trampas, pues saben que el
cristianismo tiene una sola cara, y es más fácil que ésta sea la de la mujer
adúltera, que la de quienes querían lapidarla. Quien quiera favorecer a la
iglesia y a las iglesias –hablando en sentido ecuménico- que lo haga, como una
obligación cristiana y no con una dádiva prostituida.
Porque una cosa es favorecer
económicamente a las iglesias, con ese sentido de caridad y desprendimiento que
caracteriza a quienes adversan la codicia, y otra, como ya lo señaló el
Dr.Carlos Tünnermann, “cuando el dinero se entrega de manera discrecional y con
intención de comprar conciencias”. ¿Por qué, si la intención es buena, el
Gobierno no hace sus donaciones, caso de
la iglesia católica, directamente a los titulares de las diócesis, para que
ellos repartan equitativamente entre las parroquias más necesitadas?
Entremos al reto del 2013, sabiendo
que afrontarlo nos toca a nosotros, que somos el concepto de un mesías colectivo.
Ciudadanos libres que rechazamos todo continuismo y reelección. Seres con
conciencia histórica dispuestos a redimirnos, porque redimiéndonos salvaremos
Nicaragua.
“Extremadura”, Masatepe, 10/1/13.
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