FRANCISCA AGUIRRE
Pedro García Domínguez
No me es fácil
escribir con serena imparcialidad sobre la poeta Francisca, Aguirre. Juntos,
con Luis Rosales, los tres, desempeñamos durante 30 años una hermosa tarea
responsable en la Dirección de Actividades Culturales y Artísticas del
Instituto de Cooperación Iberoamericana (ICI).
Jamás tuvimos el más mínimo desencuentro ni roce, por pequeña que fuere
y tampoco acepté otro trabajo o destino, si ello significaba alejarme de Paca
Aguirre y de Luis Rosales. Aseguro que en el MAE, trabajar en nuestro despacho
era codiciado. Aunque tuviéramos
distintos niveles administrativos, a cualquiera le hubiera sido difícil
averiguar quién era el jefe, pues allí nadie ‘mandaba’.
Las puertas de
nuestros despachos, siempre estaban abiertas, nunca se cerraron, y siempre
fueron refugio y esperanza de cuantos necesitaron nuestra ayuda, para recuperar
su dignidad. En tiempos de represión, eran el punto de referencia y encuentro
de argentinos, nicaragüenses, uruguayos, chilenos, paraguayos, peruanos,
filipinos y un largo etc. Los reclamábamos, si estaban ‘desaparecidos’, a
muchos los repatriamos, vía Canadá; les concedíamos una ‘beca’, hasta que
encontraron un trabajo digno. Hubo quien no tuvo más remedio que instalarse en
nuestro despacho Otros, encontraron acomodo en
el fraterno y contiguo ‘Cuadernos Hispanoamericanos’, con el inmenso
y cercano Félix Grande y otros en Prensa
o en Exposiciones. Cuestión de memoria. En Ediciones Cultura Hispánica, Madrid,
1966, publicó el becario de Colegio Mayor Hispanoamericano Nuestra Señora de
Guadalupe la primera edición de su descomunal poema épico El estrecho dudoso. Edición codiciada por bibliófilos.
Para
Paca (Francisca Aguirre): «la poesía es una herramienta del conocimiento, que
sirve para sacar lo que llevamos dentro.» Sí, y para narrar con sangre, retazos
señeros de una vida. Y es que del ‘corazón’ de Paca participan Félix Grande [el
apellido es responsable, como su pulcra figura] y Guadalupe, poetas
descomunales y distintos. De este modo, ya podremos comprender a Paca, su
poesía y su historia. Al menos, aquí, de esa parte entrañable de su vida que no
figura en sus biografías. Pues, como a todos los humanos, la vida nos ha
forjado entre el amor y la soledad —más allá de lo cotidiano—, ya que la
armonía nace de los contrarios, y que, «ni el bien ni el mal son durables»,
todo cabe en la vida de Paca y con sutil cobertura nos lo cuenta.
Sentenciaba
Luis Rosales que «la alegría no tiene historia». Un día llegó Pace compungida.
Estaba claro de que, ese día, Paca tenía ‘historia’. Luis, le preguntó: « ¿Tú podrías vivir el
resto de tus días sin Félix?». Pero Paca no sabía, ni podía vivir sin Félix. De
modo que le aconsejó: «a quienes ‘queremos’ hemos de ‘amarlos’, no como son,
sino como están siendo»: ‘paciencia’, le aconsejó —que se dice pronto—.
‘Paciencia’. El aforismo de Luis, como todos los suyos, es contundente, porque
‘amar’ es la antinomia de ‘querer’, lo primero es ‘dar’ y lo segundo
‘recibir’, ‘poseer’. Vivimos tiempos de
‘querer’, son estos tiempos de ‘posesión’ no tiempos de ‘dar’. Una acción es
activa y la otra, pasiva; generosidad o egoísmo. No nos ha tocado vivir tiempos
de ‘amor’, voz que ha caído en desuso; son éstos, tiempos de ‘querer’, tiempos
de posesiones «y no hace falta aprenderlo».
Lo que pasó, lo
escribió Paca en un libro, que se puede leer mil veces y cada vez aprendes algo
más: Ítaca es su nombre. Después de
suficiente ‘paciencia’, todo ha pasado, y están «más juntos que una lágrima».
Pero
Paca, al nacer —en 1930—, cometió un error imperdonable. Seis años después,
estallo la infame Guerra Civil española. Llegó con el conocimiento necesario
para comprender lo que era el horror y el terror. Para llegar a su Frontera:
« […] y
no ingresar en ese tiempo loco
que cobra su alquiler en monedas de espanto. […]»
que cobra su alquiler en monedas de espanto. […]»
Algunos escribimos con sangre. Otros con el
corazón.
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