Onofre Guevara López
Generalizar es el medio más eficaz para
equivocarse respecto a las particularidades, y si se hace con prejuicio, ya tenemos
el error asegurado. En el proceso latinoamericano de emancipación se involucra
la mayoría de los países, con gobiernos de estilos, conductas y capacidades
desiguales. Pero, en conjunto, a esos países se les considera, a todos por
igual, gobernados por presidentes de izquierda.
Esa generalización hace recordar la anécdota
del filósofo Bertrand Russell, cuando llegó a Nueva York después del triunfo
electoral del Partido Laborista en la Inglaterra de post guerra. Un periodista
le preguntó cómo estaba ese país “bajo el socialismo”. Su respuesta fue lacónica,
más o menos, así: Ustedes son como sacristanes de parroquia… no ven más allá de
su campanario.
Dentro del conjunto de gobernantes
latinoamericanos etiquetados por la prensa mundial como de izquierda, están
José Mujica y Daniel Ortega. Se lo suponen, porque ambos fueron guerrilleros y estuvieron
en la cárcel (Mujica 14 años, Daniel 7); son amigos del presidente Chávez;
ambos estuvieron el 10 de enero en Venezuela, dando su respaldo al gobierno (en
su tránsito hacia la ilegalidad).
Pero Mujica no tiene ningún roce con la
institucionalidad de Uruguay, mientras Ortega no tiene ningún respeto por nuestra
institucionalidad. En eso, no son parecidos, menos iguales. Para profundizar las
diferencias –que van más allá de la cuestión
institucional—, veamos el sistema de vida de Mujica, que sorprende a la prensa
mundial: vive en su humilde casa de siempre; dona la mayor parte de su salario para
programas sociales; no anda detrás suyo una pandilla de escoltas armados; no tiene
sirvientes; maneja su viejo carrito Volkswagen y viaja en los aviones en clase turista.
Entre otras cosas.
¿Qué relación tiene Ortega con Mujica en
cuanto a sistema de vida y de conducta política? Ninguna, absolutamente
ninguna, ni en lo personal ni como gobernantes. Tienen éticas personales y
políticas incompatibles.
Es explicable que la conducta del presidente
uruguayo no sea vista con simpatías entre muchos gobernantes, menos que traten
de emularle. Unos, por el mal ejemplo que les da Mujica a los pueblos, pues podrían
querer tener un gobernante así, sencillo y humano; otros, también por su mal
ejemplo, pues les tira al piso la imagen del presidente “de lujo”, estado inalcanzable
para quien no es de abolengo y, por ende, es un presidente sin “clase”, con
imagen de “pobre” o “mendigo”.
No es casual que periódicos como ABC y el New
York Times (END, lunes 21/1/2013), titularan la noticia sobre la vida sencilla de
Mujica como “Presidente pobre” y “Presidente uruguayo vive como mendigo”. El diccionario
aún dice que mendigo es la “persona que pide habitualmente limosna.”
¿Tiene alguna relación la vida sencilla de
Mujica con la pobreza y la mendicidad?
Ni estirando como hule el significado de mendigo. La vida de don Pepe tiene valores desconocidos
por la mayoría de los gobernantes, de todas las ideologías; ellos piensan que los
privilegios y lujos del poder se los merecen por sus “grandes sacrificios”.
Por eso, no muchos gobernantes podrían responder
como don Pepe a los comentarios sobre su “pobreza”, como lo vemos en estos
fragmentos que reproducimos:
Soy
feliz porque siento amor por la humanidad. Siento amor porque vivo en amor a mi
pueblo. Tengo de todo porque no necesito más de lo que requiero para ser feliz.
Comparto lo que tengo porque nunca me sobra, pero alcanza para todos. Vivo con
mi vieja y no necesitamos más de lo que nuestro esfuerzo nos depara. Soy feliz
por el amor que siento. Y porque cada día el verde es más verde. El rojos es
más intenso. El azul es más esplendoroso. Y el hombre, el ser, cada día despierta
más mi ilusión para vivir. Amo y me amo. No soy pobre…el dinero no es mi Dios. Mi
Dios es la emancipación…
¿Podría decir algo parecido don Daniel?
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