Carlos F.
Chamorro
En medio del
estado de profunda desolación que vive Nicaragua en estos tiempos, la figura de
mi padre, Pedro Joaquín Chamorro Cardenal, emerge como una luz solitaria de
aliento y esperanza, que a la vez marca un camino inevitablemente tortuoso y
plagado de adversidades para quienes se atrevan a transitarlo.
Después de una
revolución popular fallida y una transición democrática abortada, el país se
debate entre la consolidación de un proyecto político autoritario, el
conformismo de la clase empresarial, la pasividad y resignación de las mayorías
empobrecidas, la debilidad de la sociedad civil democrática, y la ausencia de
un liderazgo político y moral que represente una posibilidad de cambio social
verdadero.
A contrapelo de
la carencia de un auténtico proyecto nacional, el legado de PJCH resulta
esperanzador pues confirma que el país cuenta con una reserva de valores éticos
y un pensamiento democrático estratégico. Permite constatar que en efecto
existe un ideario de reformas estructurales: económicas, sociales, políticas e
institucionales, una agenda de reformas democráticas pendientes que no forman
parte del expediente del fracaso porque nunca se han puesto en práctica a
cabalidad. Pero al mismo tiempo nos recuerda que el camino del reformismo
democrático, cuya semilla sembró en los anos 70 en condiciones de adversidad
aún peores que la actual, exige convencimiento ideológico y coherencia
personal, una buena dosis de innovación política, y sobre todo la determinación
de asumir riesgos para enfrentar las represalias del poder. Su asesinato a
manos de la dictadura, hace 35 anos, selló con sangre ese compromiso sagrado
con la Patria y su vocación cristiana de autenticidad.
Mi padre vivió
toda su vida bajo el signo de una dictadura militar dinástica y luchó por
erradicarla con todos los métodos a su alcance; alguna vez, cuando no había
otro camino, recurrió a la lucha armada; pero durante la mayor parte de su vida
combatió en la trinchera de la lucha cívica, con la pluma y las ideas, con
propuestas y acciones, y sobre todo con la prédica del ejemplo personal. Ahora
que el país está amenazado por la entronización de otra dictadura, ese ejemplo
de coherencia entre lo que se piensa, lo que se dice y lo que se hace, --una
virtud ética escasa en todos los tiempos-- cobra más vigencia que nunca.
Ciertamente, no
se puede hacer un paralelismo mecánico entre el somocismo del siglo pasado y el
orteguismo del siglo XXI. Las circunstancias, la época y los personajes son
diferentes; pero la forma en que hoy un caudillo familiar pretende ejercer el
poder sin límites, la recurrencia del concepto del estado-botín y la confusión
entre lo público y lo privado, la aversión a la transparencia y la rendición de
cuentas, la liquidación del Estado de Derecho y de las instituciones democráticas,
la manipulación de la pobreza y la dignidad humana, revelan que en las últimas
cuatro décadas casi nada cambió en nuestra cultura política tradicional.
El desafío de
forjar una cultura política democrática es tan hondo que de nada servirá la
prédica de valores cívicos, ni siquiera las mejores estrategias educativas y el
crecimiento económico, si estos esfuerzos no están acompañados de una
movilización política que permita el empoderamiento de los que luchan por salir
de la pobreza. Para salir del pantano del clientelismo político manipulador de
la miseria, además de una modernización económica y social, se necesita un
esfuerzo sostenido de modernización política. Una reforma democrática que nunca
nacerá del pacto, el arreglo de minorías congeladas o de elecciones
fraudulentas, sino únicamente como resultado de las luchas sociales y
políticas, a pesar de la previsible resistencia de la clase empresarial a estas
fuentes de “inestabilidad”, pues siempre han preferido acomodarse al estatus
quo del autoritarismo.
Pedro Joaquín
Chamorro fue siempre un hombre de ideas y acción. Pensador democrático,
periodista, y dirigente político pluralista, tres facetas de una misma
dimensión, cuyo legado ha tenido una gravitación permanente en la vida del
país, aún después de su muerte. El repudio nacional a su asesinato fue un
momento decisivo para el levantamiento popular que terminó con la dictadura en
1979; y su ideario democrático enarbolado por mi madre, su viuda Violeta de
Chamorro, permitió sentar las bases de la transición democrática por la vía
electoral en 1990, alcanzando la paz y la reconciliación nacional.
En el balance
preliminar, se trata de dos proezas formidables. Sin embargo, ni las reformas
sociales echaron raíces, ni las reformas políticas lograron consolidar un
estado democrático. Por el contrario, la transición fue descarrilada por la
corrupción, los pactos y el prebendarismo, y sobre todo por la falta de
reformas que profundizaran el rol del estado y del mercado, en un marco
democrático. En el balance final, la revolución y la transición representan dos
oportunidades históricas perdidas y nadie puede asegurarle a los nicaraguenses
si habrá una tercera oportunidad. El desafío que tenemos por delante es
construirla, aunque por ahora existan pocas señales alentadoras y el futuro
solo luzca promisorio a largo plazo.
En esa búsqueda
obligada, es imperativo releer la obra de PJCH: sus editoriales publicados en
La Prensa durante más de tres décadas; sus libros testimoniales “Estirpe
Sangrienta” y “Diario de un Preso”; sus novelas y su producción literaria; sus
análisis, anotaciones, entrevistas y discursos. El lector descubrirá, en el
trasfondo de un profundo humanismo cristiano, un ideario de principios
democráticos sólidos, una visión de país, una propuesta de reformas, y un
pensamiento innovador que responde a los nuevos desafíos de cada época:
n La
oposición frontal al ejercicio del poder sin límites, a pesar de la represión
n La demanda de un Estado de Derecho en el que nadie puede
colocarse por encima de la ley y las instituciones.
n El
compromiso irrenunciable en defensa de la libertad, empezando por la libertad
de prensa.
n La
repulsión a la injusticia y un proyecto de reformas y justicia social que
dignifique a los desposeídos
n La exigencia
de profundas reformas sociales, a contrapelo de los sectores oligárquicos y del
gran capital
n La
separación entre lo público y lo privado y el rechazo al concepto del estado-botín
n El
rechazo a los pactos y componendas, y la demanda de elecciones libres y
transparentes sin reelección presidencial
n La
convicción de que las soluciones nacionales no vienen de afuera ni pueden ser
aportadas por potencias extranjeras
n La
reivindicación del pluralismo político y el protagonismo de nuevos actores
políticos y sociales.
Se trata de
principios y propuestas programáticas, refrendados por una vida coherente, aún
en medio de las peores adversidades, derivadas del acoso, la represión, las traiciones y la miseria
moral de la oposición de la época en que le tocó vivir.
El retrato que
emerge en su “Diario Político”, escrito entre febrero de 1975 y diciembre de
1977, es el de un luchador a toda prueba, que a veces duda del éxito de su
proyecto, pero nunca de sus convicciones. De su “Diario Político”, esa ayuda memoria de la conciencia de PJCH,
extraigo algunos pensamientos, conceptos, y reflexiones que resultan de una
sorprendente actualidad:
·
“El signo de la Managua posterior al
terremoto es la avaricia, el desenfreno por el dinero y el negocio fácil,
además de la dispersión”. 23 de diciembre 1975
·
“Las giras por Rivas me llenaron de
ánimo porque vi otra vez la miseria del campesino, su atraso, y al mismo tiempo
la enorme bondad de su ánimo. No es posible que las cosas sigan de este modo y
se debe luchar más a fondo por cambiarlas.” 16 de abril 1975
·
“Lo importante es que nuestra gente de arriba
está feliz con el régimen porque para ellos la vida se agota en el “profit”, y
por otra parte el pueblo después de 40 anos de opresión, corrupción y desencantos, solo espera milagros”. 15 de marzo 1975
·
“Nuestra tesis: dos grupos oligárquicos
entendidos con la GN y ayudados por EU, gobiernan para ellos y se reparten
todo, aplastando a una clase media emergente, que quiere tener su expresión en
UDEL (Unión Democrática de Liberación)”. 8 de julio 1975
·
“La unidad sobre la que se fundamenta
UDEL no solo cubre la etapa de la lucha contra Somoza, sino también la etapa
posterior al somocismo, la cual deberá estar regida por el programa de UDEL
cuyo contenido esencial es garantizar la construcción de una sociedad
democrática, pluralista e independiente, en la cual serán respetadas todas las
ideologías y organizaciones”. 16 de septiembre 1975
·
“Estoy invitado a un “mano a mano” con
T. (el embajador norteamericano John Theberge). Ayer platiqué con Chico
(Laínez), Emilio (Alvarez), Mundo (Jarquín) y Rafael (Córdova Rivas) sobre eso.
Veremos como sale aunque yo no espero mucho sobre todo que yo jamás en mi vida
he creído que ellos van a hacer algo, ni les he pedido nada. Me dicen que están
en plan de predicar su neutralidad, pero esta última no existe realmente”. 7 de
Noviembre 1975.
·
“Ni mil anos de censura, cárcel o
cualquier otra pena van a obligarme a un compromiso sobre eso (aceptar la
suspensión de la censura a cambio de no criticar en La Prensa los negociados de
Somoza) porque sería hacerme cómplice de la deshonestidad, refiriéndole a punto
seguido el último negocio con la energía geotérmica a través del cual, Somoza,
se ha apoderado de un recurso natural del país para explotarlo con una compañía
ad-hoc y vender la electricidad al estado”. (Plática con el general Róger
Bermúdez, secretario de Información), 2 de febrero 1976.
·
“Cuando en este país algo empieza a
caminar bien, aún con tremendos obstáculos y esfuerzos, no falta quien lo
destruya o debilite porque somos personalistas, sectarios y fraccionadores por
naturaleza”. 29 de marzo 1976.
·
“Resulta difícil ahora escribir este
“diario” porque hay mucho que hacer. El repunte de UDEL ha sido soberbio (…)
Estamos tomando altura y sobre todo ya nadie desestima la idea del pluralismo.
En ese concepto aperturista hemos triunfado”. 7 de diciembre 1977.
·
“La prioridad nuestra es que se vaya
Somoza. Si se puede hoy, mejor, si no cuando se pueda y que NUNCA quede su
sistema”. (el subrayado está en el original) 20 de diciembre 1977.
Es el camino de la lucha por la libertad sin
concesiones; el camino obligado de las alianzas y el pluralismo político para
buscar soluciones nacionales; el camino que antepone ante todo los principios
democráticos, para nunca perder el rumbo en un largo recorrido minado de
trampas; el camino de la democracia con
justicia social, asumiendo todas las consecuencias. Es el camino de PJCH, para
que Nicaragua vuelva a ser República.
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