Voz del tiempo La novela histórica ‘El pavo real y la
mariposa’ nos cuenta su vida mediante su autor
Víctor
Hurtado Oviedo vhurtado@nacion.com
Alfonso Chase
es un personaje de la cultura que imagina personajes de novelas. Esta
familiaridad de vida y ficción habita en El pavo real y la mariposa (Editorial
Costa Rica, 1998), novela histórica cuya creación nos relata aquí el también
Premio Magón, poeta, crítico y generoso animador de la literatura y de la
edición de libros en nuestro país. Los recuerdos de Alfonso Chase son nuestras
memorias.
–En
principio fue un guion sobre los sucesos de noviembre de 1889, sugerido por
Carlos Francisco Echeverría, pero se fue transformando en una novela de acuerdo
al desarrollo de los capítulos. Durante dos años investigué varios de los temas
centrales históricos, más los colaterales internos.
”Escribir la
novela me tomó cinco meses, pero la mayor parte de lo escrito estaba en la
mente; luego fue solo transcribirla. De los sucesos propiamente ocurridos pasé
a las relaciones humanas, el clima de la época, la lucha entre los liberales y
los conservadores, el papel de la Iglesia Católica, las nuevas ideas que venían
de Europa y los conflictos sociales”.
–¿Qué diferencia presenta este libro en relación con sus obras
anteriores?
–Mis dos
novelas previas son Los juegos furtivos, de 1967, y Las puertas de la
noche, de 1972. Ambas tenían propósitos experimentales, de los años sesenta
y setenta, principalmente de la Nueva Novela Francesa.
El pavo real y la mariposa parte de la novela costarricense: de don Manuel
Arguello Mora, de Ricardo Fernández Guardia, de Carmen Lyra; y de la propuesta
de García Monge de injertar, en el árbol criollo, la herencia extranjera.
”Lo que más
me impactó fueron ciertas cartas de los protagonistas, documentos como de
archivo personal, y la definición real de algunos perfiles de personajes: don
Ricardo Jiménez, doña Manuelita Brenes y Peralta, doña Beatriz Zamora, don José
Arcadio Montero, don Gerardo Matamoros y otros, quienes fueron más fuertes que
los mismos sucesos pues tenían ideas, propuestas políticas, relaciones románticas
entre ellos. A la vez que una novela, también creo que El pavo real y la
mariposa es como un filme sobre la época”.
–¿En qué se diferencia ese libro de sus obras posteriores?
–He escrito
prosa, cuento, poesía, una novela en proceso: todo presenta diferencias
especiales entre ellos, pero creo que el estilo se mantiene en todos los libros
que escribo. No habría podido elaborar El pavo real y la mariposa si
antes no hubiera publicado mis dos novelas anteriores, de 1967 y 1972.
”En cada
caso, el uso del idioma es lo que más me apasiona, me seduce. El pavo real y
la mariposa es también un estudio del nacimiento del lenguaje
costarricense: de los barbarismos, de los costarriqueñismos, que tan bien
definió don Carlos Gagini en 1918 y que significan un gesto de segunda
independencia, de cierta mayoría de edad de un país, de una generación.
”Lo mismo
sucede con la presencia de don Enrique Echandi, una figura excepcional en el
campo de la música y la pintura. Indudablemente, todo ocurre entre Pacaca y
Tucurrique, dándole forma a la Gran Meseta Central, que es como un puntito en
toda la historia: una ‘tacita de plata’, como hipócritamente la llamaban”.
–¿Hubo influencias de otros autores en la creación del libro?
–¿Influencias?
Sí; ya cité algunas en lo nacional. Otras son más bien lecturas de lecturas: El
Gatopardo, de Giuseppe de Lampedusa; Toda pasión concluida, de Vita
Sackville-West; Orlando, de Virginia Woolf; Cimarrón, de Miguel
Barnet...
”Todo lo que
había leído en los sesenta y setenta estaba allí como sedimento, como propuesta
vocativa, como reto. Quise hacer una novela nacional, pero con elementos de
perspectiva universal. Era todo lo que había estado ocurriendo en la época, más
la introducción del elemento nacional popular –obreros, artesanos, burgueses
progresistas– que había encontrado también en los Episodios nacionales,
de Benito Pérez Galdós”.
–¿Cómo distribuyó el tiempo de la escritura?
–Hice una
investigación cronológica sobre la época, no solo para escribir esta novela
sino para saber, como costarricense, quiénes nos dieron palabra de fundación.
”De 1980 a
1995 logré crear un archivo mental para prepararme a fin de sobrevivir al viejo
siglo. Un ser humano sin memoria histórica es un fantoche. Aquel archivo dio
para escribir esta novela, para ir preparando otra y para conocer el debe y el
haber de nuestros ciudadanos.
”Yo
investigaba y transcribía unas tres horas diarias. Sobre todo, investigaba el
modernismo, las vanguardias, los movimientos sociales, hasta la decadencia de
la primera república (1948)´.
–¿Cómo evitó la distracción?
–Investigar
y escribir no admiten distracciones, o pueden ser en sí mismos una especie de
entretenimiento, pero de otro tipo. Investigar y escribir son un placer. El que
se queja mucho pierde todo, y eso no va con la literatura ni con el boxeo.
–¿Piensa en algún lector cuando escribe?
–El primer
lector es mi otro yo. Antes, mi madre siempre era una especial destinataria de
mis primeras versiones. Ahora escribo y guardo. Comparto, pero me cuido mucho
para evitar que se jele el producto.
–¿Cree en que todo libro de ficción es una obra definitiva, cerrada: le
suscitan dudas después de publicarlo?
–Siempre hay
dudas. Todo se puede mejorar y transformar, incluidos los libros que uno cree
que logran una cierta perfección formal. Soy asiduo lector del Libro de los
cambios, así que el destino de mis personajes cambia, se me va de las
manos.
–¿Rehízo algo de ‘El pavo real y la mariposa’?
–En sus
capítulos, en su final, en sus cronologías, hubo un rehacer constante pues fue
escrita y reelaborada entre 1989 y 1995, en detalles y pequeños tropismos, de
acuerdo con hallazgos de investigación, nuevos documentos, precisión de
fechas...
”Recuerdo
que debí alargar la presencia de don José Arcadio Montero; tal vez debí añadir
otros rasgos que descubría en doña Beatriz y su hermana Vicenta, pero al final
habría resultado un mural de época, de larga y tediosa lectura. La novela me
quedó en 280 páginas y me sentí satisfecho.
–Usted también es crítico literario, pero, como autor, ¿qué piensa de la
crítica de los otros, aunque sea desfavorable?
–Lo
principal es la crítica inteligente, cuando la hay, pero la mejor recomendación
de lectura son los propios lectores: el “boca a boca”. Esta novela tuvo una
particular recepción crítica favorable pues era una especie de diálogo con la
historia. Es una subversión de la historia oficial entre lo que se dijo y lo
que fueron los sucesos del 7 de noviembre de 1889. Por eso se convirtió en
novela y no en guion cinematográfico o discurso dramático, como pudo serlo.
–¿Algún libro en proyecto?
–No he
vuelto a hablar sobre lo que estoy escribiendo. Algunos de mis libros se han
quedado en el aire, otros han sido imaginados, y varios solo fueron proyectos
ilusorios.
–¿Cuáles libros ha publicado?
–He escrito,
me parece, unos 20 libros, desde 1963 y durante casi 50 años, pero creo que,
durante toda mi vida, he venido escribiendo un solo libro que incluye poesía,
cuento, novela, ensayo y artículos en los diarios; pero me inhibo de hacer
metaficción. Solo soy un poeta que escribe: nada más.
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