Los
reyes de la falsedad, se auto erigen los dueños de la verdad; los señores de la
guerra y el terror, se presentan como mansos corderos heraldos de la paz ante
el mundo; los golpistas, denuncian conspiraciones de golpes de estado en contra
de ellos; los mentirosos más grandes del mundo, acusan de mentirosos a los que
luchan en contra de ellos. ¿Y quiénes son esos personajes blancos por fuera y
más negros que la noche por dentro? Los dictadores del mundo. Los Hitler, los
Stalin, los Pinochet, los Somoza, los Castro y los Ortega. Nada tienen que ver
entre sí, pero parece que estudiaron en la misma universidad de dictadores
porque todos actúan con un común denominador: la ambición desmedida de poder.
Escuchando
hablar al vicepresidente Maduro sobre su jefe, pareciera que está hablando
sobre el propio libertador de América del Sur y dice las mentiras flagrantes
más grandes del momento sin que se le turbe ni siquiera el color de sus
mejillas. Miente al poner a su jefe como una paloma herida en el ejercicio de
defender la democracia, cuando en realidad es todo lo contrario: herido por el
destino inexorable de la vida por destructor de la democracia y propiciador de
la corrupción, de la violencia y de la guerra entre hermanos.
Nunca
han tomado en serio la Constitución y ahora que les toca cumplir con ella,
apelan hasta a las comas mal colocadas para que el moribundo Presidente Chávez
asuma el poder aunque sea a control remoto desde su cama en Cuba.
Farsantes
irredentos los dictadores del mundo. Ofrecen progreso y recetan atraso y
miseria; ofrecen paz y mantienen a sus pueblos al borde de la guerra
fratricida; hablan de la verdad y cada palabra que sale por sus bocas son
mentiras encapsuladas y endulzadas por las migajas de lo que en derecho le
pertenece al pueblo.
No
se puede andar con subterfugios con estos engendros del mal. Hay que denunciarlos
ante el mundo como lo que son: lobos feroces vestidos de mansas ovejas para
llevar a sus pueblos hacia el precipicio de la pobreza endémica sin
posibilidades de recuperación.
Respeto.
La palabra que quizás más usan en su verborrea demagógica con que engañan al
pueblo. Ellos ni siquiera pueden deletrear esa palabra, porque jamás la aplican
ni en el cumplimiento de la Constitución, ni en la correcta aplicación de la
justicia, ni ante la propiedad ajena, de la cual se apropian según el gusto que
le tomen a la propiedad con dueño.
Son
traidores a sus seguidores y a sus ideologías. Por eso causa risa y repugnancia
la súbita ola de piedad religiosa de los jerarcas cubanos y nicaragüenses y
venezolanos, que no les importa burlarse de la fe sencilla del pueblo, para
rezar por la salud de sus amos. Los comisarios comunistas de Cuba con velas
encendidas en sus manos como señal de rogativa a Dios por la salud de su
compinche. Los dirigentes ateos e irrespetuosos de la dictadura nicaragüense,
ordenando misas en cadena para pedirle a Dios que no se muera Hugo, el
benefactor, no de los pueblos, sino de los dictadores a quienes les alimenta el
estómago y sus fortunas escamoteadas al pueblo por la fuerza del aparato
militar del país.
Fidel
y Raúl le rezan a quien nunca han respetado para que no se les detenga el
chorro de petróleo que abusivamente Chávez les regala, ya que esperar que Cuba
pague, es esperar que caiga nieve sobre la Habana.
Los
clérigos comprados por el poder presidencial de Nicaragua, ofician misas para
que la iniciativa del Alba le siga engordando la cuenta a quien los compró por
un puñado de dólares manchados por los espasmos del hambre y la enfermedad.
Las
Constituciones son bien claras, hasta que llegan los dictadores a implantar sus
interpretaciones antojadizas, la más importante: EL DERECHO A ETERNIZARSE EN EL
PODER.
Jorge
J Cuadra V
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