El
Dr. Guillermo Arguello Poessy, Contralor Presidente de la Contraloría General
de la República, dijo y cito: “A estas horas debe de haber una gran cola de
alcaldes, vice alcaldes y concejales electos rindiendo sus declaraciones de
probidad.” ¿Y que tiene de extraordinario que esos hombres y mujeres comunes
rindan sus declaraciones de probidad? ¿Por qué les va a resultar difícil
declarar sus escasos bienes adquiridos gracias al esfuerzo y al trabajo? ¿Por
qué mejor no se refiere el Contralor Presidente a los funcionarios que nunca
rindieron esa declaración de probidad? No se refiere porque eso implicaría que
él jamás los obligó a rendirla. ¿Recuerdan ustedes a Arnoldo Alemán rindiendo
su declaración de probidad antes de asumir la presidencia y al abandonarla? Por
supuesto que no, porque hubiera tenido que justificar las cuentas con millones
de dólares y las propiedades que adquirió durante su período presidencial. ¿Y
que hizo el ahora sorprendido Contralor de la República al respecto? Quedarse
callado y evadir el bulto, al igual que lo hizo cuando le tocó el turno al
Presidente Ortega. Yo recuerdo que la declaración de probidad de Ortega decía que
poseía una fortuna cercana a los Doscientos cincuenta mil dólares, más un carro
y no recuerdo que otras cositas. Pero eso fue antes del Alba; eso fue antes de
su segundo período presidencial; eso fue antes que manejara a su completa
discreción los fondos de Venezuela. ¿Acaso sabe el contralor Arguello Poessy la
magnitud de la fortuna del señor Presidente? ¿Acaso siquiera se ha atrevido a
pedirle, a como lo obliga la ley, que explique su enorme fortuna? El alcalde
entrante de San Francisco del Norte, de Belén, de la Dalia, de El Castillo y de
cualquier municipio tierra adentro de los cuatro puntos cardinales del país, no
tiene ningún reparo en cumplir con lo que manda la ley, porque,
independientemente del partido político al que pertenezcan, no han defraudado
al Estado de Nicaragua y con eso se llena la boca Arguello Poessy, manipulando
la honradez congénita del pueblo nicaragüense.
Los
nicaragüenses debemos empezar a cambiar el método de la búsqueda de los
responsables de la corrupción endémica que infecto a la nación. No debemos gastar
tiempo y esfuerzo culpando a quien delinque directamente, sino en los que
permiten y promueven la delincuencia oficial. No fueron los que rodeaban a
Arnoldo Alemán Lacayo los culpables de institucionalizar la rapiña, sino
Arnoldo Alemán Lacayo, que para hacer crecer su fortuna, permitía todos los
desmanes que se cometieron durante su administración dentro de su círculo
íntimo.
Podemos
decir lo mismo de este gobierno orteguista. Los políticos de la supuesta
oposición deben de parar de pedir cambios en el CSE, en la CSJ, en la CGR, en
la Fiscalía general de la República, en la PGR y empezar a pedir el cambio
total de administración presidencial. Deben empezar a decir que no es el
magistrado tal de la CSJ el culpable de este estado desastroso de cosas, sino
quien los nombra: Daniel Ortega Saavedra. El enemigo de Nicaragua no son los
partidos políticos zancudos, a pesar de su falta de dignidad nacional, sino el
Presidente Ortega, porque él es el dictador, el tirano, el que irrespeta la
Constitución, el que nos pone ante el mundo como rebaño ignorante e indigno,
como en Venezuela donde llegó a insultar a los venezolanos de la oposición en
nombre del pueblo nicaragüense, al llamarlos carroña y buitres, epítetos que a
quien le calzan es a él y a sus compinches del Alba, porque son unos buitres
come carroña, que no les importa mantener vivo de mentiras a Hugo Chávez, para
que se sigan cometiendo las jugosas corrupciones con el tesoro nacional de los
venezolanos.
Tanto
el montonero, como el sandinista, son la vergüenza de los movimientos revolucionarios
de izquierda, por su presencia escandalosa en la barbarie que se cometió en
Caracas y que quedará como precedente para justificar a los próximos
presidentes virtuales.
Nunca
se les ocurrió a los diablos de Nicaragua conectar a un respirador al fundador
de la estirpe sangrienta para justificar su dictadura de 40 años, pero se les
ocurrió a los demonios del socialismo del siglo XXI con Hugo Chávez y se les
ocurrirá a otros diablos cercanos si se da el caso.
A
partir del 10 de Enero del 2013, los presidentes de las Repúblicas
latinoamericanas no necesitan estar presentes en la oficina presidencial, basta
que esté conectado a un respirador a tres mil millas de distancia, para que los
buitres que lo rodean se pasen la vida entera comiendo carroña.
Jorge
J Cuadra V
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