Por Hector Mairena
Cuando el abogado Barack Obama daba sus primeros pasos en política, ya Daniel Ortega había experimentado su primera derrota electoral. Mientras el periodista Mauricio Funes corregía sus escritos entre micrófonos y cables para sacar al aire su segmento editorial Sin Censura y ganarse la vida, Ortega perdía las elecciones frente a su futuro socio.En Brasil, Dilma Vana Rousseff, la ex guerrilera y brillante economista, ejercía como funcionaria intermedia en el gobierno y Laura Chinchilla era Ministra de Seguridad Pública en Costa Rica. Hoy todos ellos debidamente electos ejercen la presidencia en sus respectivos países, a excepción vergonzosa del “nuestro “.
Entre los gobernantes actuales de América Latina- hagamos abstracción un momento del cómo llegaron- Ortega y Chávez se distinguen por ser los únicos repitientes. Aparte del déficit que revelan los sistemas electorales de Venezuela y Nicaragua al respecto, y que en el último caso es mucho más que eso, el hecho revela otra característica: la deliberada ausencia de relevos.
Durante la década de los ochenta, aún en el contexto del cruento conflicto político y militar que vivimos, Nicaragua contó con una cantera de brillantes y probados jóvenes, mujeres y hombres, que fueron bloqueados como relevos de la vieja dirigencia (de “cuadros intermedios“ se les clasificaba en la nomenclatura) o bien no tuvieron la beligerancia necesaria para imponerse. La consolidación en los últimos años de la privatización del antiguo FSLN en beneficio del proyecto orteguista, la que debería ser la natural sucesión en base a méritos y calidades, se ha bloqueado definitivamente en ese… ¿partido ?
Sin embargo, el tema de la permanencia de las viejas cúpulas o caudillos en los partidos, no es un fenómeno exclusivo del orteguismo. También afecta, aunque en menor medida, a casi toda la oposición. Es un fenómeno-indeseable- de la cultura política nacional que tiene que ver con el concepto patrimonial de las organizaciones y con la ausencia de institucionalidad interna.
Con insistencia se habla ahora de la necesidad del relevo de la dirigencia en los partidos de oposición. Y aunque la revigorización de la oposición en Nicaragua, transcurre también por otros cauces, es justa la demanda; no obstante es importante acotar que el planteamiento del relevo por sí mismo, no es garantía de transparencia y democracia ni de impedimentos al enquistamiento de grupos de poder dentro de las instituciones partidarias.
Me consta por la experiencia del partido al que pertenezco (el MRS), que para lograr un relevo efectivo, hace falta en primer lugar que las organizaciones partidarias cuenten con su propia institucionalidad democrática y que la observen,que se pongan en práctica las escuelas de formación y que priven como criterios el probado compromiso democrático y la meritocracia. La condición juvenil no exime de incurrir en los vicios que se pretende erradicar, como la vejez no es sinónimo de corrupto,inservible o descartable, como alguna vez escuché comentar a una joven y ambiciosa señora recién iniciada en las lides políticas. Sólo de esta manera será posible erradicar aspiraciones malsanas que siempre hay, y que cuando predominan, dan lugar a largo plazo a fenómenos como el de Ortega, que de joven fue un luchador antisomocista y envejeció como alter ego del antiguo dictador, símbolo él mismo de conservadurismo, retroceso y anquilosamiento.
No hay comentarios:
Publicar un comentario