Sofía Montenegro
Aún no salgo de mi asombro ante la carta del Obispo Báez. Jamás me la esperé. Que un sacerdote con su investidura le conteste a una irreverente feminista atea con la ecuanimidad, la empatía y respeto por la diferencia, es insólito por los estándares de este país. Muestran la receptividad y la nobleza de un hombre de verdadera fe, que vuelve por el agravio a sus connacionales. Me siento muy honrad
a que una persona íntegra como el obispo Báez valore con seriedad mi jocosa solicitud a un icono tan sagrado para los nicas como La Purísima. Es valiente de su parte, tomando en cuenta la intolerancia que han mostrado algunos lectores creyentes y la que tiene el gobierno a toda crítica. Sólo espero que no lo maltraten e insulten como lo han hecho conmigo. Pero digan lo que digan, la iglesia también tiene sus reservas morales, como lo muestra este obispo generoso y erudito. Digan lo que digan, confieso que esta es la carta más bella que he recibido en mi vida y la guardaré como una verdadera joya. Mi gratitud al Obispo Báez.
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