Los científicos no han podido determinar las causas específicas del ERC. Se reportan más de 20 mil casos en la región.
Nancy De Lemos
San José/EFE.- Miles de peones agrícolas centroamericanos son diagnosticados y mueren cada año a causa de una misteriosa enfermedad renal crónica (ERC) que se ha convertido en el objeto de estudio de científicos de la región. Tras años de investigación, los expertos han logrado determinar características de la enfermedad, pero no así sus causas específicas.
El especialista del Programa Salud, Trabajo y Ambiente en América Central (SALTRA), Christer Hogstedt, explicó que este mal afecta con especial fuerza a los peones agrícolas, principalmente cortadores de caña, de las zonas del Pacífico de El Salvador, Honduras, Nicaragua y Costa Rica.
En 20 años se han documentado en el istmo más de 20.000 casos de ERC, lo que ha encendido las alarmas entre la comunidad científica y las autoridades de salud. Hogstedt, ex director del Departamento de Investigación del Instituto Nacional de Salud Pública de Suecia, lleva dos décadas estudiando este fenómeno y afirma que aun hay "muchas preguntas sin repuesta".
Los números son claros y muestran que la incidencia de ERC en estos países es elevada. Según datos de SALTRA, este mal es la segunda causa de muerte entre hombres en edad productiva en El Salvador, con una tasa de 52 por cada 100.000 habitantes. En Nicaragua y Honduras, la ERC es la cuarta causa de muerte en hombre jóvenes, y en Costa Rica, la octava.
Pero los números son más alarmantes en las regiones del Pacífico: mientras que la tasa promedio de padecimiento de ERC en Costa Rica es de 5 por cada 10.000 habitantes, en la costera provincia de Guanacaste, donde se ubican la mayoría de plantaciones de caña de azúcar, la cifra se eleva a 45 por cada 10.000, es decir, la incidencia en esta zona es nueve veces mayor al promedio del país.
Hogstedt asegura que la evidencia muestra una relación entre el trabajo pesado agrícola de los peones en las plantaciones de caña y las altas temperaturas características de estas regiones, pero que el rompecabezas aun no está completo, pues esas condiciones están presentes en otras zonas del mundo sin altas incidencias de ERC.
A los especialistas les llama la atención que en el Pacífico centroamericano la enfermedad ataque sobre todo a personas jóvenes y sanas, pues este mal se presenta, por lo general, en pacientes de más de 50 años con alguna otra enfermedad crónica como hipertensión o diabetes.
Para Hogstedt, la magnitud del problema es alarmante y podría ser aun mayor, pues se trata de una enfermedad de difícil diagnóstico ya que sus síntomas se pueden confundir fácilmente con otros males. Alguien con ECR presentará fatiga, debilidad, dolor de cabeza, pérdida del apetito, náuseas y vómitos, hinchazón en las piernas, picazón, y en sus estados más avanzados cortes en la respiración por la acumulación de líquido en los pulmones.
Según Hogstedt falta investigar más la relación de los factores de riesgo ya identificados con otros de tipo ambiental y socioeconómico como la calidad del agua en estas poblaciones, el uso de pesticidas en esas zonas, sus características demográficas y las prácticas diagnósticas. Solo así, considera este científico, se podrá tener una respuesta más concreta a por qué estos grupos son los más afectados.
Por ahora existen varias hipótesis que serán discutidas esta semana en Costa Rica en un taller de expertos de 15 países a la que asisten nefrólogos, epidemiólogos, especialistas en salud ocupacional y ambiental, en genética, enfermedades infecciosas y toxicólogos ambientales, entre otros.
Una de las más comunes, según Hogstedt, es que factores como las altas temperaturas y el esfuerzo físico propio de las labores agrícolas, en combinación con la deshidratación, pues estos jornaleros trabajan por horas sin tomar agua, son la mezcla ideal para la aparición de la ERC.
Las únicas curas para esta enfermedad, que puede matar a un paciente en menos de dos años, son una diálisis (filtración de la sangre para extraer las toxinas) o un trasplante de riñón, ambos tratamientos de muy difícil acceso para poblaciones pobres como los peones agrícolas.
El especialista del Programa Salud, Trabajo y Ambiente en América Central (SALTRA), Christer Hogstedt, explicó que este mal afecta con especial fuerza a los peones agrícolas, principalmente cortadores de caña, de las zonas del Pacífico de El Salvador, Honduras, Nicaragua y Costa Rica.
En 20 años se han documentado en el istmo más de 20.000 casos de ERC, lo que ha encendido las alarmas entre la comunidad científica y las autoridades de salud. Hogstedt, ex director del Departamento de Investigación del Instituto Nacional de Salud Pública de Suecia, lleva dos décadas estudiando este fenómeno y afirma que aun hay "muchas preguntas sin repuesta".
Los números son claros y muestran que la incidencia de ERC en estos países es elevada. Según datos de SALTRA, este mal es la segunda causa de muerte entre hombres en edad productiva en El Salvador, con una tasa de 52 por cada 100.000 habitantes. En Nicaragua y Honduras, la ERC es la cuarta causa de muerte en hombre jóvenes, y en Costa Rica, la octava.
Pero los números son más alarmantes en las regiones del Pacífico: mientras que la tasa promedio de padecimiento de ERC en Costa Rica es de 5 por cada 10.000 habitantes, en la costera provincia de Guanacaste, donde se ubican la mayoría de plantaciones de caña de azúcar, la cifra se eleva a 45 por cada 10.000, es decir, la incidencia en esta zona es nueve veces mayor al promedio del país.
Hogstedt asegura que la evidencia muestra una relación entre el trabajo pesado agrícola de los peones en las plantaciones de caña y las altas temperaturas características de estas regiones, pero que el rompecabezas aun no está completo, pues esas condiciones están presentes en otras zonas del mundo sin altas incidencias de ERC.
A los especialistas les llama la atención que en el Pacífico centroamericano la enfermedad ataque sobre todo a personas jóvenes y sanas, pues este mal se presenta, por lo general, en pacientes de más de 50 años con alguna otra enfermedad crónica como hipertensión o diabetes.
Para Hogstedt, la magnitud del problema es alarmante y podría ser aun mayor, pues se trata de una enfermedad de difícil diagnóstico ya que sus síntomas se pueden confundir fácilmente con otros males. Alguien con ECR presentará fatiga, debilidad, dolor de cabeza, pérdida del apetito, náuseas y vómitos, hinchazón en las piernas, picazón, y en sus estados más avanzados cortes en la respiración por la acumulación de líquido en los pulmones.
Según Hogstedt falta investigar más la relación de los factores de riesgo ya identificados con otros de tipo ambiental y socioeconómico como la calidad del agua en estas poblaciones, el uso de pesticidas en esas zonas, sus características demográficas y las prácticas diagnósticas. Solo así, considera este científico, se podrá tener una respuesta más concreta a por qué estos grupos son los más afectados.
Por ahora existen varias hipótesis que serán discutidas esta semana en Costa Rica en un taller de expertos de 15 países a la que asisten nefrólogos, epidemiólogos, especialistas en salud ocupacional y ambiental, en genética, enfermedades infecciosas y toxicólogos ambientales, entre otros.
Una de las más comunes, según Hogstedt, es que factores como las altas temperaturas y el esfuerzo físico propio de las labores agrícolas, en combinación con la deshidratación, pues estos jornaleros trabajan por horas sin tomar agua, son la mezcla ideal para la aparición de la ERC.
Las únicas curas para esta enfermedad, que puede matar a un paciente en menos de dos años, son una diálisis (filtración de la sangre para extraer las toxinas) o un trasplante de riñón, ambos tratamientos de muy difícil acceso para poblaciones pobres como los peones agrícolas.
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