Y
no es que no se enfermen, sino que sus males son guardados con más celo que los
secretos de estado.
Que
costó que Fidel Castro revelara su mal estado de salud. Fueron meses y meses de
ausencia como el hombre fuerte de Cuba, para que poco a poco el aparato del
poder fuera dando a conocer su humillante condición anatómica al hacer sus
necesidades no por donde Dios manda, sino por donde la cirugía lo ordena.
Lo
mismo pasó con Hugo Chávez Frías, presidente dictador de la patria del
Libertador Bolívar, cuando se le presentó el cáncer supuestamente mortal e
inoperable.
El
irrespetuoso presidente bolivariano clamó por un milagro a Dios y a todos los
santos de la corte celestial cuando se decidió a dar a conocer su enfermedad.
Pero en este caso hay gato encerrado: Primero la aflicción de la muerte;
después los viajes numerosos a Cuba en donde le trataban su cáncer, durante los
cuales se pudo ver un Chávez deteriorado e inflamado producto de las
quimioterapias y de las radiaciones. Pero a medida que se iban acercando las
elecciones, Hugo Chávez presentaba mejorías en su humanidad, hasta que llegó la
campaña electoral que coincidió con una franca mejoría en su físico. ¿Habrá
llegado la hora de proclamar el milagro que con tanto fervor populista pidió
públicamente? Si lo hace, esa será la llave de su campaña electoral
aprovechando la fe sencilla del pueblo.
Existen
mandatarios y altos funcionarios que padeciendo de alguna enfermedad mortal, se
pasan la vida negándola. Todos ellos padecen del mal del imprescindible, mal
del cual padecen los dictadores y tiranos del mundo.
Me
preguntó yo en donde cabe la costumbre de negar la enfermedad que padece el
Cardenal Miguel Obando y Bravo. Tiene 86 años, por lo tanto el germen de
creerse insustituible no existe. Como autoridad de la Iglesia Católica ya no
pesa, puesto que es un retirado sin funciones dentro de la institución y no hay
ninguna sucesión que afianzar. Es cierto que es miembro del gabinete de
gobierno del Comandante Ortega, pero sus funciones son más de orden decorativo
que de trabajo cierto. A esto hay que agregar que el Cardenal es la piedra
sobre la que descansa lo cristiano del lema del orteguismo, que además es
solidario y socialista. Sin embargo, ese papel lo puede asumir su heredero
espiritual Monseñor Montenegro.
No
hay nada más natural que una persona de 86 años llegue al final de sus días en
la tierra. Inclusive una persona de esa edad se debe de sentir agradecido con
Dios por haber sido tan generoso en el número de años que le permitió vivir. Pero
con toda esta alarma por la gravedad de Su Eminencia, se está dando el fenómeno
de esconder como secreto de estado su verdadera condición física. Ni el Papa
mantiene oculta su salud si está mortalmente deteriorada. La hacen pública para
que millones de fieles recen y rueguen por su salud. Ese alivio espiritual se
lo están negando al Cardenal Obando al empeñarse en negar su gravedad.
Radio
Corporación, icono de la radiodifusión nicaragüense y líder de la honestidad noticiosa,
dio a conocer un boletín en el que se afirmaba de la condición cancerosa del
Cardenal. Decía que padecía de un tumor maligno en su cerebro y que a causa de
eso había perdido ciertas facultades mentales.
Los
contra boletines no se hicieron esperar y ahora resulta que al Cardenal le
hicieron una operación ambulatoria en el cerebro y anuncian que muy pronto
estará en Nicaragua, listo para asumir sus “deberes” de estado.
¿A
quién creerle, a los que dicen que está grave, o a los que dicen que está tan sano
como cuando aparece sentado al lado de la pareja dictatorial?
Jorge
J Cuadra V
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