Onofre Guevara López
Las elecciones
son para elegir gobiernos, nombrar una persona a un cargo, etcétera. Es lo
sabido. Pero si le quitamos el prefijo e
al sustantivo elecciones, se convierte en lecciones,
otro sustantivo con distinto significado, aunque se relacionan, puesto que con lecciones
de historia se puede explicar el carácter de las elecciones. Y son muchas las
lecciones que nos han dejado las elecciones en casi dos siglos.
Al parecer, las lecciones de las elecciones
no han sido debidamente aprendidas. La primera lección, es que aquí apenas ha habido
cuatro elecciones relativamente libres, lo cual nos enseña: a) quienes ejercen
el poder económico poseen el poder político, y b) también alcanzan el poder político
para luego hacerse del poder económico.
Durante los primeros 72 años post coloniales
(1821-1893), los herederos criollos aplicaron medidas restrictivas económicas,
culturales y racistas al sistema electoral para asegurarse su poder. No votaba quien
no poseyera algo valorado en no menos de cien pesos; voto cero para analfabetas
y mujeres (la mayoría); y campesinos e indígenas no votaban, porque nacían y
vivían con la prohibición pegada al cuerpo: la pobreza y el analfabetismo.
Pasado ese período, hubo revolución liberal (1893)
y cambios importantes, pero sus reformas apenas pudieron arañar la estructura económica-social
en 19 años (1893-1912). Vino la primera gran intervención armada de los Estados
Unidos a 21 años plazo (1912-1933) con opción a la perennidad, con un breve
intervalo entre las elecciones (1924) y el Lomazo (1925). Todas esas elecciones,
con una doble fisonomía del poder: la clasista tradicional y la imperial de los
Estados Unidos.
Nuevas lecciones: nombramientos directo de
candidatos y de presidentes, más elecciones bajo la égida neocolonial con sus
propias leyes y sus “autoridades” electorales. En suma, libertad electoral cero.
Luego, elecciones en 1928 y 1932 en iguales condiciones,
aunque con Sandino en las montañas cuestionando el sistema con las armas. Somoza
García lo asesina, y se inicia la dictadura somocista con padrinazgo gringo. Practica
golpes de Estado, elecciones fraudulentas y reelecciones con efectos sangrientos.
Y de nuevo, más elecciones con su secuela de dramáticas lecciones.
No hay espacio para describirlas, pero sí,
para enumerarlas: 1937, 1942, 1946, 1951,1957 (elecciones inaugurales de la
dinastía, por el ajusticiamiento de Somoza García, en 1956). Sigue con su
compendió de títeres, fraudes, terror y sangre. Las elecciones de 1963, le ponen
máscara civil al sistema con René Shick, quien muere seis años después. Otra
vez títeres, sangre y el segundo General Somoza imponiéndose con el terror en
1967. De nuevo títeres (ahora en trío) y reelección con la fuerza destructiva del
terremoto y de las armas, en 1973.
Se aplica el correctivo patriótico de 1979,
igual con mucha sangre, y viene más sangre derramada con promoción gringa de la
guerra, y en 1984 se ensayan las primeras elecciones en libertad, bajo
presiones externas y crisis económica interna. En cualesquiera otras
condiciones que hubiesen sido, igual el sandinismo hubiese ganado las elecciones,
pues había un pueblo aún en armas y eufórico por su triunfo sobre la dictadura.
Las elecciones de 1990, puso fin a la
experiencia pre socialista y dio pie a la restauración capitalista, y fueron
tan libres como las de 1984, aunque siempre condicionadas por la guerra, el
hambre y con los cañones gringos en la sien del país. Las elecciones de 1996 y
2001, fueron ya en paz, pero de un estilo demagógico tradicional y bajo el
poder de viejas y nuevas clases restauradoras del sistema.
Las lecciones de las elecciones de 2006,
fueron de un oportunismo de nuevo tipo: la alianza de dos capas sociales de
distinto origen, pero homogenizadas por el pacto y un poder económico levantado
a costa del erario. Las elecciones de 2011, dejaron unas lecciones para no olvidarlas:
revolucionarios que pierden su norte ideológico y despiertan su ambición, se transforman
en lo contrario; oligarquía que pierde su fisonomía original, y se pone rostro
plebeyo; poder político que se confirma como fuente del poder económico; corrupción
que pierde todo sello ideológico; crisis política que puede tener salida
distinta a la guerra y al fraude electoral, y encontrarla en la lucha
cívica-popular.
Pero ahora, ¿quién se aprenderá y ejecutará esta
lección?
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