Me
pregunto cuál es el orgullo de ser hijo de un hombre que los tiene por docena;
de un hombre que va por la vida tratando a las mujeres como yeguas y que cuenta
los hijos como potrillos de su hacienda.
Jactarse
ante las cámaras de televisión de que tiene 21 vástagos regados por toda la
geografía de Nicaragua, no es más que la necesidad de probar su género para
calmar su inestabilidad genérica.
El
semental de Metapa tuvo la mejor formación académica que se podía tener en sus
tiempos de estudiante. Es un ex alumno de los Jesuitas del Colegio Centro
América de Granada y lo que menos nos inculcaban nuestros educadores, era la
irresponsabilidad paternal. Siempre nos enseñaron a formar un hogar, a tener
una familia y a respetar a nuestros hijos, pero el coterráneo de Rubén Darío no
asimiló el mensaje y se dedicó a imitar al Coronel Buendía tanto en lo de hacer
revoluciones, como en lo de preñar mujeres sin el menor sentido de
responsabilidad familiar. Inclusive el último guerrillero de América, como se
suele identificar, superó al guerrillero de Macondo porque este tuvo 17
herederos, superándolo por cuatro.
Lo
verdaderamente trágico de todo esto es que recientemente apareció el hijo
número 22 y en este caso el legendario guerrillero y antiguo congregante
mariano cuando solo soñaba con sus hazañas futuras, negó que ese hijo fuera suyo,
mientras el joven lo afirma con vehemencia, proyectando la necesidad emotiva de
tener un padre y que ese padre sea el garañón de Ciudad Darío. La forma
aberrante con que el guerrillero de marras se defiende, solo provoca ira
impotente, porque lo que se espera de un legendario personaje es un poco de
misericordia hacia quien lo quiere distinguir como su progenitor. Pero no, el
dragador oficial del Río San Juan solo proyecta desprecio y rechazo y hasta lo
ofende cuando lo llama enfermo con toda la boca grande que tiene.
La
tecnología avanzada en el terreno de la medicina demostró que el número 22 no
proviene de los espermatozoides del semental de Metapa y en lugar de dialogar
en privado un tema tan importante, lo que hizo fue mostrar con orgullo, como si
se tratara del diploma de médico que nunca obtuvo, los resultados de los ADN
que proclamaban el golpe mortal para el joven que ha tenido la desgracia de
idealizar a quien no se lo merece. Con su característica sonrisa cínica, volvía
a repetir que el muchacho estaba enfermo y que había que tratarlo.
Para
cerrar un melodrama más de este mal actor, dejó el misterio del verdadero padre
y dijo que sabe quien es desde siempre y después la amenaza innoble de divulgarlo
si lo siguen molestando.
Este
personaje que pasó de héroe a villano y de villano a servil, no se va a redimir
nunca. Sus valores son la arrogancia, el orgullo, el cinismo y la mentira, todo
lo contrario del Coronel Buendía, a quien lo único que le hizo perder la
compostura fue la larga espera de la carta que el gobierno conservador nunca le
envió: “Cabrones, quédense con esa mierda,” dijo el líder de las 32
revoluciones y de los 17 hijos.
Ser
padre es una cosa, ser padrote es otra, señor guerrillero de Metapa.
Jorge
J Cuadra V
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