Onofre Guevara López
La novela “1984” salió en 1969 y, para bien
de la humanidad, treinta y cinco años después, las sombrías predicciones de
George Orwell, sobre una sociedad sometida a un proceso deshumanizante por el
omnisciente, omnipresente y omnipotente “Gran Hermano”, solo quedaron en la ficción.
No obstante, algunos cosas similares a las presagiadas por Orwell, son muy reales
63 años después.
Pese a que Oceanía –país imaginario en “1984”— es un Estado totalitario en
guerra permanente –ora contra Euroasia,
ora contra Asiacentral—, Orwell no
presagió las guerras de una gran potencia contra países menos fuertes, pero con
riqueza petrolera a ser conquistada sin reparos morales ni ahorro de crueldades.
Eso ha creado una realidad, donde las
potencias imperiales y las dictaduras nacionales hacen una simbiosis diabólica con
medias verdades y mentiras absolutas: las potencias destripan con la guerra a países
en una parte del mundo, violando todo tipo de derechos; al mismo tiempo, se abanderan
con los valores morales e ideales democráticos para imponer “la democracia” en
países bajo dictaduras y regímenes autoritarios.
Las consecuencias son un doble perjuicio para
los ciudadanos: como nacionales de los países agredidos con la guerra, sufren
muertes; y como víctimas de la represión de los gobernantes autoritarios,
sirven de pretextos a las potencias para meterse en las políticas internas de
sus países. Juego macabro con el cual las potencias ganan imagen “democrática”,
mientras los gobernantes autoritarios ganan la imagen de patriotas defensores
de la soberanía nacional. Los ciudadanos pierden la democracia, las libertades
y su país.
Nuestra experiencia como pueblo intervenido
por potencia imperial y como víctima de dictaduras, es histórica. Actualmente, estamos bajo una situación donde
aún no vivimos muchas de las sombrías predicciones orwellianas, pero existen
algunas asombrosas similitudes. Veamos algunas:
Estando el proceso reeleccionista en marcha –julio
de 2010—, un señor ex líder revolucionario y feliz millonario, aseguró que
había dicho a su “Gran Hermano” que hicieran lo que tuvieran que hacer, y pasara
lo que tuviera que pasar, pero que no entregarían el poder. Después de
noviembre 2011, no hay duda de que hicieron lo que querían hacer con su maquinaria
electoral para seguir con el poder.
Ya anunciado ese propósito de aplastar
derechos electorales o lo que fuere –pregonando que “el amor es más fuerte que
el odio”—, para conservar el poder, el ex líder remató con énfasis: “¡Pase lo
que pase, aquí habrá frente sandinista hoy, mañana y siempre!”… O sea, un
“partido” inmortal.
Ahora, veamos lo que Orwell pone en boca del
torturador O`Brien, dirigiéndose al disidente Winston, su víctima:
“_
No seas tonto. Estás bajo la impresión de que el odio es más agotador que el
amor. ¿Por qué habría de serlo? Y si lo fuera, ¿qué diferencia habría? Supón
que preferimos gastarnos más pronto. Supón que aceleramos el tempo de la vida humana, de modo que
los hombres sean seniles a los treinta años. ¿Qué importaría? ¿No comprendes
que la muerte del individuo no es la muerte? El Partido es inmortal.”
O`Brien, ya le había descrito al torturado Winston,
el objetivo deshumanizante del “Gran Hermano”:
“_
Siempre tendremos al hereje a nuestro albedrío, chillando de dolor, destrozado,
despreciable y, al final, totalmente arrepentido, salvado de sus errores y
arrastrándose a nuestros pies por su propia voluntad. Ese es el mundo que
estamos preparando, Winston. Un mundo de victoria en victoria, de triunfos sin
fin, una presión constante sobre el nervio del poder.”
¡Qué familiar suena eso de “victoria en
victoria”! No es mi culpa si usted lo asocia con una consigna en boga, pues es
fácil advertir su procedencia orwelliana.
En todo caso, la culpa es de quienes la han copiado, o tienen coincidencia
de creatividad concatenada por la misma concepción fascista del poder.
Pero la
consigna de ir “de victoria en victoria”, Orwell no la imaginó en los retratos
del “Gran Hermano”. En cambio, la “Gran Hermana” nica, alterna los rótulos de
su “Gran Hermano” con los rótulos de la consigna, lo cual indica en ella una mayor
ambición. En medio de sus mediocridades, ¿no es para que se sienta orgullosa?
Una más: Orwell, dice en “1984” que “en los libros editados por el Partido, el
Gran Hermano figuraba como el jefe y guardián de la Revolución desde los
primeros días de ésta”; aquí, la
“Gran Hermana” diseñó un museo de la revolución, donde el “Gran Hermano”
aparece en todos los frentes guerrilleros, sin que hubiera comandado ninguno.
¿Ya ven? Ficción y realidad…!qué parecidas
son!
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