- Pugna orteguista
La cada vez más extendida protesta de grupos orteguistas de base en los municipios en contra de la imposición de los candidatos a alcaldes para las elecciones municipales previstas para este año, más que un reclamo democrático es ante todo, una pugna interna por la repartición de la vaca pública. Este “ataque de ciudadanía” contra el dedazo presidencial que le ha dado a los súbditos orteguistas no parece creíble, pues los que ahora exigen “verdaderas encuestas o primarias” para elegir candidatos, son los mismos que estuvieron de acuerdo en la ilegal candidatura de Daniel Ortega y que aplaudieron su sentencia reeleccionista junto con los alcaldes usurpadores surgidos del fraude del 2008. Como fuerza activa, no sólo han actuado como fuerza de choque contra las movilizaciones ciudadanas sino que seguramente fueron también cómplices del monumental fraude del 2011. Llama la atención que esperaron hasta “asegurar el poder” de Ortega para lanzar una protesta orquestada, cuidándose de eximir de responsabilidad a él y a “la compañera Rosario”, enfilando sus ataques contra su mandadero Nelson Artola y los secretarios políticos. Pero resulta que esa estructura es justamente la que ha sido impuesta por la primera señora tras licuar los restos del viejo partido rojinegro, que ven en Artola y sus pares, a unos advenedizos oportunistas. Es una pugna contra el Murillato, no “rebelión en la granja”, donde los cerdos que representa Bola de Nieve le reclaman a Napoleón, el cerdo mayor, una sustantiva cuota de poder, aunque estaban derrotados desde que aceptaron que “algunos animales son más iguales que otros”.
- Familismo amoral
El comportamiento de los orteguistas (es un insulto a la memoria de Sandino, llamarles sandinistas) es una expresión de lo que el politólogoEdward C. Banfield (1958) tipificó como “familismo amoral” como sustento de toda sociedad atrasada: los individuos velan sobre todo por ellos mismos y por su familia y no existe cosa parecida a velar por el interés público o común. De ahí que consideren moralmente positivo e “inteligente” sacar provecho o ventaja de las instituciones del Estado o la comunidad. Apoyan el interés de grupo o comunidad, solo si encuentran alguna ventaja privada. Los cargos públicos son medios para el beneficio propio, por lo cual son proclives a aceptar sobornos, a hacer negocios turbios y a manejar los recursos con ánimo de dueños. Dado que no han desarrollado una ética del derecho (valores universales) es improbable que le reconozcan o respeten derechos a otros. A lo más que llegan es a una conciencia tribal (familia “política” a la que pertenecen), lo que explica por qué fueron capaces de falsificar votos, actas y urnas y robar la voluntad popular en las pasadas elecciones y que garroteen o eliminen a sus “enemigos” o competidores. Igual que la Cosa Nostra.
- Ilegitimidad por dentro
El problema parece ser que la consorte ha dejado a la vieja familia política de su marido por fuera y ahora que le han hecho el volado de “reelegirlo”, están reclamando reparto e inclusión. Como quiera que sea, aparte del familismo amoral, expone la crisis de legitimidad que sufren también internamente: es la parentela rojinegra la que está señalando de corruptos, incompetentes, soberbios y abusivos a los alcaldes del fraude del 2008. En Masaya, Estelí, Jinotega, Chinandega, Nueva Segovia, Carazo y Boaco, las acusaciones sobre las arbitrariedades con el manejo de las alcaldías y la manipulación de las políticas asistencialistas se repiten contra los candidatos rosa-chicha. Las municipales del 2012 con los mismos magistrados corruptos, los mismos candidatos usurpadores del oficialismo y sin participación opositora verdadera, aparecen ya como clínicamente muertas. Habrá que ver si los que protestan son capaces de recomponer su situación cortando el dedo lleno de anillos que los separa.
- Basura municipal
Tal vez el emblema de lo que acontece en los municipios bajo la administración orteguista sea la basura. La proliferación de basureros en las calles de la capital y en municipios que hasta hace unos años competían por ser declarados “más limpios” del país reflejan el vaciamiento de los gobiernos locales y su desnaturalización. Hemos sido testigos del abandono de las tareas propias de las alcaldías, al convertirse en meras extensiones de la Secretaria de Comunicación y de las orientaciones de Managua. Con la autonomía y la iniciativa perdida, con la reconcentración de funciones en un aparato ajeno a la municipalidad, las alcaldías son entes en bancarrota al convertirse en la caja chica de los inventos del Murillato que junto con la imparable corrupción, las ha canibalizado. Por unas cuantas cuadras de “calles para el pueblo” de vitrina, hay centenares de calles repletas de hoyos y sin manjoles, cauces sin reparar y predios baldíos florecientes de basura. Alcaldes y concejales desfalcadores y que dan pena, son parte de la basura política con las que amenaza seguir atosigándonos la dedocracia en el 2012.
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