Por Katiuska Blanco, autora de Fidel Castro: Guerrillero del tiempo
Buenas tardes a todos:
Buenas tardes a todos:
Agradecemos la presencia de quienes colman esta sala, en especial la de usted Comandante, y la de Abel y Barnet que valoraran esta obra.
Este mediodía intenso nos reunimos para presentar la Primera Parte en dos tomos del libro: Fidel Castro Ruz, Guerrillero del Tiempo, que con el sello de la Editorial Abril sale a la luz.
En la introducción de este título de más de mil páginas memoriosas, narro cómo se inició esta nueva expedición a la historia.
Quisiera compartir algunos párrafos con ustedes:
“Me parecía que ya conocía el lugar, pues desde que empecé a investigar sobre su vida había soñado que lo entrevistaba allí, en la sala. Imaginé en los alrededores de la vivienda una floresta tupida, una selva exuberante. Y así fue, muy próximas a la casa se anunciaban las espesuras desmesuradas que había soñado; crecían favorecidas por los golpes de agua frecuentes en esa zona de La Habana. `Aquí parece que se acaba el mundo por las tardes´, dijo mientras nos asombrábamos mutuamente del anuncio de un abrupto e insólito descenso de las temperaturas en México, un día de noviembre de 2009. También conversamos allí. Todo había comenzado una mañana de octubre en que eran tantos y tan diversos los temas de que hablábamos que me dijo: `¿Por qué no preparas un cuestionario inquisitorio?´ Aquella pregunta me estremeció: no me quedaron dudas de que Fidel estaba dispuesto a develar historias, perplejidades, juicios, aconteceres que habrían permanecido en silencio en otro momento. Sugerí el estilo literario que obvia las preguntas y va directo a as respuestas en primera persona, pero se negó rotundamente: `Sería un libro muy aburrido, como uno voluminoso que tengo de la historia de Troya’”.
Este que les narro es el comienzo del viaje y hoy llegamos a estación de papel. Recuerdo que una vez me preguntaron: ¿Por qué consideras que Fidel Castro sigue siendo una figura tan importante y actual en el mundo? Recuerdo que Guillermo Cabrera Álvarez siempre me decía: “Es el más humano de los seres humanos que he conocido”. Para mí sigue siendo una figura importante y actual en el mundo por la nobleza y justicia de los ideales que inspiran su lucha revolucionaria en un mundo todavía desigual, injusto y cruel. Su espíritu es romántico y eminentemente práctico, a un tiempo certero y pertinaz. Sus ideales son aquellos que, recordando al maestro pintor Guayasamín, tienen en cuenta el llanto, la ira y la ternura de nuestros pueblos. Permanece atento a los problemas de la naturaleza y la sociedad humana para servirlas, para salvarlas en esta hora de peligro. Como Benito Juárez y José Martí, echó su suerte con los pobres de la tierra. Es fiel a ellos y ellos pagan su amor, su amor infinito. Es un estadista universal, sabio hombre de una Revolución generosa y profunda que siente a la humanidad como la Patria. Un ilustrado guerrillero del tiempo.
Esta tarde, abrazo con cariño admirado y agradecido a mis compañeros de trabajo, la muchedumbre protagonista del esfuerzo que, anónimamente, ocupa un lugar discreto en las filas de asientos de esta sala. Hablo de seres especiales como Alba, culta y noble; los minuciosos editores Lilian, Esteban, Nilza; el eficiente realizador Mederos; las acuciosas especialistas de la Oficina de Asuntos Históricos Elsa y Susy; las taquígrafas de siempre a la orden de Hilda y Nuria; los jóvenes artistas del Grupo Creativo: diseñadores de vuelo poético y disposición a las madrugadas como Niebla, Geordanys; Agustín, Laura y Elio; las laboriosas Niurka y Melkis que aguzan la mirada en las artes finales; Heriberto y Enriqueta -puntos de apoyo-, y la multitud maravillosa de las imprentas, infaltables al pie del fragoroso y cálido rumor de las máquinas. Tengo que expresar el deseo de que Alvariño estuviera aquí, llamó de Venezuela para felicitar este encuentro. Pienso también en Alfonso y los compañeros de la Ayudantía , que dirigen y coordinan todos los esfuerzos.
Sin todos ellos el libro como objeto de arte, como ofrecimiento profundo y hermoso no sería posible. Y ahora menciono a Ernesto Rancaño, ángel sensible y leal que revolotea en estas páginas con la fuerza de sus colibríes. Desde los trazos del árbol de la cubierta nos invita a descifrar al hombre y sus recuerdos: una escalera al cielo, una casa como fronda espesa, rostros familiares, un bosque en un baúl, un fonógrafo callado, un paraguas bajo la lluvia, una máquina de escribir con alas, un tren que exhala humo de pájaros.
Esta mañana quiero estrechar fuerte a todos mis seres queridos, habitantes de mi memoria o de mis días de hoy; en especial a mi esposo y mis hijos, siempre contrafuertes, hogar de mi corazón.
Y como comenzando y terminando, punto de partida y regreso eterno, quisiera Comandante decirle a usted y a Dalia, sencillamente, ¡Gracias!, no solo por las obras y los desvelos de tantos, infinitos años, sino esta vez y entrañablemente por permitir a todos la entrada a su vida y a los espacios recónditos del alma.
Otra vez, ¡gracias!
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