Onofre Guevara López
El Lobo de Gubbio-Iu-is-ei ha dado motivos
para que un San Francisco de Asís, de “lengua celestial”, se interesara en rescatarlo
del mal camino donde son “incontables sus muertes y daños”, para convertirlo en
un conviviente en paz y bien con las aldeas de todo el mundo. De todas maneras
sería inútil, pues el “el rudo y torvo animal” sólo cree en San Francisco de
California.
Pero la ausencia del santo de Asís y la
presencia del Lobo, no interfiere en la actividad de gente de “mala levadura” en
las aldeas. Esta gente no le hace la guerra de ninguna intensidad al Lobo, pero
se la hacen a sus propios aldeanos. En nuestro caso, aun cuando el Lobo ya ha incursionado
en nuestra Aldea, por ahora no proyecta una nueva incursión, porque anda de
caza por aldeas más importantes, aunque, por su naturaleza, sigue siendo una amenaza.
Y ese histórico
hecho, le sirve de pretexto al Gran Cazador local para tratar de convencer a los
aldeanos de que el Lobo ya viene, que afila sus dientes, que todo opositor es
agente suyo en la Aldea para desestabilizar su gobierno y, por ende, boicotear su
presencia indefinida en el poder, única garantía para tener una vida aldeana
con libertad y soberanía.
Sobre todo, pregona el Lobo, sus críticos
persiguen desprestigiarle, acusándole de ilegalidades y de apropiarse de la riqueza
aldeana para su familia y sus cazadores, los cuales también son acusados de tener
fidelidad canina hacia él, a cambio de impunidad para sus abusos y actos de
corrupción. Esos críticos –corean los partidarios del Gran Cazador—, son anti
patriotas, porque niegan que las perversidades inconstitucionales sean hechas
por el bien común. No reconocen que aquí manda el “Pueblo Cazador, la “Juventud
cazadora”, la “Mujer cazadora” y el “Niño cazador”. Pero ocultan que sólo él en
la Aldea tiene derecho a cazar de lagartija para arriba.
Sus defensores –unos vergonzantes y otros
vergonzosos—, se encargan de meter el mono, más bien el Lobo, diciendo que todo
aquel que no acepta las verdades del Gran Cazador es un agente y simpatizante
de los crímenes del Lobo; no obstante, en la Aldea sólo él negocia con sus instituciones
financieras. Y mientras allá, en la lobera, por sus contradicciones electorales
hablan de incursionar diplomáticamente en nuestra Aldea para “salvar la
democracia”, aquí sólo entusiasma a poquísimos ilusos. Pero hace feliz al Gran
Cazador, porque eso le da pretextos para fortalecer su dictadura.
Con ese fin, los partidarios del Gran Cazador
argumentan que si sus críticos no tuvieran malas intenciones contra la
estabilidad y el progreso de la Aldea, no hablaran de los robos de votos, ni
negaran que el 98% de los aldeanos recibieron sus cedulas. Y que no apoyaran
las denuncias del partido al cual les robaron las elecciones, ahora convertido
por los propagandistas del Gran Cazador en
un peligroso maquinador contra la paz de la Aldea, inventor del fraude y perturbador
público que pone en riesgo la vida de los aldeanos.
Pero callan sobre la tragedia de El Carrizo,
donde tres aldeanos –padre e hijos— fueron asesinados por amigos del Gran
Cazador, y está por verse si cumplirán la condena. Antes, para quedar impunes, alegaron
algo así como que los mataron porque sus votos eran peores que “armas de
destrucción masiva.”
Siempre afirman, que las “empresas mediáticas”
–no las suyas—, Ipade, EyT, Hagamos Democracia, la Iglesia Católica (sin el Cardenal
pro Cazador) conspiran con el dinero del Lobo. Dinero que, sin embargo, no parece haber sido mayor
ni más eficaz que el dinero petrolero del Gran Cazador, a juzgar por los
resultados de su inversión en todo lo vendible y comprable dentro del mercado
electoral.
Así pues, por la gran suma invertida, los
cazadoristas quieren sacar otra victoria, como sería borrar los hechos: que aquí
no hubo dobles votos, urnas preñadas, fiscales amenazados y corridos –quizás hasta
comprados—, mesas electorales absolutamente en manos de la jauría del Gran
Cazador, ni clandestinos contaderos de votos. En fin, que aquí solamente hay embriagantes victorias,
la salvación de la autonomía universitaria, la soberanía nacional y el Estado
del bien común, gracias –dice un partidario vergonzante del Gran Cazador—, a
que apareció milagrosamente el Chavo del CNU, seguido de todos los buenos, para
salvar a la Aldea de los agentes del Lobo.
Y qué bueno que el Gran
Cazador, sigue de victoria en victoria sobre la constitucionalidad… aunque la Aldea
cruja.
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