El diario granadino EL CORREO (1913-1934), fué fundado por quien fuera su Director, Carlos Rocha Avellán y es sobre todo recordado por haber dado acogida a las publicaciones literarias del Movimiento de Vanguardia, "Rincón de Vanguardia" y "Página de Vanguardia", a cargo de Pablo Antonio Cuadra Cardenal y Octavio Rocha Bustamante, hijo éste último de don Carlos y padre de Luis Rocha Urtecho, quien, junto con su nieto Luis Javier Espinoza Rocha, retoman hoy "El Correo Nicaragüense"; un blog pluralista, que agradece la reproducción de su contenido.

sábado, 4 de febrero de 2012

ISLANDIA TRIPLICARÁ SU CRECIMIENTO EN 2012 TRAS ENCARCELAR A POLITICOS Y BANQUEROS


La revuelta islandesa no ha causado otras víctimas que los políticos
y los hombres de finanzas. No ha vertido una gota de sangre. No ha
sido tan llamativa como La Primavera Árabe Ni siquiera ha tenido
presencia en los medios, pués estos han pasado por encima de puntillas.
 
 Sin embargo, ha conseguido sus objetivos de forma limpia y
ejemplar.Hoy por hoy, su caso bien puede ser el camino ilustrativo de
los indignados españoles, de los movimientos de Occupy Wall Street y
de quienes exigen justicia social y justicia económica en todo el mundo.
 
Islandia consiguió acabar con un gobierno corrupto y parásito.
Encerró a los responsables de la crisis financiera en la cárcel.
Empezó a redactar una nueva Constitución hecha por ellos y para
ellos. Y hoy, gracias a la movilización, será el país más próspero de
un occidente sometido a una tenaz crisis de la deuda.
 
Esa es la ciudadanía islandesa, cuya revuelta en 2008 fue silenciada
en Europa por temor a que muchos tomaran nota.
 
Pero lo lograron gracias a la fuerza de toda una nación. Lo que
empezó siendo crisis se convirtió en oportunidad. Una oportunidad que
los movimientos altermundistas han observado con atención y lo han
puesto como modelo realista a seguir.
 
Desde En Positivo, consideramos que la historia de Islandia es una de
las mejores noticias de los tiempos que corren. Sobre todo después de
saber que según las previsiones de la Comisión Europea, este país del
norte atlántico cerrará el 2011 con un crecimiento del 2,1%, y que en
2012 este crecimiento será del 1,5%, una cifra que triplica la de los
países de la zona euro. La tendencia al crecimiento aumentará incluso
en 2013, cuando está previsto que alcance el 2,7%.
 
Los analistas aseveran que la economía islandesa sigue mostrando
síntomas de desequilibrio, y que la incertidumbre sigue presente en
los mercados. Sin embargo, ha vuelto a generar empleo y la deuda
pública ha ido disminuyendo de forma palpable.
 
Este pequeño país del periférico ártico rechazó rescatar a los
bancos. Los dejó caer y aplicó la justicia sobre quienes habían
provocado ciertos descalabros y desmanes financieros.
Los matices de la historia islandesa de los últimos años son múltiples.
 
A pesar de trascender parte de los resultados que todo el movimiento
social ha conseguido, poco se ha hablado del esfuerzo que este pueblo
ha realizado. Del límite que alcanzaron con la crisis y de las
múltiples batallas que todavía están por resolver.
 
Sin embargo, lo que es digno de mención es la historia que habla de
un pueblo capaz de comenzar a escribir su propio futuro, sin quedar a
merced de lo que se decida en despachos alejados de la realidad
ciudadana.
 
Islandia, el camino que no tomamos
PAUL KRUGMAN
 
Al revés que el resto, Islandia dejó arruinarse a los bancos y
amplió su red de seguridad social.
 
Pero merece la pena retroceder para contemplar el panorama general,
concretamente el lamentable fracaso de una doctrina económica, una
doctrina que ha infligido un daño enorme tanto a Europa como a Estados Unidos.
 
La doctrina en cuestión se resume en la afirmación de que, en el
periodo posterior a una crisis financiera, los bancos tienen que ser
rescatados, pero los ciudadanos en general deben pagar el precio. De
modo que una crisis provocada por la liberalización se convierte en
un motivo para desplazarse aún más hacia la derecha; una época de
paro masivo, en vez de reanimar los esfuerzos públicos por crear
empleo, se convierte en una época de austeridad, en la cual el gasto
gubernamental y los programas sociales se recortan drásticamente.
 
Nos vendieron esta doctrina afirmando que no había ninguna
alternativa -que tanto los rescates como los recortes del gasto eran
necesarios para satisfacer a los mercados financieros- y también
afirmando que la austeridad fiscal en realidad crearía empleo. La
idea era que los recortes del gasto harían aumentar la confianza de
los consumidores y las empresas. Y, supuestamente, esta confianza
estimularía el gasto privado y compensaría de sobra los efectos
depresores de los recortes gubernamentales.
 
Algunos economistas no estaban convencidos. Un escéptico afirmaba
cáusticamente que las declaraciones sobre los efectos expansivos de
la austeridad eran como creer en el "hada de la confianza". Bueno, vale, era yo.
 
Pero, no obstante, la doctrina ha sido extremadamente influyente. La
austeridad expansiva, en concreto, ha sido defendida tanto por los
republicanos del Congreso como por el Banco Central Europeo , que el
año pasado instaba a todos los Gobiernos europeos -no solo a los que
tenían dificultades fiscales- a emprender la "consolidación fiscal".
 
Y cuando David Cameron se convirtió en primer ministro de Reino Unido
el año pasado, se embarcó inmediatamente en un programa de recortes
del gasto, en la creencia de que esto realmente impulsaría la
economía (una decisión que muchos expertos estadounidenses acogieron
con elogios aduladores).
 
Ahora, sin embargo, se están viendo las consecuencias, y la imagen no
es agradable. Grecia se ha visto empujada por sus medidas de
austeridad a una depresión cada vez más profunda; y esa depresión, no
la falta de esfuerzo por parte del Gobierno griego, ha sido el motivo
de que en un informe secreto enviado a los dirigentes europeos se
llegase la semana pasada a la conclusión de que el programa puesto en
práctica allí es inviable. La economía británica se ha estancado por
el impacto de la austeridad, y la confianza tanto de las empresas
como de los consumidores se ha hundido en vez de dispararse.
 
Puede que lo más revelador sea la que ahora se considera una historia
de éxito. Hace unos meses, diversos expertos empezaron a ensalzar los
logros de Letonia, que después de una terrible recesión se las
arregló, a pesar de todo, para reducir su déficit presupuestario y
convencer a los mercados de que era fiscalmente solvente. Aquello
fue, en efecto, impresionante, pero para conseguirlo se pagó el
precio de un 16% de paro y una economía que, aunque finalmente está
creciendo, sigue siendo un 18% más pequeña de lo que era antes de la crisis.
 
Por eso, rescatar a los bancos mientras se castiga a los trabajadores
no es, en realidad, una receta para la prosperidad. ¿Pero había
alguna alternativa? Bueno, por eso es por lo que estoy en Islandia,
asistiendo a una conferencia sobre el país que hizo algo diferente.
 
Si han estado leyendo las crónicas sobre la crisis financiera, o
viendo adaptaciones cinematográficas como la excelente Inside Job,
sabrán que Islandia era supuestamente el ejemplo perfecto de desastre
económico: sus banqueros fuera de control cargaron al país con unas
deudas enormes y al parecer dejaron a la nación en una situación
desesperada.
 
Pero en el camino hacia el Armagedón económico pasó una cosa curiosa:
la propia desesperación de Islandia hizo imposible un comportamiento
convencional, lo que dio al país libertad para romper las normas.
Mientras todos los demás rescataban a los banqueros y obligaban a los
ciudadanos a pagar el precio, Islandia dejó que los bancos se
arruinasen y, de hecho, amplió su red de seguridad social. Mientras
que todos los demás estaban obsesionados con tratar de aplacar a los
inversores internacionales, Islandia impuso unos controles temporales
a los movimientos de capital para darse a sí misma cierto margen de
maniobra.
 
¿Y cómo le está yendo? Islandia no ha evitado un daño económico grave
ni un descenso considerable del nivel de vida. Pero ha conseguido
poner coto tanto al aumento del paro como al sufrimiento de los más vulnerables; la red
de seguridad social ha permanecido intacta, al igual que la decencia más
elemental de su sociedad. "Las cosas podrían haber ido mucho peor" puede que no
sea el más estimulante de los eslóganes, pero dado que todo el mundo esperaba
un completo desastre, representa un triunfo político.
 
Y nos enseña una lección al resto de nosotros: el sufrimiento al que
se enfrentan tantos de nuestros ciudadanos es innecesario. Si esta es
una época de increíble dolor y de una sociedad mucho más dura, ha sido por
elección. No tenía, ni tiene, por qué ser de esta manera.
 
Paul Krugman es profesor de Economía en Princeton y premio Nobel
2008. 2001.
New York Times Service. Traducción de News Clips.

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