El diario granadino EL CORREO (1913-1934), fué fundado por quien fuera su Director, Carlos Rocha Avellán y es sobre todo recordado por haber dado acogida a las publicaciones literarias del Movimiento de Vanguardia, "Rincón de Vanguardia" y "Página de Vanguardia", a cargo de Pablo Antonio Cuadra Cardenal y Octavio Rocha Bustamante, hijo éste último de don Carlos y padre de Luis Rocha Urtecho, quien, junto con su nieto Luis Javier Espinoza Rocha, retoman hoy "El Correo Nicaragüense"; un blog pluralista, que agradece la reproducción de su contenido.

lunes, 4 de abril de 2011

MÁS COMENTARIOS SOBRE LA MARCHA DEL SÁBADO

Me preguntan cuántos estuvieron en la marcha de la ciudadanía el sábado por la mañana y no sé contestar. Yo sólo estuve con un puño de gente, adelante, donde todos aparentemente lo que queríamos era llegar a la Plaza del Fraude (frente al Hotel Princess) desde la única vía por donde Aminta Granera y su obediente gente nos había permitido caminar: un trecho de la Carretera a Masaya desde la Rotonda de la Centroamérica, al Suroeste hasta el primer portón del Colegio Teresiano (o un tal Casino Palace o algo así que hay por ahí). Y de ahí adelante ni nos dejaron pasar ni pudimos abrirnos paso a pesar de empujar o cocear durante casi tres horas como toros o como rinocerontes empecinados y cegados, llenos de coraje, encachimbados desde los dedos de los pies hasta la coronilla. Estábamos claros que la Aminta, obediente a la María Isabel, y a Ortega, y a la Chayo y a Lenín nos había sellado el paso a la tal Plaza del Fraude (que fue donde primero quisimos llegar, a pie, habiendo dejado nuestro transporte por ahí al riesgo de ser quemado, rayado o bombardeado), pero creíamos que si perseverábamos lograríamos de nuevo presentarnos en la tal plaza, desde donde habíamos planeado comenzar nuestra marcha hasta el Consejo Supremo Electoral (y para llegar adonde comenzamos a abrirnos paso, tuvimos que cruzar por unas veredas rurales, en el corazón de Planes de Altamira y Los Robles que yo nunca había sabido que existían). O tal vez creíamos que coceando se nos iban a bajar los humos del encachimbamiento, de la frustración de sentirnos tratados como niño de preescolar al que la seño Aminta les ha prohibido salir al jardín de recreo (porque los curros de la maestra pidieron permiso para ir orinarse en ese jardín y a ellos si los dejó salir al jardín). Si, queríamos que la Aminta y su banda sintieran nuestro coraje, nuestra rabia, nuestra frustración, nuestra rebelión contra el voluntarismo, la ilegalidad y la dictadura. Que no aceptábamos que la Policía nos dijera la ruta por la que debíamos caminar, y nos mandara a terminar nuestra marcha para gritarle a los perros o los gatos de un barrio de Managua y no a los gangsters del Consejo Supremo Electoral.

Nada fue planeado, cuando caímos en la cuenta de que nuestros planes habían sido burlados por el poder, intentamos volver a construir y realizar el plan. No lo conseguimos, pero dimos a entender quiénes éramos y hasta dónde podemos llegar. Al final nos dimos cuenta que no pudimos pasar, pero que habíamos dejado claro que NO ESTÁBAMOS DE ACUERDO y que otra vez no se van a burlar de nosotros.

Ahora, viendo las tomas en los canales de TV, me doy cuenta que la marcha no sólo fuimos los que estábamos ante las vallas de los policías de azul y los antimotines, sino toda una multitud rabiosa que venía detrás empujando. ¿Cuántos éramos? No se ni me interesa, sólo sé que no fuimos todos ni la mayoría de los que salimos de nuestras casas dispuestos a marchar, protestar y denunciar. La mayoría se perdió, o se frustró o se fue a rumiar su rabia a su casa. No tiene sentido valorar si fuimos 50 o 20 mil, sino que no fuimos todos los que quisimos ser, porque la Policía, con sus vallas, sus antimotines y sus preparativos desde dos días antes y desde Masaya hasta Tiscapa tuvo el poder y los medios para abortar nuestra marcha, aunque no la expresión de nuestro civismo lesionado. Y ese civismo es lo único que puede salvar a Nicaragua y será lo único que permitirá que Nicaragua vuelva a ser República o lo sea por primera vez.

Sólo sé que en ese grupo de ciudadanos estábamos de los dos géneros, de todas las edades adultas, de todas las clases sociales pero con la misma cara de ira y de dignidad. Éramos ciudadanos, no miembros de partidos políticos. En ese sector de la marcha al único político que vi fue a Montealegre y no llegó a hablar, porque no queríamos oir hablar a ningún político en ese momento de civismo y ciudadanía. Éramos nosotros, los ciudadanos de a pie, y las fuerzas del régimen y de la opresión, frente a frente. Y medimos fuerzas, aunque las fuerzas nuestras no eran piedras, ni cachiporras, ni escudos, ni cascos, ni chalecos antibalas, ni pistolas, ni morteros (vi como uno que intentó hacer funcionar un mortero, fue inmediatamente desarmado). Nuestras armas fueron, simplemente, nuestras convicciones, nuestra creencia en nuestros derechos, y nuestra voz para expresarlas.

Creo que si la ciudadanía, de aquí en adelante, se olvida de los partidos políticos y de los caudillos, y piensa en la unidad ciudadana, en la defensa de la democracia, en la defensa del derecho de asamblea, de marcha, de protesta, de expresión, de crítica, vamos a parar la reelección y también podremos parar el fraude.

¡NICARAGUA TIENE QUE SER REPÚBLICA, CARAJO!

Iván García Marenco

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