El diario granadino EL CORREO (1913-1934), fué fundado por quien fuera su Director, Carlos Rocha Avellán y es sobre todo recordado por haber dado acogida a las publicaciones literarias del Movimiento de Vanguardia, "Rincón de Vanguardia" y "Página de Vanguardia", a cargo de Pablo Antonio Cuadra Cardenal y Octavio Rocha Bustamante, hijo éste último de don Carlos y padre de Luis Rocha Urtecho, quien, junto con su nieto Luis Javier Espinoza Rocha, retoman hoy "El Correo Nicaragüense"; un blog pluralista, que agradece la reproducción de su contenido.

martes, 19 de abril de 2011

Ilegalidad, falacia, fariseísmo

Onofre Guevara López

El orteguismo diseña su modelo de campaña y traza sus líneas de propaganda, temiendo asumir, mencionar o siquiera insinuar algo relacionado con sus violaciones a las leyes y a la Constitución. Ni siquiera intentan justificar, ni jurídicamente torcido, los decretos con los cuales han anulada artículos de las leyes y la Constitución. Pero de este olímpico desprecio por la legalidad, pasaron a proclamar su amor por las leyes “que vayan representando la transformación institucional, jurídica…”
¿Cuándo? ¡Cuando “ganen” las elecciones!
Así lo expresó la copresidenta de facto, Rosario Murillo, en reunión con sus secretarios políticos el 19 de febrero pasado: “¿Se imaginan ustedes –les dijo— lo que es ganar con inmensa mayoría, de manera que en la Asamblea Nacional podamos, desde la legalidad, promover leyes que vayan en representación institucional, jurídica, que tanto necesita nuestro país?” Fíjense: el país necesita –ellos no— leyes “desde la legalidad”, lo cual es una confesión de que ahora lo están haciendo ¡desde la ilegalidad de sus decretos!
Están conscientes, no sólo de que la reelección de Daniel Ortega choca con la institucionalidad, sino también de que están actuando en contra del orden jurídico nacional. En tal situación sólo les queda sobredimensionar los “avances sociales” que suponen suficientes para justificar su permanencia en el poder violando todo orden legal, mientras hacen su propio orden para justificarlo todo, incluso las reelecciones que se les antojen.
Con la férrea voluntad de imponerse por sobre la sociedad, el orteguismo se refiere al pueblo en abstracto, se considera su dirigente y se erige en su representante único. El orteguismo materializa su idea de pueblo sólo en sus incondicionales y en los sectores empobrecidos que controlan con sus asistencias ocasionales, migajas y promesas.
El orteguismo llama a ese método de campaña electorero: “trabajo desde la conciencia”, mientras tratan de borrar en las conciencias ajenas toda idea de legalidad, para dar cabida y preeminencia a los valores en su expresión ideal y, por ello, sin nada que ver con el orden legal. Creen que eso ayuda a distraer al pueblo de toda preocupación, por ejemplo, sobre lo ilegal de la candidatura de Ortega. Quieren hacer creer que lo más importante, lo superior y legítimo no es ninguna legalidad, sino “los intereses del pueblo” a favor de los cuales –Ortega en particular— está abocado, pues no tiene más fin en esta vida que trabajar al servicio del servicio del pueblo.
De esa altruista finalidad, el trabajo “desde la conciencia” que ha creado y dirige la copresidenta de facto hizo apología y con ella “orientó” a sus secretarios políticos, en la reunión citada, a que hagan navegar en sus discursos valores abstractos como “amor al prójimo”, la “fe cristiana”, los ideales “socialistas” y el “corazón solidario”. Según la ideóloga oficial, con estos valores sus agentes políticos en los barrios y las oficinas públicas deberán contrarrestar “el método del sistema capitalista, el que no nos ha ayudado a servir, sino a buscar beneficios personales.”
¿Paradójico o demagógico? Las dos cosas, porque los orteguistas no han hecho nada si no en beneficio personal, “desde abajo” durante los dieciséis “años neoliberales” y los cuatro y medio años desde arriba. Y, seguramente, que a la doña no causó rubor al afirmar eso, sabiendo que tales valores son contradictorios con su práctica política, Omitiendo tamaña discordancia, les anunció que le había pedido a Paul Oquist “me trabajara una propuesta” sobre cómo y con qué argumentos armarlos en esa batalla “desde la conciencia.”
¿Y qué resultó de tan enjundioso trabajo por encargo? Pues nada que nadie haya dejado de oír cotidianamente: educación gratuita, escuela gratuita, subsidio al transporte y los “precios sostenidos” de los alimentos a través de Enabás. Pero a ella le pareció haber descubierto el agua tibia, y a punto de gritar “¡eureka!”, expresó una satisfacción que espero los lectores me ayuden a entender: “Eso me parece más claro para la gente –dijo—, que los millones con los que quieren impresionar a las personas que están en grandes dificultades.”
¿Ven por qué necesito ayuda? Es que no le entiendo si “los millones con los que quieren impresionar a las personas que están en grandes dificultades”, son los millones que el orteguismo ha acumulado, ni si son sus secretarios políticos quienes quieren impresionar con sus millones a esas personas. Por lógica, se colige que, como nunca se ha oído que desde la oposición se ofrezcan millones –ni siquiera su aliado Alemán, quien, después de Ortega, es el único candidato que podría “ofrecerlos”—, la doña sólo pudo hacer referencia a sus propios millones.
Pero, como millones van, millones vienen, y se detienen en los círculos que han estado en el poder, no le veo importancia al hecho de averiguar sobre lo ya conocido. Volvamos mejor al “trabajo desde la conciencia” que hace el orteguismo al margen y en contra de las leyes esenciales y secundarias del país, con el cual trata de darle una cobertura amable a sus ambiciones políticas y económicas con la reelección.
Complementario de la intención de la doña respecto de su orientación sobre el discurso que deberán seguir manejando sus secretarios políticos, es la transmisión que les hizo el temor que siente la cúpula ante una posible pérdida del poder. El fin es que su temor lo asuman como suyo los secretarios políticos y les estimule a realizar un trabajo político más fuerte entre los sectores populares; para que alerten a esos sectores acerca de que en caso de sufrir el orteguismo una derrota “ante la derecha”, ésta les arrebataría “las conquistas sociales”.
Pero, antes de transmitirles su dosis de miedo, Rosario notó el fastidio que su discurso estaba produciendo en los presentes, y se los dijo: “Veo rostros aquí, como que no les cae muy bien lo que estoy diciendo, los veo soplándose, como que están ahogándose. ¡No nos ahoguemos! ¡Ahoguémonos si no ganamos las elecciones de noviembre!”.
Después del vehemente llamado de atención, la copresidenta de facto esgrimió la idea del miedo a una derrota con una puerilidad asombrosa: “¿Ustedes se imaginan cómo los va a tratar el vecino, que es liberal a lo mejor, cómo les va a sacar la lengua y cómo se va a burlar de ustedes?”
Nótese cómo la copresidenta de facto usa el “ustedes” para guardar la distancia que realmente tiene con ellos, y para indicarles que de la gente de su círculo nadie se burlaría sacándole la lengua. Ella, en su interior, “desde la conciencia”, sabe que no se refiere al vital órgano humano, sino a los millones acumulados desde el poder que les puede sacar. Lo poco serio de su argumento, contrasta con la gravedad de la situación política y social que le están deparando a nuestro país, con sus múltiples abusos y ocultamiento de los mismos.
De ahí que la recurrencia a la ilegalidad, la falacia y el fariseísmo sea igual a orteguismo.

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