El diario granadino EL CORREO (1913-1934), fué fundado por quien fuera su Director, Carlos Rocha Avellán y es sobre todo recordado por haber dado acogida a las publicaciones literarias del Movimiento de Vanguardia, "Rincón de Vanguardia" y "Página de Vanguardia", a cargo de Pablo Antonio Cuadra Cardenal y Octavio Rocha Bustamante, hijo éste último de don Carlos y padre de Luis Rocha Urtecho, quien, junto con su nieto Luis Javier Espinoza Rocha, retoman hoy "El Correo Nicaragüense"; un blog pluralista, que agradece la reproducción de su contenido.

lunes, 11 de abril de 2011

Periodismo puro

Carlos Salinas Maldonado | 11/4/2011

El Premio Ortega y Gasset de periodismo que entrega el prestigioso diario El País, reconoció este año a un periodista joven, talentoso y valiente. Octavio Enríquez, redactor de investigaciones del diario La Prensa, inició este lunes el día con una llamada que le notificaba que su reportaje sobre la riqueza del ex Ministro del Interior, Tomás Borge, fue seleccionado por el jurado del Ortega y Gasset como el mejor reportaje entre todos los que concursaron en esa importante competición. Es el reconocimiento a un esfuerzo de años, a una carrera cultivada con esmero, con ética. A un periodismo con garra, compromiso, olfato para rastrear allí donde los poderosos esconden la corrupción, pero sobre todo, principios. El de Octavio es periodismo puro.

Es una gran noticia para el periodismo nicaragüense, sobre todo en tiempos como estos, cuando un poder autoritario, corrupto, familiar y alérgico a la crítica, intenta acallar aquellas voces que denuncian sus arbitrariedades. Pero también es una gran noticia que deja claro que sólo el buen periodismo –el hecho con tiempo, con verificación de los datos, con mucho reporteo y hasta paciencia– se mantiene cuando los medios de comunicación y periodistas se atrincheran, unos (lo más triste) al lado del poder, y los otros jugando a la oposición política. Triste también porque muchos de esos medios (la televisión, principalmente) toman una postura edulcorante para evitar las amenazas del poder. La valentía, fuerza del periodismo, queda echa a un lado.

Octavio Enríquez ha demostrado que es un periodista valiente. Y de tiempo completo. Su esposa e hijos lo saben: horas y horas entregado a esta profesión, investigando, rastreando, olfateando allí donde él cree que alguien (un poderoso, un funcionario corrupto) esconde algo. Sus destapes, incómodos y fuertes, le han valido amenazas. Pero eso a Enríquez no lo amilana. Él ha seguido investigando, escribiendo y narrando. Porque Octavio también es un gran narrador: ahí están como muestras sus hermosos perfiles y crónicas publicados en la revista Magazine. Una de esa crónicas, la historia de unos niños del Caribe nicaragüense que sufren xerodermia pigmentosa –una rara enfermedad que los mantenía totalmente alejados del mundo, sin posibilidad de exponerse a los rayos del sol­–, ganó el premio de periodismo que cada año entrega Unicef. O aquel perfil del pintor Raúl Marín, atrapado por mil demonios y su adicción al crack, bellamente dibujado por la pluma y la perspicacia de Enríquez.

Son historias bien trazadas. Cada palabra bien escogida. Cada coma en su lugar. Y también los adjetivos. Porque Octavio Enríquez no tiene miedo en usarlos, como un recurso para enriquecer su narración, pero sin ofender a nadie. Él no cree en ese periodismo que habla de “objetividad” y termina siendo aburrido y simplón. Su periodismo es honesto, como él, pero delicioso. Los reportajes de Enríquez son una clase de periodismo. Y los estudiantes de la profesión deberían seguirlos.

Y es que ese periodismo de Octavio Enríquez tiene raíces en los grandes trabajos de los maestros de esta profesión. Son aquellos textos compartidos entre amigos, mil veces discutidos en mesas de tragos y otras tantas veces copiados, tratando de seguir, aunque se muera en el intento, ese estilo único de un Ryszard Kapuściński, Jon Lee Anderson, John Carlin, Oriana Fallaci, Sergio Ramírez, Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa o Alma Guillermoprieto. Y muchos otros que son la savia que alimenta a una generación joven de periodistas, dispuestos a meterse en ese mundo raro, violento, humano que esos maestros han retratado a la perfección.

El periodismo de Octavio Enríquez, como lo dijo el jurado del Ortega y Gasset en su fallo, es minucioso, valiente y bien documentado. Su reportaje sobre la riqueza de Tomás Borge, uno de los personajes más sombríos y folclóricos de la política nicaragüense, muestra, según el jurado, “la lucha contra el poder plasmada en una labor periodística de investigación realizada en condiciones muy adversas sobre las transacciones y el enriquecimiento ilícito de Borge”. El trabajo de Octavio Enríquez es, en resumen, periodismo puro.

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