El diario granadino EL CORREO (1913-1934), fué fundado por quien fuera su Director, Carlos Rocha Avellán y es sobre todo recordado por haber dado acogida a las publicaciones literarias del Movimiento de Vanguardia, "Rincón de Vanguardia" y "Página de Vanguardia", a cargo de Pablo Antonio Cuadra Cardenal y Octavio Rocha Bustamante, hijo éste último de don Carlos y padre de Luis Rocha Urtecho, quien, junto con su nieto Luis Javier Espinoza Rocha, retoman hoy "El Correo Nicaragüense"; un blog pluralista, que agradece la reproducción de su contenido.

jueves, 21 de abril de 2011

EL CIRENEO

Luis Rocha

La verdad es que Pilato, según Mateo, tuvo miedo de entregar a Jesús a aquel pueblo desbordado en el odio que le habían infundido sus dirigentes políticos. Hasta su mujer le había dicho: “No hagas nada a ese justo, porque hoy he sufrido en sueños por su causa.” Efectivamente, Pilato bien sabía que Jesús era inocente, pues había descubierto la falsedad de las acusaciones de un pueblo manipulado por los grandes

sacerdotes y los sabios. Eran evidentes las calumnias y los falsos testimonios, así como la instrumentalización de la histeria colectiva. Probó a entregarles a Barrabás a cambio de la vida del Nazareno, pero pudo más la envidia de los grandes sacerdotes. Por ello, cuando Pilato preguntó: “Pues, ¿qué haré con Jesús, el llamado Cristo? Todos dijeron: Que le crucifiquen. Él dijo: Pues, ¿qué ha hecho de malo? Pero ellos gritaban cada vez más: ¡Que le crucifiquen!” Entonces fue que Pilato –como solemos hacer en situaciones cruciales quienes nos creemos neutrales o imparciales- se lavó las manos ante el pueblo, “y sus soldados se llevaron a Jesús, le quitaron sus ropas, le vistieron de un manto color púrpura, y, trenzándole una corona de espinas, se la ciñeron a la cabeza y le pusieron una caña en la mano derecha. Y doblando la rodilla delante de él, se burlaban diciendo: Salve, Rey de los judíos. Luego lo escupieron, le quitaron la caña y le golpearon la cabeza. Y después de haberse burlado de él, le quitaron el manto, le pusieron su ropa y le llevaron a crucificar.”

Es aquí cuando aparece un personaje que me apasiona y con el que, aún siendo pretensioso de mi parte, me gustaría identificarme plenamente. Cuenta Marco que después de que los soldados romanos se burlaron de Jesús y lo sacaron del Palacio de Pilato para llevarlo a crucificar, “a uno que pasaba, un hombre de Cirene, llamado Simón (Simón el Cireneo), que volvía del campo, padre de Alejandro y de Rufo, lo obligaron a que le llevara la cruz. Dice Lucas que “le cargaron con la cruz para que la llevara detrás de Jesús.” De manera que Simón Cireneo iba detrás de eccehomo, quien de seguro alguna vez volteó a medias su cabeza para aunque sea de reojo otorgarle una mirada de agradecimiento pese a caminar con dificultad, adolorido y a empellones. Fue testigo ocular y casual aliviador del sufrimiento de cargar la cruz del condenado. De esta manera había pasado, nada menos, que de las labores agrícolas a la historia, ayudando a un justo con su cruz. Así entró el Cireneo a la inmortalidad.

No cabe duda, pues, que el destino puede deparar la inmortalidad inesperadamente. Como se ve, basta con pasar por el lugar preciso en el momento adecuado o en el momento inoportuno, según como se mire. No importan las épocas, pues éstas se repiten para desgracia de la evolución. Lo que le pasó a Simón en la época actual es que venía entrando a Managua y de improviso se encontró con gente enfurecida que tenía tomadas las calles y rotondas, y desaforada gritaba pidiendo la crucifixión de Jesús. Lo importante es que esta vez voluntariamente lo ayudó a cargar su cruz. Recordó que algo así le había pasado antes y decidió volver al pasado forjador de éste presente. Divisó a María, la madre angustiada e impotente ante la inevitable tragedia. La madre de Cristo que le agradecía con un casi imperceptible gesto que ayudara a su hijo. Esa mujer –otro personaje de esta historia que quiero y respeto profundamente- es nada menos que una mujer en la que se encarna el sufrimiento de todas las mujeres del mundo. María, a quien según Juan desde la cruz Jesús le dijo: “Mujer, ahí tienes a tu hijo”, viendo junto a ella al discípulo que tanto quería, en una forma de que se sintiera respaldada por todos nosotros. Una mujer humilde y sencilla que, como sucede en Nicaragua, asumió sola la crianza de su díscolo hijo. Muchacho hablantín e imprudente –aunque dijera y ya predicara cosas cuerdas y justas- y por ello mismo “peligrosas” y desatadoras de las más bajas pasiones de quienes, porque decía la verdad, lo aborrecían, envidiaban y fraguaban su muerte. María dolorosa y olorosa a humo, con sus manos gastadas de tanto echar tortillas, o lavar y planchar ajeno. Con el tiempo y el amor acurrucados en su hermoso rostro de sublime entereza y tristeza. Ese es el rostro que divisó Simón el Cireneo.

Mientras el Cireneo caminaba detrás de Jesús, reflexionaba sobre toda su vida, descubriendo que en aquel preciso momento alcanzaba su mayor significado. Hasta los pesados maderos los sentía cada vez más livianos. Tener conciencia de compartir el sufrimiento de quien lo precedía, le daba más fuerza para cargar su cruz. Supo así, Simón el Cireneo, camino del Gólgota, que ayudar a aquel hombre injustamente condenado era una obligación y un privilegio. Se quedó ahí, después que lo clavaron, acompañándolo. Se estremeció ante tanta soledad circundante y aún más cuando escuchó que “también los crucificados con él lo insultaban”, tal y como nos lo cuenta Marco. Espantosa radiografía de la irracionalidad a la que puede llegar un ser humano. Ingratitud, soledad y espanto. Lo escuchó expirar reclamando al Padre por su abandono y comprendió el misterio de haber tomado fuerzas de la presencia de su madre para enfrentarse a su destino. En lo personal, con estas reflexiones he aprendido mucho de Simón el Cireneo, pues siento que las he escrito gracias a él. Nos enseña a los escritores que cuando escribimos y denunciamos, tenemos el privilegio de ayudar a nuestro pueblo a cargar con su cruz, pues tan solo somos Cireneos.

luisrochaurtecho@yahoo.com

“Extremadura”, Masatepe, 19 de abril de 2011. (“Me quema la palabra”)

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