El diario granadino EL CORREO (1913-1934), fué fundado por quien fuera su Director, Carlos Rocha Avellán y es sobre todo recordado por haber dado acogida a las publicaciones literarias del Movimiento de Vanguardia, "Rincón de Vanguardia" y "Página de Vanguardia", a cargo de Pablo Antonio Cuadra Cardenal y Octavio Rocha Bustamante, hijo éste último de don Carlos y padre de Luis Rocha Urtecho, quien, junto con su nieto Luis Javier Espinoza Rocha, retoman hoy "El Correo Nicaragüense"; un blog pluralista, que agradece la reproducción de su contenido.

sábado, 30 de abril de 2011

América Latina vista desde el Viejo Continente

ALANRIDING

Cuando las dictaduras de América Latina pasaron a la historia en los años ochenta, cuando los tiempos trágicos y heroicos abrieron paso a una lucha cotidiana y poco espectacular para construir democracias con un grado mínimo de justicia, Europa perdió interés en la región.

Pero no fue sólo porque América Latina ya no era una fuente permanente de malas noticias para la prensa europea. Europa también estaba cambiando, mirándose a sí misma con cada vez más inquietud.

Antes del fin de la Guerra Fría, la preocupación principal europea era poder competir comercialmente con los Estados Unidos, Japón y los nuevos "tigres" asiáticos. Después del colapso del comunismo europeo, la prioridad fue la estabilidad política. Y con el tiempo también se hizo claro que, para preservar alguna influencia en el mundo, Europa tenía que convertirse en un bloque económico y político. Por lo menos, era la teoría. En la práctica, el resultado ha sido la introspección. Europa ya no quiere saber de los problemas de violencia política en América Latina; los tiene más cerca en Bosnia, Argelia y Chechenia o aun en el País Vasco, Córcega e Irlanda del Norte. Y si tampoco piensa en los problemas sociales latinoamericanos es porque la pobreza en África del Norte y los Balcanes representa una amenaza más inmediata.

¿Qué busca Europa en sus relaciones con América Latina? Inversionistas europeos participan en la especulación financiera que tanto daño le ha traído a la región. De contraparte, algunas compañías transnacionales europeas construyen fábricas y crean empleos. Pero los gobiernos europeos, en general, no se sienten responsables de ayudar a la región.

Escribiendo estas líneas desde París, no me es difícil, sin embargo, mirar hacia América Latina con cierto optimismo. No es por nada que Europa se llama el Viejo Continente. Está cansada, sus años le pesan, su historia dolorosa se repite y, peor, tiene miedo del futuro. Desde aquí se ve a América Latina como una fuente de renovación cultural, no sólo por la vitalidad de su música, danza o literatura, sino porque es joven y creativa y preserva una energía que en Europa se ha ido agotando.

Pero esta cultura existe gracias, precisamente, a la desorganización de las sociedades latinoamericanas. ¿Sobrevivirá en un futuro de mayor desarrollo económico?

Para conservar su cultura, la región debe valorizada. En eso, Europa puede ayudar, como advertencia y como ejemplo. No menos que en el resto del mundo, la fuerza de la cultura popular de los Estados Unidos y la aceleración de los medios de comunicación han puesto la cultura
tradicional europea a la defensiva. Y no hablo solamente de Hollywood o Dallas, de Coca-Cola o McDonald's. Lo preocupante es el efecto uniformizador de un mercado que impone el denominador común más bajo en nombre de una grotesca democracia comercial.

Europa está reaccionando contra eso. Si de un lado hay un proceso unificador manejado desde Bruselas, donde "eurócratas" buscan crear normas comunes para todo, hay también un fortalecimiento de sentimientos regionalistas y aun locales. La recuperación de viejas costumbres y hasta de lenguas olvidadas está sirviendo como una especie de contrapeso a la unidad del mercado. La nostalgia se ha
convert
ido en un arma contra un futuro que amenaza borrar las diferencias culturales.

Las puntas de flecha dé la ofensiva uniformizadora de la cultura popular estadunidense son claramente la televisión, el cine y la música. Y muchas veces tiene grandes aliados locales, como TV Globo en Brasil y Televisa en México, que "venden" más que todo el estilo de vida estadunidense. Frente al mismo fenómeno, Francia ha optado por un sistema de cuotas para garantizar que un mínimo de 50% de su oferta de películas, programas de televisión y canciones sean de origen europeo. Eso ha asegurado, por ejemplo, la sobrevivencia de la industria cinematográfica francesa, pero tiene sus fallas: el cine francés posee mercado pero, sin competencia abierta, le falta calidad.

América Latina debe preservar y estimular la cultura. Dicho de otra forma, América Latina tiene que seguir siendo América Latina, para su propio bien, pero también para atraer la atención de Europa. Si las relaciones entre los dos continentes se reducen al intercambio financiero y comercial, serán poco interesantes. Europa sigue siendo el punto de referencia de la cultura occidental, pero América Latina representa lo nuevo, lo imaginativo, lo libre. Su capacidad creativa es también un recurso natural.

Nota: "La América que queremos" es una nueva sección sabatina de EL CORREO. Los ensayos "en defensa de la vida" -de autores de primera línea- son tomados del libro con igual título, publicado por el Fondo de Cultura Económica en 1998, en el contexto del Programa de las Naciones Unidad para el Medio Ambiente.

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