Leguita que has vivido, con la aguja en la mano, en los rincones más humildes del convento, he aquí que esa vida tuya que delante de los hombres fue como nada, ha sido considerada delante de Dios, como un collar de esmeraldas!
¿Vivió como su nombre? ¿Habéis visto una rosa de humildad que se deshace en virtudes?
¿Vivió como su nombre? ¿Habéis pensado alguna vez en estas mágicas palabras de San Pablo: El buen olor de Nuestro Señor Jesucristo?
Vivió como su nombre. El maravilloso poeta indio Rabindranath Tagore dice en sus «Pájaros Perdidos»: «Dad gracias a la llama por su luz,
pero no os olvidéis de la lámpara que permanece pacientemente en la sombra».
¿No son acaso las legas en los conventos, lámparas que permanecen pacientemente en la sombra? Y en la más divina de las sombras.
Vivió como su nombre. Pasó los últimos 25 años de su vida en el Colegio de la Asunción de esta ciudad, dando lecciones de costura, pero en su entierro sus discípulas no pensaron en el primor de sus bordados, sino en el primor de sus virtudes: en el bordado está la virtud del tiempo; en la virtud, el bordado de la eternidad.
Y precisamente porque fue Madre Virtudes una rosa de humildad y un buen olor de Jesucristo y una lámpara que permanece pacientemente en la sombra y un fino bordado, queda su recuerdo para «La leyenda dorada de un futuro Francis Jammes»; para mayúscula deleitable de un miniaturista que va a nacer.
Leguita que has vivido con la aguja en la mano, en los rincones más humildes del convento, he aquí que esa vida tuya que delante de los hombres fue como nada, ha sido considerada delante de Dios como un collar de esmeraldas!
Nota:
Artículo para nuestra sección dominical IGLESIA VIVA. Tomado de "El Libro de las Palabras Evangelizadas", del poeta y sacerdote Azarías.H.Pallais
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