Nada mejor que una marcha del pueblo nicaragüense en contra de Daniel Ortega para tomarle el pulso a la “situación”. En el lenguaje cotidiano de Nicaragua “la situación” es todo, puede ser todo, pero cuando te referís a ésta, tu interlocutor sabe sobre qué exactamente estás hablando. La gente se dice: hablemos de la “situación”, esto está así debido a la “situación”. Se refieren a la coyuntura.
Pues más que la marcha de la sociedad civil y más que la contramarcha a favor de Ortega, ¿cuál era la verdadera situación? De lo que estaba pendiente mucha gente era de si el sábado iniciaría la revuelta nicaragüense para botar a Ortega del poder. Él parecía ser el primer preocupado de esta “situación”. Mandó a colocar vallas alrededor de su casa, que también es el lugar desde donde gobierna. Y la policía le resguardó. Previsor el Presidente, ¿la miraba venir?Por este blindaje con vallas y policías y por el empeño físico y económico que pusieron para organizar la contramarcha, ahora ya sabemos que él cree que esto podría suceder, que la gente marchando podría provocar una situación de pica y se extiende. Entonces, como nunca, Ortega demostró que sí cree que la sociedad civil tiene fortaleza política.
Porqué a Ortega no le gustan las marchas
La vive desprestigiando, le achaca servilismo yankee, su gente vulnera honores personales de las y los opositores con suma facilidad, procura quitarle mérito como fuerza política cada vez que puede, pero resulta que parece que ahora mira la “situación” de otra manera.
¿Por qué el Presidente Ortega no comprende que dejar marchar a la gente le beneficia más que reprimirla? Cuestionado por su manera autoritaria de gobernar, en entredicho por su pretendida reelección ilegal y anticonstitucional, condenado mundialmente por los continuos ataques (amenazas, chantajes, robos mal disimulados) a los periodistas y medios de comunicación, y con pérdida de credibilidad como líder internacional al prestar su apoyo al dictador Gadafi, una actividad de la sociedad civil marchando pacíficamente le habría beneficiado sobremanera, le habría dado un respiro político ante las continuas críticas. Habría parecido un Presidente de un país donde la gente se expresa con libertad.
Pero no le gustan las marchas sin contramarchas. Y más ahora, cuando existe la probabilidad de que una marcha lo saque del poder de manera definitiva. Y quizá por eso, el lema de la contra marcha orteguista clamaba paz y amor, un mensaje dulce, para calmar los ánimos de la gente contraria a Ortega, creyeron.
Marcha orteguista herida de raíz
Esa marcha, repleta de jóvenes –acarreados o no, presionados o no- estaba herida de raíz, por el simple hecho de haber sido organizada para impedir a otros seres humanos su libertad de expresión.
Ese es el tipo de cosas que molestan de Daniel Ortega: el ocupar la energía juvenil para atacar a otros jóvenes, para beneficiarse él. Pongamos por caso que un joven orteguista esté lo bastante ideologizado a favor de su líder máximo y obedezca en todo sentido las consignas, pero en el fondo, muy en el fondo, con quien se tiene que enfrentar es a una persona parecida: joven, con ganas de vivir, con sueños por realizar, que busca la manera de expresar sus ideas, con inquietudes políticas. ¿Cree Daniel Ortega que esas cosas no se sienten? Pues desconoce bastante la cultura juvenil. Quizá por eso, ahora los jóvenes orteguistas se niegan a ser fajeadores de jóvenes, porque aquel espectáculo tan violento fue vergonzoso y vergonzante para cualquier joven.
La marcha en contra de la reelección de Ortega no llegó hasta donde estaba planeado porque la detuvo la policía. El modus operandi es el mismo de siempre. Por el lado de Ortega: van a marchar hasta donde yo diga. Por el lado de la sociedad civil: aunque no te guste, vamos a marchar. La tensión revela un símbolo del líder autoritario frente a sus gobernados, que no son sumisos. Definitivamente el Presidente se equivoca de método para gobernar, al menos con esta gente.
Escribo esto mientras sigo las noticias (vía tweets) del grupo de jóvenes que se tomaron el puente frente al Consejo Supremo Electoral (la mañana del lunes). Subieron, colgaron una manta, permanecieron ahí un par de horas, bajaron cantando el himno nacional. La policía cerró las avenidas de acceso al puente tomado. Por tweets se llamaba a la gente a unirse a la protesta. Al lugar llegaron también jóvenes orteguistas con las camisetas de paz y amor.
Como se dice en el país, “tempranearon” a Daniel Ortega, lo agarró por sorpresa una protesta que no pudo controlar. El grupo de jóvenes protestaron también contra Arnoldo Alemán, que incomprensiblemente quiere ser presidente otra vez. “Ambas candidaturas violan la Constitución. Juntos han secuestrado las instituciones del Estado para su enriquecimiento personal y porque están obsesionados por el poder. Por eso vengo a decir: Yo no soy pendejo”, claman en su comunicado.
¿Pica y se extiende? Así está la “situación”: desde el sábado Ortega ya reveló que eso podría ocurrirle
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